Korubo
- Autodenominación
- ¿Donde están? ¿Cuántos son?
- AM 127 (Funai, 2020)
- Familia linguística
- Pano
En el Valle del Javari, en la confluencia de los ríos Ituí e Itaquaí, viven los Korubo, también conocidos como indios "caceteiros" (golpeadores, en portugués) debido al uso de porras. La mayor parte de la población, que sobrepasa las 200 personas, aún vive aislada y se desplaza entre los ríos Ituí, Coari y Branco. Luego de varios intentos, en 1996 la Funai (sigla para la Fundación Nacional del Indio) logró ponerse en contacto con un pequeño grupo de ellos, tras lo cual los Korubo comenzaron a visitar las aldeas de los indios Matis y los campamentos que la Fundación tiene en la selva. Actualmente, los Korubo se distribuyen en dos comunidades que habitan en el bajo Ituí.
La mayor parte de la información que se presenta en este módulo corresponde a la población contactada en la década de 1990. Cada vez que se refiera a los Korubo que viven aislados, se hará la aclaración pertinente.
Nombres
No hay certeza de cómo los Korubo se llaman a sí mismos; algunos investigadores identificaron el término dslala para este efecto, pero otras investigaciones recientes del Frente de Protección Etno-Ambiental del Valle del Javari (FPEVJ) indican que no existe una autodenominación única entre ellos.
Según Pedro Coelho, la denominación Korubo les fue asignada por los Matis, quienes afirman que Korubo sería un nombre propio de la onomástica matis. Un matis reveló el significado de la palabra: “Koru es esto, cubierto de arena, ceniza, sucio de barro. Los Korubo se tapan de barro para espantar los mosquitos, quedan así sucios, cubiertos de Koru” (Arisi, 2007: 108).
Philippe Erikson (1999: 74) formula la hipótesis de que Korubo sería una designación genérica para “enemigo”. Al comentar sobre los etnónimos de los indios Panos septentrionales, ese autor subraya que los Kulina-Pano afirman haber exterminado un grupo que vivía en el igarapé (brazo estrecho o canal de río, característico de la cuenca amazónica que corre entre la selva) Esperança, afluente del río Curuçá, cuyo apodo sería Korubo. Sin embargo, es probable que no sean los mismos indios a quienes nos referimos con ese nombre hoy en día.
Lengua
Los Korubo hablan una lengua que no ha sido clasificada y que probablemente forma parte de la familia lingüística Pano; es bastante similar a las lenguas habladas por los Matis y por los Matsés (Mayoruna), habitantes de territorios contiguos al de los Korubo. Debido a esta proximidad lingüística y geográfica, la mayor parte de los Korubo comprende y habla las lenguas de grupos vecinos, sobretodo la de los Matis.
El pequeño grupo de Korubo que se contactó en 1996 comprende bien a los Matis y han logrado establecer buenas relaciones con ellos, sin embargo es necesario notar que antes de que se estableciera el contacto, ambos grupos eran enemigos, con una historia de rivalidades y guerras. Debido a este pasado marcado por muertes, raptos y destrucciones de sus viviendas, los Matis aún desconfían de los Korubo que viven aislados.
Hoy, la influencia que los Matis ejercen sobre los Korubo es importante y bastante notoria. Un ejemplo de ello es que los Korubo utilizan el matis para comunicarse con los miembros del Frente de Protección Etno-Ambiental del Valle del Javari. La experiencia surgida del contacto ha contribuido a una mejor comprensión de la lengua de los Matis, puesto que el frente de contacto y, luego, el Frente de Protección Etno-Ambiental prirorizaron a los Matis como intérpretes y mediadores frente a los Korubo.
Los Korubo también comprenden la lengua Matsés (Mayoruna), pero no tan bien como la de los Matis. Aunque los Korubo también comprenden el Matsés (Mayoruma), no lo hacen tan bien como con el Matis.
Aquellos Korubos que tienen un mayor contacto con los miembros del Frente comprenden y hablan bastante bien el portugués. Dentro de su grupo se los motiva a aprender bien el idioma para que puedan mejor interactuar con el resto de la sociedad nacional. Los comentarios y relatos que escuchan de los Matis sobre sus visitas a la ciudad les despiertan mucha curiosidad; sin embargo, evitan hablar el portugués y prefieren el Matis (o a los Matis como intérpretes) para comunicarse con la gente del Frente. Por otro lado, se apropian e incorporan palabras matis a su propio vocabulario.
Amén de la influencia sobre la lengua Korubo, se nota que los Matis son sobreestimados por los Korubo, quienes defienden los Matis en innúmeras situaciones – verbales o físicas –, especialmente en ocasiones de conflictos ya sea con miembros de otras etnias o con los funcionarios del Frente.
Localización
Los Korubo habitan en la región de confluencia de los ríos Ituí e Itaquaí, que es un afluente directo del Javari, río que da nombre a la Tierra Indígena donde viven. La Tierra Indígena está ubicada en el extremo oeste del estado del Amazonas y abarca toda la región de frontera entre Brasil y Perú.
Además de los Korubo y de otros grupos aislados, en la Tierra Indígena Valle del Javarí habitan siete etnias que han establecido diferentes tipos de contacto con la sociedad nacional: Kanamari, Kulina Pano, Kulina Arawá, Marubo, Matis, Matsés (Mayoruna) y un pequeño grupo llamado Tsohom Djapá. Es importante subrayar que la región formada por esta Tierra Indígena y por las áreas bañadas por los ríos Manu y Purus, en el Perú, es el lugar del mundo donde hay un mayor número de indios aislados.
Población
En el censo realizado por el Frente de Protección Etno-Ambiental Valle del Javari en el año 2007, se contabilizaron 26 personas. Sin embargo, a finales de ese mismo año, una niña falleció por problemas congénitos, lo que disminuyó la cifra a 25 indios.
Si se toma como referencia los censos anteriores, durante la última década, el crecimiento poblacional fue considerable, con un aumento demográfico que alcanzó el 50% desde que se estableció el contacto. A pesar de este crecimiento, el hecho de que la población masculina sea mayor dificulta nuevos matrimonios: 14 varones y 11 mujeres (seis son niñas y las demás, casadas). Uno de los hombres adultos es soltero y considera la idea de buscar una compañera entre los Korubo aislados, lo que es improbable dada la posibilidad de que resulte muerto.
Los Korubo han sufrido diversas enfermedades producto del contacto, tales como la malaria (a principios del año de 2008 todos los miembros del grupo estaban infectados) y otras dolencias. En mayo de 2008, una comisión de la Funasa (Fundación Nacional de la Salud) en conjunto con las Fuerzas Armadas y otras instituciones de protección de la salud, hicieron un relevamiento de las enfermedades más comunes entre los indios para así poder atender a la población contactada. Se identificaron cuatro casos de hepatitis C entre los Korubo, además de dos casos de hepatitis B que fueron tratados por inmunización natural. Más del 50% aún no fue inmunizado por vacunas antivirales.
Es muy probable que la enfermedad haya sido transmitida por los Matis a los Korubo, puesto que los Matis visitan con frecuencia las ciudades de Atalaia do Norte e Benjamin Constant, áreas de alta concentración de enfermedades virales como hepatitis B (VHB) y C (VHC) y el VIH(o SIDA). A esto se suma el hecho de que los Matis son cada vez más afectados por las hepatitis virales A, B y C, causando un aumento alarmante de las enfermedades en sus aldeas.
Ya se se ha mencionado anteriormente que en general los Korubo sienten gran estima por los Matis y, dado ese contexto de alianza, los Matis suelen utilizar las comunidades korubo como abrigo y punto de apoyo durante sus viajes a las ciudades más cercanas. Al regresar, pernoctan en las aldeas korubo situadas en el mismo río que conduce a las comunidades matis, pero en un área más próxima a Atalaia do Norte e Benjamin Constant.
Historia del contacto
Los frentes de expansión y las experiencias de contacto
Hay registros de contactos esporádicos con el grupo desde los años 1920. De acuerdo con un relevamiento de información sobre los conflictos en el Valle del Javari (1996), realizado por el antiguo Departamento de Indios Aislados de la Funai, el registro más antiguo de una masacre de los Korubo está fechado en 1928, cuando más de 40 Korubo murieron en manos de un grupo peruano acompañado de indios Ticuna.
A fines del siglo XIX y principios del XX, comenzó la explotación económica al interior del Valle del Javari con la extracción del caucho Muchos indios fueron obligados a trabajar en esta actividad como esclavos, a cambio de algunos productos industriales y de su propia supervivencia. Tenían dos alternativas: trabajar para los llamados “patrones” o ser exterminados. Durante este período se exterminaron diversos grupos indígenas y se despoblaron otros que resistieron.
Algunos años después del inicio de la explotación del caucho en la Amazonia, hubo un periodo de estancamiento económico debido a la competencia de la explotación del mismo material en Oriente. La caida de los precios del caucho provocó la quiebra de estos emprendimientos y, como consecuencia, volvió a disminuir la población no india en la región del Valle del Javari. Este nuevo escenario contribuyó para que los grupos de sobrevivientes se reestructuraran. Sin embargo, la presión de los frentes de contacto en la región no desapareció del todo.
Hasta la década de los años 50, los pueblos que vivían en "tierra firme" del Valle del Javari se mantuvieron aislados; sin embargo, la expansión de la actividad maderera durante esos años llegó hasta sus territorios. Entonces comenzaron los primeros conflictos con estos indios. El ejército los reprimió duramente en favor de empresarios peruanos y brasileros que tenían intereses en esas tierras, pero se sentían amenazados con la presencia de los indios.
En la década de los años 70, un área considerable al interior del Valle estaba ocupada por ribeirinhos (poblaciones pescadoras de las márgenes de los ríos), quienes se consideraban habitantes legítimos de la región. Explotaban la mano de obra de los “indios dóciles” y exterminaban a aquellos grupos que demostraban resistencia, o “indios bravos”. Los Korubo formaban – y todavía forman – parte de la idea de “indios bravos” presente en el imaginario regional.
Durante el mismo período, Petrobrás (empresa brasileña de generación de energía) inició una investigación de prospección sísmica, caracterizada por raleos en la selva y explosiones. Esas actividades dañinas para el medio ambiente empeoraron el conflicto entre indios y no-indios de la región, creando una atmósfera más tensa y, finalmente, obligando a los grupos aislados, entre ellos los Korubo, a dispersarse.
La Funai empezó sus trabajos en el Valle del Javari en 1970, como parte de un equipo de apoyo para la apertura de la ruta Perimetral Norte, proyecto de infraestructura previsto en el Plan de Integración Nacional. En esa ocasión, la Fundación instaló en la ciudad de Atalaia do Norte la “Base Avanzada de Frontera del Solimões” y creó cinco Frentes de Atracción al interior del Valle. La mayor parte de estos frentes terminó por prestar ayuda a los grupos ya contactados y, posteriormente, se transformaron en puestos indígenas.
El Puesto Indígena de Atracción Marubo fue creado en 1972, en la margen derecha del río Itaquaí, no lejos del igarapé Marubo. Un equipo liderado por Sebastião Amâncio da Costa tenía el objetivo de establecer contacto pacífico con los indios aislados conocidos como “caceteiros” (golpeadores, en portugués), como son llamados los Korubo por otros habitantes de la región. En la época, la Funai acreditaba que ellos formaban parte de un grupo marubo.
A un año de la instalación del puesto y de algunos contactos con el grupo aislado, hubo un ataque de los Korubo al puesto, que provocó la muerte de la familia del funcionario público Moisés. Ese mismo año, en otro ataque, murió el funcionario Sebastião Bandeira y Bernardo Muller quedó gravemente herido.
Luego de estos incidentes, el puesto se trasladó a lamargen opuesta, cerca de la confluencia de los ríos Itaquaí y Branco, y Valmir Torres asumió la dirección. Según cuenta Torres, los indios siempre portaban armas y demostraban hostilidad cuando visitaban el campamento. En ese momento, se creía que la autodenominación del grupo era Kaniwa (pero cómo ahora se sabe, Kaniwa quiere decir cuñado en muchas lenguas de la familia Pano).
En noviembre de 1974, el equipo del puesto contactó a un grupo korubo. Al mes siguiente, sobrevuelos realizados en el área pudieron localizar algunas malocas en la margen izquierda del río Ituí. Según el Informe de Identificación y Delimitación de la Tierra Indígena Valle del Javari, en febrero de 1975, “cerca de 200 Korubo se presentaron en la margen opuesta al puesto”.
Ese mismo año, los Korubo visitaron nuevamente el puesto y pidieron machetes, hachas, entre otras cosas. Al día siguiente de la visita, el equipo localizó una aldea con seis malocas y cerca de 200 indios. Sin embargo, más tarde los Korubo volvieron a atacar al puesto, lo que provocó otra muerte, la del funcionario Jaime Sena Pimentel, en 1975. Luego de este episodio y debido a fallas en el proceso de aproximación y contacto pacífico, el puesto fue suprimido.
A principios de 1982, se intentó una nueva aproximación con los Korubo , a través de la creación del Puesto de Atracción del Itaquaí, bajo la dirección del indigenista Pedro Coelho, y un campamento en la localidad de Jó,. En marzo, Coelho relata que los indios llevaron regalos al equipo de unos de los puestos de atracción y,pocos días después, el equipo encontró un grupo korubo en la margen del río Itaquaí. Binan Matis, que trabajaba como intérprete del puesto, comprendió algunas palabras de los indios. Al día siguiente, los indios contactados aparecieron otra vez, pintados de urucum (achiote) y sin armas.
El tercer contacto ocurrió un mes después. Al igual que la primera vez, el equipo de la Funai se aproximó en barco, pero los Korubo nadaron hasta la embarcación y durante las cinco horas que estuvieron allí, mantuvieron una conversación en que se alternaban momentos agresivos con otros pacíficos. Binan Matis fue nuevamente el intérprete. El equipo de contacto se enteró en esta ocasión de que un joven Korubo estaba enfermo, probablemente de malaria. Al otro día, los Korubo contactados volvieron en busca de más regalos, pero no fueron atendidos por falta de material en el puesto.
Los Korubo reaparecieron nuevamente en el mes de julio, debilitados y más delgados que antes. Permanecieron en la margen opuesta del puesto, la comunicación fue a distancia y duró cuatro horas. Al día siguiente, volvieron al mismo lugar, cinco de ellos nadaron hasta la embarcación de la Funai y los funcionarios del puesto los medicaron. Los Korubo relataron a Binan Matis que había más gente enferma es su maloca.
Luego de estos contactos amistosos, un nuevo ataque de los Korubo hostilizó a Amélio Wandik Chapiwa y José Pacifico de Almeida. El episodio fue suficiente para la inmediata eliminación del puesto de atracción y su transformación en puesto de vigilancia – iniciativa que no tuvo éxito para impedir la entrada de los invasores de la Tierra indígena o expulsar a los que ya ocupan el área. Durante el mismo periodo, otras malocas fueron localizadas por un sobrevuelo.
En 1983, Petrobrás inició una investigación sísmica en una área próxima al primer puesto. Un año después del inicio de las actividades, dos funcionarios de la empresa fueron asesinados por los Korubo en respuesta a ataques contra los indios; puesto que no hay registro del ataque, no se ha podido contabilizar el número de heridos o muertos entre los indios.
Sin embargo, después de la muerte de los funcionarios de Petrobrás, por ejemplo, se encontraron varias malocas quemadas y un Korubo muerto. De acuerdo con un relevamiento de datos sobre conflictos, realizado por el Departamento de Indios Aislados de la Funai, indios gomeros comandados por Flávio Azevedo masacraron a tiros un número incierto de Korubo en el río Itaquaí, en 1979. En otra ocasión, en 1981, el mismo Flávio Azevedo, seguido de Manoel Vicente y João Bezerra, distribuyó harina envenenada a un grupo korubo en el río Itaquaí, donde un Kanamari encontró el cuerpo de un Korubo en 1985. En 1986, tres Korubo fueron asesinados por gente de la región.
De todos estos ataques contra los Korubo, conocidos y relatados por los propios habitantes de la región, y registrados en los documentos de la Funai, solo tres fueron legalmente reconocidos. Aún así, los culpables siguen en libertad y los procesos están detenidos.
En la década de 1990, dos incidentes provocaron la muerte de varios habitantes de la región e impulsaron a la Funai a reiniciar los intentos de aproximación con los Korubo. Al mismo tiempo, la Administración Regional de la Funai en el Valle del Javari denunció la organización de expediciones punitivas y la incitación constante al exterminio de los Korubo por parte del jefe de gobierno de la ciudad de Atalaia do Norte y de políticos y empresarios tanto de Atalaia como de la ciudad de Benjamin Constant.
El contacto oficial con la Funai
Los primeros avances del contacto con los Korubo tuvieron lugar en 1996, cuando una aldea fue localizada. El equipo, liderado por el sertanista (explorador) Sidney Possuelo, llevó el barco Jacurapá hasta la boca del río Ituí, lugar que serviría también como puesto de fiscalización. Otra embarcación, el Waiká, era el punto de apoyo para realizar incursiones río arriba, sobretodo para las observaciones del campamento de atracción – señalado con un tapir, especie de vivienda precaria cubierta con paja, construida por los integrantes del Frente de Contacto en la margen del río, cerca del camino que llevaba hacia la aldea. Ahí eran dejados los regalos utilizados en el proceso de atracción.
En un fragmento de su informe, Possuelo se refiere a la localización de la aldea y del camino utilizado por el equipo de la Funai:
“Entramos en el terreno cultivado, ubicado entre 50 a 60 metros de la aldea, separado del terreno por un fragmento de selva de 30 metros. Los indios contestaron a nuestros cantos, hablaron mucho, pero no se mostraron. Nos quedamos cerca de 45 minutos y calculamos que la mayor parte de los indígenas estaba cazando o caminando por la región. Luego de dejar algunos regalos, volvimos a la embarcación, abriendo un sendero por el cual esperábamos que los indios nos visitasen. En las dos noches que nos quedamos en la selva antes de volver a la embarcación, fuimos cercados por los indios. Imitaron animales, golpearon el suelo con sus porras y lanzaron palos al campamento. Sin grandes incidentes, volvimos al puesto. Ahora tenemos una relación física entre nosotros”.
El 29 de agosto de 1996, los integrantes del Frente de Contacto no encontraron los regalos que habían dejado en el tapiri, salvo la harina, que fue rechazada. A cambio, los indios dejaron otras cosas y un cacho de banana.
El 15 de octubre de 1996, el equipo estableció un nuevo contacto con un grupo korubo de 18 personas, de las cuales cuatro eran mujeres, seis hombres, seis niños y dos niñas. A principios de 1998, un hombre y dos niños fallecieron infectados con la malaria.
Luego de diez meses y cerca de 30 visitas de los Korubo al puesto del Frente, los funcionarios de la Funai fueron atacados por los indios y Raimundo Batista Magalhães, cuyo apodo era Sobral, murió a golpes de porra. Hay muchas interpretaciones del episodio, la más probable indica que una lona fue el motivo de la contienda. Los indios habrían tomado la tela para reforzar el techo del tapiri y Sobral fue a reclamarla. Los indios se habrían enfadado con Sobral porque , al sacar la lona, habría destruido la cabaña.
La muerte del funcionario fue el resultado de una serie de equívocos por parte del Frente , que no habría seguido las instrucciones registradas en un informe, entregado al mismo Sobral. Entre las recomendaciones expresadas en el documento, había una que orientaba al equipo a mantener siempre una superioridad o equivalencia numérica en las interacciones con los Korubo. Otro ítem prohibía la travesía a la otra margen si los indios aparecían. Las dos recomendaciones fueron desobedecidas.
Algunos días después de ese suceso, los Korubo reaparecieron en la boca del igarapé Quebrado. Según un relato escrito por el jefe del Puesto Ituí, algunos Korubo habían sido vistos en las márgenes del río gritando y pidiendo comida, entre otras cosas. La comunicación entre las dos partes tuvo la mediación de los Matis y en ningún momento el barco del equipo de la Funai se aproximó a la margen del río.
En noviembre de 1998, un grupo de cinco hombres, dos mujeres y dos chicos aparecieron en la localidad de Ladário, cercana a la confluencia de los ríos Ituí e Itaquaí, buscando harina y ollas. No hubo conflictos, pero los habitantes de la comunidad, con miedo, pidieron ayuda al equipo de la Funai y le propusieron a la administración regional del órgano estatal en Atalaia do Norte que comprara sus tierras.
El último ataque realizado por los Korubo fue en 2001, cuando mataron a tres madereros en el río Quixito. El ataque tuvo lugar en el momento en que el Fente de Protección Etno-Ambiental abría un claro para la construcción de un nuevo puesto de vigilancia y protección, cercano al sitio donde ocurrió la ofensiva de los Korubo.
En el año 2000, los Korubo relataron a Rieli Franciscato la última masacre que sufrieron, probablemente un año antes del contacto. De acuerdo con el informe de Franciscato, “en julio de 1998, mientras hacíamos un tratamiento de piel a un joven Korubo, al pasar la crema por su cuerpo, palpamos algo que me llamó la atención y que luego fue aclarado por los intérpretes Matis: se trataba de fragmentos de plomo alojados en diversas partes de su cuerpo. En seguida, otros indios empezaron a mostrarnos cicatrices y restos de plomo en diversos puntos de sus cuerpos. Sin mucho entusiasmo y luego de mucha insistencia, los Korubo nos relataron el episodio” (2000: 6).
La historia puede ser resumida de la siguiente manera: seis indios fueron a un terreno de cultivo conocido por los nawa (no-indios) para recoger banana y luego volver a la aldea. Al regresar, pernoctaron en un sitio no muy distante del terreno. Durante el segundo día del viaje de regreso, fueron emboscados por unos hombres en el camino. Dispararon contra los indios y dos de ellos cayeron al suelo, mientras el resto huyó. Una vez que los agresores se fueron, los indios volvieron al sitio donde estaban los heridos y constataron que el hombre había muerto. La mujer vivía, pero no resistió a la caminata hasta la aldea. Debido al dolor de las heridas, no pudieron transportar ni enterrar los cuerpos.
Según el relato de los Korubo, después de haber huido de los nawa, se retiraron al sitio donde fueron contactados en 1996. De acuerdo con las descripciones e informaciones relevadas entre los propios Korubo, los autores de la masacre fueron habitantes de una comunidad de ribeirinhos llamada Ladário, ubicada cerca de la confluencia de los ríos Ituí e Itaquaí.
Hoy en día, el contacto con los no-indios está restringido a los miembros del Frente de la Funai, especialmente a los integrantes del puesto situado en la confluencia de los ríos Ituí e Itaquaí. A veces, los indios van a la ciudad en busca de tratamientos para la salud.
Comunidades korubo
El pequeño grupo korubo contactado en 1996 hoy está dividido en dos comunidades en el bajo Ituí: una queda cerca de la sede del Frente de Contacto y la otra está en el terreno antes ocupado por la antigua comunidad Mário Brasil. Al principio, se constató que los Korubo no tenían nombre para sus comunidades, aunque recientemente algunos han llamado a la comunidad Mário Brasil de Tapalaya.
Cada una de las comunidades está constituida por una maloca, donde habita más de una familia, y por algunas viviendas más chicas que agrupan un número reducido de personas. La maloca es semejante a la de los Matis, con algunas diferencias: solo hay una o dos puertas de entrada, sin puertas laterales. La más nueva está construida a semejanza de los palafitos de la región. Si bien su forma externa sigue el modelo tradicional, en la parte interna fueron incorporadas características propias de las casas de los ribeirinhos, como una estructura en suspensión hecha con palo de paxiúba (tipo de palmera). También hay casas elaboradas a partir del modelo de casa de los ribeirinhos.
En algunas casas tradicionales, hay agujeros en el suelo para meter las porras cercanas a los palos utilizados para colgar las hamacas tradicionales, las industrializadas que les fueron regaladas por la gente de la Funai o aquellas intercambiadas con los Matis. La disposición de las columnas de madera que sostienen la maloca parecen tener también la función de separar compartimentos familiares y organizar las hamacas.
Cerca de las casas, están los senderos que conducen a los terrenos de cultivo de yuca, banana, pupunha (tipo de palmito) y maíz tradicional.
No hay un puesto Indígena en las comunidades, sin embargo el grupo recibe, desde 1996, la ayuda de los integrantes del Frente de Protección Etno-Ambiental del Valle del Javari, institución que forma parte de la Coordinación General de Indios Aislados (CGII-Funai). Entre los miembros del equipo, hay colaboradores indígenas de los Matis, Marubo, Mayoruna y Kanamari, funcionarios de la Funai e indigenistas formados por un convenio entre el Centro de Trabajo Indigenista (CTI) y la CGII, además de un profesional de salud de la Funasa.
El puesto de vigilancia y protección localizado en la confluencia de los ríos Ituí e Itaquaí – la base del Frente – controla y registra el paso de quienes suben y bajan el río, incluso de los indígenas habitantes de la Tierra Indígena, para evitar así la entrada de personas no autorizadas por la Funai y un posible contacto con indios aislados, además de impedir el avance de grupos de explotación de recursos naturales. Los viajeros son siempre alertados sobre la presencia de los indios aislados y los riesgos que un contacto puede traer a estas poblaciones, sobretodo en lo que se refiere a la propagación de enfermedades.
Aspectos culturales
Los rituales de este pueblo no se pueden describir, puesto que muchas prácticas cayeron en desuso tras la separación con el antiguo grupo (aislado). Hoy, este grupo está formado básicamente por jóvenes que no tuvieron la oportunidad de heredar de sus mayores aspectos propios de su cultura. A pesar de todo, todavía realizan algunas danzas y un tipo de llanto mezclado con canto ritual.
En relación con los aspectos materiales de su cultura, se puede observar que el grupo utiliza casi exclusivamente los siguientes instrumentos de caza y guerra: cerbatanas, arco y flecha, la porra y un tipo de lanza. La punta del dardo de la cerbatana es embebida en un veneno elaborado a partir de dos tipos de liana.
Las cerámicas todavía están presentes en la vida cotidiana, pero su fabricación ya no es tan común, puesto que los artefactos tradicionales han sido reemplazados por utensilios industriales, regalados a los indígenas por los funcionarios del Frente y por los Matis.
Sus adornos corporales no son tan exuberantes como los de otros grupos Pano. El adorno tradicional de lo Koruno es la pulsera de tucum, un tipo de fibra extraída de palmeras. Mucho de lo utilizado hoy por el grupo constituye una apropiación de los elementos tradicionales de los Matis, como las pulseras y la forma de perforar las orejas. Las mujeres utilizan una faja de tucum para transportar a sus hijos pequeños.
Otra característica tradicional de los Korubo es el corte del cabello en forma de medio casco (o media luna): se conserva solamente la parte del cabello que sale del centro de la cabeza hasta la frente y se raspa el resto con una planta típica de la región. Además, se usa otro corte tradicional: se raspa todo el cabello, salvo una faja que va de una oreja a la otra, como si fuera un adorno.
Los varones toman una bebida elaborada a partir de un tipo de liana llamado Tati, cuya función es fortalecerlos para la caza.
Fuentes de información
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- ARISI, Bárbara Maisonnave. Matis e Korubo: Contato e índios isolados - Relações entre povos no Vale do Javari, Amazônia. Florianópolis. UFSC, 2007.
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- CEDI. Aconteceu: Povos Indígenas no Brasil/1983. São Paulo: CEDI, 1984.
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