Mura
- Autodenominación
- ¿Donde están? ¿Cuántos son?
- AM 18511 (Siasi/Sesai, 2020)
- Familia linguística
- Mura
Los Mura ocupan una amplia área dentro del complejo hídrico de los ríos Madeira, Amazonas y Purus. Viven tanto en tierras indígenas como en los centros urbanos regionales, como Manaus, Autazes y Borba. Desde las primeras noticias del siglo XVII se los describe como un pueblo navegante, de amplia movilidad territorial y eximio conocimiento de los caminos entre los “igarapés” (pequeños arroyos que nacen en la selva y desembocan en el río) “furos” (hilos de agua en el medio de arboledas que se comunican entre sí y con otros ríos), islas y lagos. En su extenso historial de contacto, sufrieron diversos estigmas, masacres, pérdidas demográficas, lingüísticas y culturales. Originariamente hablaban una lengua aislada, más tarde con el intercambio con los blancos, negros y otras poblaciones indígenas, pasaron a utilizar el Nheengatú (Lengua General Amazónica). En el siglo XX, el portugués se transformó en la principal lengua utilizada. En la actualidad, pese a los cambios históricos, los Mura realizan diversos esfuerzos para ser plenamente reconocidos como un pueblo diferenciado.
Nombre
Hablantes de la lengua portuguesa, los Mura conjugan la miscegenación y la territorialidad en sus formas actuales de autodenominación. Indagados sobre el local de nacimiento o sobre la identidad indígena, los Mura normalmente responden “soy caboclo legítimo del río Madeira”. Por “caboclo legítimo”, tratan de aclarar la condición particular del grupo étnico: afirma la determinación política de ser un Mura, pese a los cambios históricos. De este modo, se da la apropiación de un término regional “caboclo”, que normalmente la gente local utiliza con desprecio para definir al indio “impuro”, aculturado. Positivado por los indios, el término “caboclo” pasa a identificar lo que es ser Mura hoy: indio mezclado, cuya genealogía es el resultado de la incorporación de individuos del nordeste, del Estado de Maranhão, del Perú y no indios en general, que pasaron a formar parte de la etnia, a través de casamientos, en su mayoría con mujeres mura. Por “caboclo” el Mura alude al componente biológico, la sangre indígena, aunque se haya mezclado, “legítimo” señala la pertenencia a una determinada área geográfica; un río, “igapó” (región de la selva amazónica que permanece inundada siempre) o lago por ejemplo. No es más “indio puro” porque vivió el proceso civilizador con todos los horribles matices desde el período colonial hasta el presente. Al asumirse como “caboclos legítimos” los Mura reafirman la conciencia del complejo proceso histórico vivido por el grupo para mantenerse como tal. Sin embargo, la sociedad regional cuestiona frecuentemente si los Mura serían “indios de verdad”.
Lengua
Los Mura de los ríos Madeira y Solimões, hasta principios del siglo XX hablaban la lengua Mura, de un tronco lingüístico aislado. Desde la época de la conquista, estos indios pasaron a usar también la lengua general (o Nheengatu), que paulatinamente fue sustituyendo el portugués.
En 1826, un observador anónimo dejó registrado que los Mura de la desembocadura del río Madeira hablaban la “lengua general además de sus tres giros – el articular nasal, el gutural y el de gaita” (C. Moreira Neto, 1988: 358). Una situación lingüística semejante describió Barbosa Rodrigues (1975) en el río Urubu; Tastevin (1923) en las proximidades de Manaos; y Nimuendajú, con relación a los Muras de los ríos Madeira y Solimões.
El Apaitsiiso, lengua hablada por los Pirahã, los actuales habitantes de los ríos Marmelos y Maici, clasificados por Nimuendaju (1946) como un subgrupo Mura, tienen estas mismas características. Los estudios de Henrichs (1964), Everett (1978, 1983) y Gonçalves (1988, 2001) la describen como una lengua tonal, en la cual evidentemente se establecen significados a partir de la relación de tonos. A través de silbidos y gritos, por ejemplo, los hablantes son capaces de generar una modalidad de comunicación específica, especialmente eficaz para conversaciones a largas distancias.
La lengua general, concebida por los jesuitas a partir de las lenguas Tupi-Guarani de la costa, fue hasta la expulsión de los jesuitas y la creación de un gobierno laico del Directorio Pombalino (1755), la lengua oficial de la colonia en el Grão-Pará, impuesta a todos los nativos en las misiones, en las relaciones comerciales y en los esfuerzos disciplinarios para el trabajo. Hasta el siglo XIX, los Mura la utilizaban ampliamente para comunicarse con los colonos, misioneros, esclavos, negros y otros pueblos indígenas. Sin embargo, esto no quiere decir que hubieran abandonado la lengua Mura. En el siglo XX, el Nheengatu perdió para el portugués el papel de lengua franca intercultural.
Actualmente, los Mura que hablan portugués, así como otros pueblos amazónicos que perdieron sus lenguas maternas, reafirman el Nheenhatu como una lengua indígena. En varios casos, asocian términos y locuciones en la lengua general, hablada por los mayores, a la propia lengua Mura.
En el presente, vienen realizando esfuerzos por valorar y rescatar lingüísticamente y culturalmente diversas "jergas" de la lengua Mura.
Localización
Las fuentes históricas de los siglos XVIII y XIX apuntan la presencia de los Mura en vastas y diversas regiones de la Amazonía oriental. En 1948, Nimuendajú aborda la dimensión de la ocupación territorial y la densidad demográfica de la población del grupo. A partir del siglo XVII, los Mura habrían migrado de la frontera con el Perú (región de Loreto), a varias regiones de los complejos hídricos de los ríos Japurá, Solimões, Madeira, Negro e incluso Trombetas (región de Oriximiná). A esta área de ocupación correspondería una población estimada entre 60.000 y 30.000 personas. En este período, la acción de las tropas de rescate y de las misiones provocó una fragilidad en la población de diversa etnias que ocupaban esas regiones, lo que para muchos benefició el crecimiento de la población y la expansión Mura para el este. En los siglos XVIII e XIX, a pesar de haber sufrido diversos ataques emprendidos por la colonia, mantuvieron extensas posiciones en el complejo hídrico de los ríos Madeira, Solimões y Purus.
Actualmente, los Mura siguen ocupando grandes porciones territoriales en estas mismas regiones hídricas. Se encuentran dispersos en más de 40 tierras indígenas, en diferentes estadios de reglamentación territorial, distribuidos por los municipios de Alvarães, Anori/Beruri, Autazes, Borba, Carceiro da Várzea, Novo Aripuanã, Itacoatiara, Manaquiri, Manicoré y Uarini; todos situados en el Estado de Amazonas, sobre todo en las regiones entre los ríos Madeira y Purus. En los centros urbanos, tales como la capital del Estado, Manaos y las sedes de los municipios habitados, se registra la existencia de barrios casi exclusivamente ocupados por segmentos de la población Mura, que mantienen estrechos vínculos con los habitantes de las aldeas situadas en las TIs.
Población
Como se trata de un pueblo de gran movilidad y disperso por un vasto territorio, los recuentos de la población Mura son altamente imprecisos y difíciles de hacer. El conjunto de los informes publicados por la Funai (Fundación Nacional del Indio), producidos dentro del ámbito de los procesos de reglamentación territorial realizados entre 1991 y 2008, apuntan una población de aproximadamente 9300 personas que habitan las tierras indígenas.
Sin embargo, este cómputo no incluye a la población de las aldeas y Tierras Indígenas cuyos procesos de demarcación aún no se concluyeron, ni siquiera a los habitantes de los centros urbanos. Esto dificulta e incluso impide un planeamiento de políticas públicas adecuadas para atender a la población Mura, tanto en las aldeas como en las ciudades.
Historial del contacto
La presencia mura en el sistema hidrográfico del río Madeira está documentada desde el principio del siglo XVIII. Las primeras noticias coloniales constatan una población de navegantes, con gran dominio de los intrincados caminos fluviales y del arte de subsistencia en los ríos y lagos, que vivía embarcada durante las inundaciones y acampada en jiraus y tapiris (habitaciones provisorias de paja) construidos en la playa durante el verano. En las pocas descripciones de la época, estas características se asociaban a la ausencia; eran considerados pueblos sin religión, sin ley, sin agricultura, sin aldeas y sin cultura material.
Solamente a fines del siglo XX, con el fortalecimiento de la etnología de las tierras bajas sudamericanas, se cuestionaron estas concepciones. En un estudio sobre los Mura-Pirahã, Marco Antonio Gonçalves (1988, 1990, 1993), interpretó esas “ausencias” como la expresión de un patrón cultural minimalista, que encuentra en la “descartabilidad” el principal elemento de su filosofía de vida.
La construcción del enemigo mura
Los Mura acumulan una larga historia de contacto con las sociedades que los circundan. Desde tiempos remotos, colonos y misioneros católicos construyeron y desimanaron fuertes estigmas contra este pueblo, inclusive al punto de rechazar su condición de seres humanos.
A mediados de 1749, se realizaron los primeros y totalmente frustrados intentos de reducir los Mura a las reducciones de la Compañía de Jesús en la región del Madeira. Desde entonces, se los vio como una amenaza a los establecimientos implantados en la región junto a otros pueblos, debido a los frecuentes ataques contra estos núcleos, así como contra las embarcaciones comerciales que actuaban en los cacahuales nativos del río Madeira. La historia de la Vila de Trocano, nombre colonial de Borba, la primera villa de la Amazonía, ilustra este período: acosados por los Mura, los jesuitas transfirieron de lugar Trocano cinco veces. (Ferrari, 1981).
Este tipo de situación y concepción sirvió para sostener la praxis de la violencia y las leyes de excepción contra los Mura. Las primeras denuncias contra este pueblo fueron en la época de hegemonía de la junta de las Misiones, entidad con atribuciones jurídicas, formada por órdenes religiosas católicas que actuaron en el Grão-Pará hasta 1755. Algunas de estas órdenes tenían un comprobado interés mercantil en el río Madeira. Los jesuitas, por ejemplo, explotaban los cacahuales nativos (Azevedo, 1919) y de esta industria de extracción efectuaban un volumen significativo de exportaciones. Para estos emprendimientos, la presencia mura en las márgenes del río Madeira representaba una amenaza que debería ser combatida. Es dentro de este escenario que germinó la creación de los “Autos da Devassa”¹ contra los indios Mura del río Madeira (1738-1739), que consistía en una demanda judicial que presentaban las órdenes religiosas que actuaban en la región del Madeira. A partir de entonces, los Mura pasaron a figurar como enemigos oficiales de la Iglesia y de la Corona portuguesa, aptos para ser asesinados o esclavizados. Durante todo el siglo XVIII, los documentos sobre los Mura posteriores a la “Devassa” repetían y reforzaban imágenes con una fuerte carga peyorativa. Los registros históricos señalan la presencia de “poblaciones salvajes, tratables sólo a través de la guerra y del exterminio”.
Sin embargo, cuando se investigan estos documentos críticamente, se observa la presencia de inconsistencias y contradicciones evidentes. El caso de la “Memoria de la Gentuza Mura” (“Memória do Gentio Mura”), recopilado por Alexandre Rodrigues Ferreira, es notable. Este texto, que sirvió de base para que la Corona Portuguesa le declarara la guerra a los Mura, se escribió en Belén, sin que el autor ni siquiera hubiera iniciado su famosa jornada por la Amazonía, descripta en “El Viaje Filosófico” (Viagem Filosófica). La base de la denuncia contra los Mura y la descripción de sus técnicas de guerra era literaria; el autor le atribuyó a los Mura características guerreras de los Tupí de la costa, que había conocido a través de la lectura de crónicas y relatos de viaje. En 1757, cuando se funda el Directorio Pombalino que garantizaba la libertad formal de los indios, los Mura continuaron siendo una excepción, dado que se los consideraba enemigos oficiales de la Corona. La Carta Régia de 1798 también los excluye de los beneficios de la Ley. Junto con los Karajá y los Munduruku, figuraban como “excepciones a la libertad”. Como eran enemigos irreconciliables de la Corona, siempre se aceptó y oficializó la esclavitud de estas poblaciones.
Data de mediados de 1784 la creación de las primeras reducciones laicas de los indios Mura “pacificados”. Los Mura las frecuentaban en la época de la cosecha. El resto del tiempo la población mantenía hábitos tradicionales de pesca caza y recolección, utilizando para esto las aberturas de los igarapés del sistema hidrográfico del río Madeira. Aunque polémicas desde el punto de la eficacia por sedentarizar a la población que decían abrigar, estas reducciones marcan, sin embargo, una nueva fase de convivencia de estos grupos nativos con la colonia.
Desde el punto de vista de la población indígena, lo que ocurrió fue un abandono gradual de las principales vías del río Madeira y Solimões, por la región de los ríos y lagos de aquel sistema hidrográfico. Con esto se garantizaba protección y una abundante subsistencia para los innúmeros grupos distribuidos en las márgenes de los ríos, lagos, igarapés, ocupando de un modo extenso y poco denso, un territorio de vastas dimensiones. Los Mura poseían conocimiento sobre caminos inaccesibles para el colonizador portugués, de este modo, su presencia se registraba tanto en la villa colonial de Borba como en los ríos Japurá, Purus, Solimões y Negro. La imagen del “Mura Agigantado” que consta en el poema arcádico de Wilckens, se originó en este contexto, en el cual el colonizador, perplejo ante esta capacidad de movilidad, pasó a temer la selva tropical por identificarla como “la morada de la gentuza mura”.
El Mura Agigantado
El inmenso territorio ocupado por los Mura es un tema reincidente en la historia colonial de la Amazonía; al que se asoció el temor de un levante generalizado de este pueblo contra la colonización. Para la mayoría de los autores, esto explica las diversas acciones militares movidas contra el grupo que ocurrieron a mediados de 1774. En varios contextos, los colonizadores retomaban los argumentos de los “Autos da Devassa” y exigían el exterminio completo de este pueblo para evitar la ruina de la “civilización” en la Amazonía.
Dentro de este contexto, es notable que las propias características de sus formas de territorialidad y de su organización social – y no los actos atroces de violencia – contribuyeran a la construcción de la figura peyorativa del “enemigo” mura. Por un lado, la colonia pretendía combatir su extrema movilidad territorial y aversión al sedentarismo que les permitía expandir cada vez más sus áreas de ocupación. Por otro, se apuntaba a combatir la “murificação”, que consistía en la práctica que agregaba a sus propios grupos diversos elementos evadidos de las misiones y villas coloniales; tales como negros, blancos pobres e indios desterrados de orígenes étnicos heterogéneos.
Los Mura y la “cabanagem”² (siglo XIX)
En el siglo XIX, los Mura tuvieron una presencia marcada en los conflictos armados de cabanagem (1835-1840), ocurridos en todo el territorio de la Amazonía brasileña. En la época, se constató una fuerte presencia de los Mura en el complejo hídrico de los ríos Madeira y Solimões, a través de la propia documentación efectuada por los represores. La represión, actuó intensamente en la región entre 1836- cuando ocurrió la retomada legalista de Belém y la intensificación de los combates al interior – hasta mediados de 1840, cuando el presidente de la provincia dio por finalizados los enfrentamientos con la rendición de aproximadamente 800 rebeldes en la región de Maués, situada en la región de la isla Tupinambarana (curso del río Amazonas), entre los ríos Madeira-Tapajós.
Así como, otros opositores a la “legalidad del Imperio”, los Mura eran considerados de forma genérica como “cabanos”, enemigos de los “hombres de bien, de la civilización y de la humanidad” pasibles de ser legalmente exterminados, esclavizados (remitidos a cuerpos militares de trabajadores) o desterrados de la provincia para otras regiones del Imperio (Moreira Neto, 1988; Mahalem de Lima, 2008).
Un estudio reciente sobre la memoria de los Mura de Autazes sobre la “cabanagem”, presenta otras versiones. En la memoria de los ancianos de la aldea de Autazes, se trató de una guerra contra los Mura. En las narraciones, los “cabanos” no serían ellos mismos o aquellos a los que se aliaron, sino los portugueses, los militares y los soldados vinculados a las fuerzas legalistas, como las poblaciones indígenas de los ríos Tapajós (Munduruku) y Negro, que se aliaron a ellos (Castro Pereira, 2009).
La represión militar a los “cabanos” marca una de las más dramáticas páginas de la historia de la Amazonía. Simultáneamente, a los procesos de destierro y esclavización, se estima la muerte de 40000 personas (lo equivalente a un tercio de la incierta población indígena de la amazonía de la época). Vencidos en más una guerra y nuevamente blanco de programas de “pacificación”, los Mura fueron descriptos por los viajeros del siglo XIX, como Spix & Martius (1976 [1823]) y Coutinho (1861), en la condición de nativos corrompidos por el contacto, “aculturados, viciosos, que se empleaban en la pesca y caza de animales acuáticos a cambio de aguardiente. En fin, eran considerados como una población decadente y altamente primitiva. En tanto, se nota que aunque fueron derrotados en combates y estigmatizados por la visión del colonizador, los Mura continuaron siendo la principal y más numerosa población del sistema hidrográfico del río Madeira.
Los Mura y la actuación del Servicio de Protección a los Indios - SPI
El SPI, se hizo presente en las tierras mura del municipio de Borba desde las primeras décadas del siglo XX, cuando se iniciaron los trabajos de demarcación de sus tierras. En 1917, el Gobierno del Estado del Amazonas, autorizó la concesión de lotes de tierra a la población indígena, lo que llevó al SPI a demarcar lotes destinados a los Mura en los municipios de Manicoré, Careiro, Itacoatiara y Borba.
La concesión de pequeños lotes de tierra y la concentración de la población mura en aldeas, tal como en la situación actual, fue un hecho históricamente construido en este contexto y probablemente data de las dos primeras décadas del siglo XX. Al mismo tiempo, la medida apuntaba a racionalizar el uso de un vasto territorio y de la mano de obra indígena, concentrando a los indios en lotes debidamente demarcados y liberando para la población no indígena lo restante del área. De este modo, se creaban en el territorio tradicional de los Mura dos estatutos diferenciados de uso de la tierra: la tierra de los indios, configurándose como área federal, “de la nación”, con sus habitantes tutelados por el SPI; y la tierra de los “civilizados”, de jurisdicción municipal.
Las fuentes históricas registran varios conflictos de interés entre los agentes del SPI y los Mura. Nimuendaju, que estuvo en Borba en 1926, se refiere a la muerte de un funcionario del SPI en Sapucaioroca y Vista Alegre, acusado por los Mura de estar demarcando tierras de los indios para particulares.
En Jutaí de Igapó-Açú, la Inspectoría del DPI mantenía un delegado, el Sr. Odorico Ferreira Chaves, que aparece en la documentación como líder no indio instalado en la aldea con la función de explotar el trabajo de los indios y organizar el comercio de la castaña. El funcionario del SPI, tal como en otras regiones de la Amazonía, cumplía el rol del “patrón” de los cauchales, cargo muchas veces ocupado por la policía local.
Los Mura y la actuación de la Fundación Nacional del Indio (FUNAI)
La política de arrendamiento en el período del SPI explica en parte el fenómeno migratorio de los Mura en dirección a los centros urbanos de la región. Un levantamiento más sistemático de las corrientes migratorias de la población indígena en dirección a los barrios Mura de Borba y Autazes, podría aclarar este episodio reciente de la historia de los Mura. Asimismo, elucidar los mecanismos de actuación de las políticas indigenistas que incitó al grupo a abandonar su aldea y a concentrarse en barrios urbanos habitados exclusivamente por los Mura.
La retomada de los Mura – y el reconocimiento oficial- de sus territorios tradicionales es un fenómeno reciente en su historia. Este proceso de reocupación y reorganización de las aldeas se inició a mediados de los años 1970 y fue respaldado en la década siguiente por las movilizaciones de las organizaciones indígenas de la Amazonía en torno a la cuestión de la tierra. Los Mura participaron desde los primeros años de formación de la COIAB (Coordinación de las Organizaciones Indígenas Brasileñas), a través de liderazgos que fundaron el CIM (Consejo Indígena Mura).
En 1987, la Funai dirigía su atención a los Mura, más específicamente al territorio de Cunhã-Sapucaia y Jutaí, áreas de interés de la Petrobrás, que pretendía realizar estudios y posteriormente extracción de petróleo y gases raros en las Tierras Indígenas del río Preto do Igapó-Açú. El trabajo de investigación consistía en abrir atajos y dos líneas sísmicas en un territorio que en Brasilia suponían, no estaba ocupado por el grupo. Cuando se iniciaron los trabajos, las autoridades e investigadores constataron que el área de interés de la Petrobrás incidía en el territorio de ocupación de los Mura. Los informes, registraban con cierta sorpresa, que los Mura surgían de adentro de la selva y reivindicaban aquel territorio para ellos mismos.
Olvidados y desapoderados por el poder tutelar desde mediados del siglo XX, los Mura se veían ante un evento global de dimensiones inéditas, que prometía cambios radicales en el seno de su sociedad. Se intentaba seducir a los indios con el dinero de las indemnizaciones; además se les ofrecía la posibilidad de incorporarse a los frentes de trabajo, se les concedía obsequios, canastas familiares, utensilios, así como la posibilidad de convivir con un aparato tecnológico cinematográfico.
A través de la Funai, quedó acordado, el pago de indemnizaciones debidas a los indios. Parte de este dinero le fue pago al líder Sapucaia, electo representante de la población Mura. Lo restante del valor fue depositado en una Libreta de Ahorro que terminó siendo confiscado por el gobierno en virtud de los cambios económicos de la administración Collor.
Frustrante desde el punto de vista económico, los hechos provocados por la búsqueda de petróleo tuvieron efectos notables. Los Mura se movilizaron una vez más en defensa de sus territorios y los líderes que participaban de la negociación fueron proyectados a otra esfera política, que articulaba la dinámica de la vida local directamente con Brasilia.
Notas
¹ Documento que inaugura los procesos jurídicos publicados contra los indios.
² Movimiento insurreccional de carácter político y popular que ocurrió en la provincia del Gran Pará en 1835-1836, con agitaciones y revueltas populares locales.
Organización social y política
La extensa presencia de los Mura en el sistema hidrográfico del río Madeira confirma un modelo de vivienda que prioriza el hábitat en las riberas, garantizando la subsistencia y la movilidad de los segmentos de grupos. Los testimonios de los moradores sobre los modelos de vivienda a principios de siglo representan una ocupación dispersa de los núcleos familiares por la vasta área de los lagos e igarapés. La concentración de la población mura en aldeas, tal como se presentan hoy, fue un hecho históricamente constituido por la intervención del Servicio de Protección al Indio (SPI) y posiblemente se remonta a las dos primeras décadas del siglo XX.
La opción de vivienda de los Mura junto a los lagos es un trazo cultural tradicional, que también estuvo condicionado por imposiciones históricas. Originariamente, estos eximios pescadores y navegadores del río Madeira, encontraban abundantes provisiones en los lagos y arroyos, de donde provenía el abastecimiento de pescados y tortugas. Las razones históricas (planteadas en la sección Historial del contacto), que involucran la esclavitud y el exterminio, llevaron a los Mura a buscar refugio y protección en los lagos e igarapés distantes de las grandes vías de comunicación fluvial, donde la colonia marcaba presencia cada vez más ostensiva y opresiva para los nativos de la región.
Las aldeas mura contemporáneas se caracterizan por un conjunto de habitaciones que no pasa de treinta unidades residenciales, ubicadas en las tierras más altas a lo largo de los lagos o de los principales igarapés. La vida útil de una aldea mura es relativamente pequeña; nuevos núcleos de población del territorio sustituyen las aldeas antiguas, que se abandonan hasta una nueva ocupación. A lo largo de la vida, un individuo mura llega a construir más de diez casas en un mismo territorio de ocupación.
El tipo de casa utilizada por los Mura poco difiere del patrón de construcción de la ribera amazónica: son casas de piso de tierra pisada o de madera, paredes de paja o madera y techos de paja. La cocina queda fuera del dormitorio y se mantiene una cocina a leña siempre encendida, potes de agua y pocos utensilios. En general, las habitaciones forman conjuntos segmentares que diseñan unidades familiares alrededor de un núcleo formado por las mujeres mayores de la aldea.
El grado de proximidad e intercambio entre los moradores y las aldeas mura está determinado por afinidades que se basan en el parentesco y en la vida política. Los arreglos políticos involucran la mayor parte de las veces acuerdos para el aprovechamiento de los recursos naturales del área que se mantiene bajo la influencia de los liderazgos de las principales aldeas. De este modo, la movilidad mura no se debe confundir con el uso desreglado de una territorialidad genérica e indeterminada.
Al contrario de aislados, los Mura se relacionan en amplias redes de relaciones entre distintos locales que van más allá de los límites de la aldea y de la Tierra Indígena. Participan de esta red, no solo los moradores de las comunidades, como también los parientes que viven en los municipios de la región, tales como Itacoatiara, Borba, Autazes e inclusive Manaos.
Actividades Productivas
Aunque la economía de los Mura está orientada a la subsistencia, en escalas diferentes, está marcada por actividades de trabajo y comercio más amplias. La venta de harina (de mandioca), la participación en los emprendimientos realizados por barcos pesqueros o de ecoturismo, asimismo, la extracción de madera y paja para comercializar en las ciudades. Estas actividades ocupan de forma variada a la población de las aldeas. Las distintas comunidades constituyen diferentes perfiles económicos, con características que varían de las que se inclinan más a la extracción y comercialización de madera, a las que se dedican a las actividades agrícolas y a la comercialización de frutas regionales. De manera general, las aldeas mura proveen de tripulantes a las embarcaciones o pescadores para los barcos de pesca comercial y turismo ecológico.
En su historia reciente de contacto con la sociedad nacional, los Mura protagonizaron el papel del trabajador semiesclavo, que vende su fuerza de trabajo y la tierra a cambio de asistencia a la salud y mercaderías manufacturadas, en una serie de ciclos económicos que marcaron toda la Amazonía. El tipo de relación de trabajo que se les impuso históricamente, lejos del asistencialismo y de la tutela del gobierno federal y totalmente a merced de las explotaciones inescrupulosas de los patrones y regatones, al final del siglo XX pasa a reproducirse internamente en las relaciones que se dan entre los liderazgos y las comunidades mura.
En la división del trabajo, los hombres cazan, pescan abren el terreno para nuevos cultivos y para ampliar las plantaciones. Los niños y las mujeres abastecen de pescado las comidas diarias, que se intercalan eventualmente con carne de caza obtenida por los hombres. Los niños se inician temprano en las cazadas en la TI Cunha-Sapucaia, acompañan a sus padres por los senderos de caza que son del dominio de cada familia.
En las comunidades que se dedican más a las actividades madereras, son los hombres los que penetran en la selva en busca de madera, entre tanto, son auxiliados por los jóvenes y los niños que de manera general ayudan en las otras tareas. Las mujeres son responsables por cuidar las plantaciones. Toda la comunidad participa en la cosecha de la castaña do Pará. Para comercializar el excedente, siguen la división por unidades familiares.
Los Mura combinan actividades de diversas naturalezas para garantizar su sustento. La base alimentar es el pescado, que se encuentra con facilidad en los igarapés y ríos de la región, se consume hervido o asado junto con harina de mandioca, producida por cada unidad familiar, en las casas de harina comunitarias (generalmente de propiedad de una familia extensa) Consumen café, azúcar, arroz, fideos, sal bizcochos, ítems adquiridos en la ciudad. Asimismo, adquieren medicamentos, ropas, combustible y herramientas.
En general, las sembradíos muras se replantan en un local diferente al anterior cada dos ciclos de la cosecha. Los derivados de mandioca son ampliamente consumidos durante todo el año. Las aldeas poseen al menos un equipo para la producción de harina, aunque lo ideal es que cada familia extensa tenga su propia casa de harina. En las plantaciones, plantan diversos tipos de mandioca, así como otras raíces y tubérculos que equilibran y completan con los nutrientes necesarios su dieta alimentar.
Los Mura son hábiles pescadores y cazadores. Aprecian los pescados como jaraqui (Prochilodus brama), la traíra (Hoplias malabaricus), el tucunaré (Cichla ocellaris), el matrinxã (Brycon hilarii) y carnes de caza como: anta, venado, cerdo caititu, mono Prego, mono guariba, tortuga jaboti, tipo de jabalí salvaje (Tayassu pecari), cotia (tipo de roedor herbívoro), mutum (ave de la familia de los dos cracídeos) y aracuã (ave de la familia de los cracídeos) Estas actividades se practican dentro de los moldes tradicionales, pero no dejan de usar las tecnologías incorporadas por la gente local. La pesca se realiza con flecha, lanza y anzuelo. En la caza utilizan perros. Sólo algunos moradores tienen escopetas.
La recolección de varios tipos de castaña se destaca como una de las principales actividades de todas las comunidades. Son muy apreciadas y complementan la dieta alimentar, junto con diversas frutas encontradas en la región, tales como, asaí, amapá, babasu, bacaba, muriti, piquiá, tucumã, uixi; así como las frutas de casa plantadas en las proximidades de las viviendas, como la palta, el ananá, acerola, banana, cacao, café, acajú, caña de azúcar, carambola, coco, copuoazú, guayaba, jaca, yambo, janipaba, jutaí, naranja, lima, limón, papaya, mango, maracuyá, pijuayo y sandía.
La actividad extractiva constituye una práctica tradicional de los Mura, que antecede y supera en importancia a la agricultura. Fue con la recolección y la venta de la castaña de Pará que los Mura desarrollaron mecanismos para enfrentar el mercado de consumo, La experiencia adquirida se emplea en la venta de madera, el producto más solicitado por el mercado local. Con la decadencia de la era de la castaña do Pará, se registró un aumento de las actividades madereras y pastoriles en toda la región.
Alegando una baja productividad de las castañeras de la región, los Mura vienen complementando gradualmente la oferta de castaña de Pará en el mercado regional con otros productos, entre los cuales la madera es el que tiene mayor aceptación y mejor precio.
El extractivismo involucra una serie de agentes que participan de la vida del grupo social y que son elementos importantes para que comprendamos la dinámica de estas sociedades. Estos mecanismos, consistían, antes de la homologación de las Tierras Indígenas Mura, en la alianza con uno o más barcos de regatones, con los que se sellaban pactos de exclusividad de comercio.
Fuentes de información
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