De Pueblos Indígenas en Brasil
Foto: Oscar Calavia

Yaminawá

Autodenominación
¿Donde están? ¿Cuántos son?
Bolivia 630 (, 1997)
AC 1454 (Siasi/Sesai, 2014)
Peru 600 (INEI, 2007)
Familia linguística
Pano
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Los Yaminawá son los habitantes del centro de la selva y de la miserable periferia de las ciudades: representan el ‘salvaje’ marginal o el indio ‘aculturado’ que mendiga en las calles. De esta manera, encarnan en si mismos las contradicciones mas dramáticas del imaginario y de la historia de la Amazonía. Precisamente podemos encontrar esas dos (2) versiones de los Yaminawá en una página de ‘Gazeta de Río Blanco’ (17/09/97): por un lado se informa de la presencia de estos indígenas en una ‘Favela’ (asentamiento humano generalmente ubicado en las márgenes de las ciudades y que se caracterizan por su pobreza y por asociarse, en ocasiones, a la criminalidad) de la capital acreana (del estado brasilero de ‘Acre’); y por otro, se les atribuyen una serie de ataques con los que aterrorizan a los habitantes de una remota plantación cauchera.

Nombre

Yaminawá do Purus. Foto: Oscar Calavia
Yaminawá do Purus. Foto: Oscar Calavia

El término Yaminawá comienza a aparecer en la segunda mitad del siglo pasado, y frecuentemente se traduce como ‘gente de hacha’ (a veces de piedra -índice de ‘primitivismo’- y a veces de hierro), debido a la avidez con la que dichos indígenas buscaban utensilios de metal en las plantaciones de caucho.

Es muy común que solamente se sepa de los Yaminawá por medio de otros indios como los Kaxinawá (del Brasil) y los Shipibo (del Perú), quienes temen sus incursiones o son víctimas de ellas. Es importante mencionar que ‘Yaminawá’ es el nombre con el que los blancos los designaron, y que ellos decidieron adoptar. Las grafías de esa denominación son muy variables: además de Yaminawá (en el Brasil) y Yaminahua (en el Perú y en Bolivia), se puede encontrar ‘Yuminahua’, ‘Yabinahua’, ‘Yambinahua’, etc. Pero más allá de la diversidad ortográfica, debemos tener en cuenta que la costumbre de hacer cambios a los nombres de los pueblos vecinos -muy común en el juego de las relaciones interétnicas Pano-, también puede generar otras nuevas versiones.

El sufijo ‘nawa’, que caracteriza a la gran mayoría de los pueblos Pano del estado de Acre, se presenta en versión oxítona o paroxítona dependiendo del pueblo. La palabra ‘Yaminawá’ expresa mucho mejor la pronunciación indígena ( la ‘j’ del portugués es extraña a su lengua, al igual que el sonido cerrado del español ‘hua’ o ‘gua’), y por esta vía, se preservan las connotaciones históricas del nombre. Asimismo, es importante decir que los ‘nawa’ forman un gran conjunto de grupos que a lo largo de su historia se han ido combinando de diversas maneras, provocando así sucesivas escisiones, fusiones, anexiones y reacomodaciones.

Como se mencionaba hace un momento, los Yaminawá se identifican con un nombre que fue dado por otros. Sin embargo, dentro de una serie virtualmente infinita de denominaciones, ellos explican que sus ‘verdaderos’ nombres son: Xixinawá (xixi = coatí blanco), Yawanawá (yawa = pecarí barbiblanco o cafuche), Bashonawá (basho = chucha -Didelphis marsupiales), etc. Algunos de esos nombres coinciden con las denominaciones de pueblos genealógica e históricamente diferentes, aunque su lengua y cultura sean muy cercanas. Tal es el caso de la designación ‘Yawanawá’, con la que no se alude aquí a los indígenas Yawanawá del Río Gregorio. Vale la pena mencionar que ‘nawa’, además de ser un sufijo étnico es la palabra con la cual se nombra a los blancos.

Lengua

Los Yaminawá son hablantes de una lengua Pano, la cual se clasifica en un mismo subgrupo con otras lenguas nawa de la región de Purus (de ambos lados de la frontera). Dicha lengua es inteligible para otros grupos del área de Purus como los Sharanahua o Marinawá, pero no lo es para los Kaxinawá ni para los Amahuaca, a pesar de que también son grupos cercanos. Además, la lengua de los Yaminawá coincide, con mínimas variaciones fonéticas, con la lengua de los Yawanawá del Río Gregorio. En términos generales, los hablantes de esta lengua atribuyen a las demás lenguas Pano una proximidad mucho mayor a la que es admitida por los técnicos. Por ejemplo, algunos Yawanawá del Río Gregorio dicen que se pueden entender con los Shipibo del Ucayali.

Puede decirse que los Yaminawá son bilingües, con excepción de la generación más vieja que a duras penas conoce algunas palabras del portugués y el español. Estos indígenas han participado de los proyectos pedagógicos liderados por la Comisión Pro-Indio del estado del Acre, aunque sus resultados han sido dudosos. El prestigio de la actividad escolar –y de algunos de los profesores- es bastante bajo en el grupo. De hecho, la frecuencia de asistencia a las clases es muy escasa e irregular en comparación con lo que se observa en otros grupos, a lo que se suma que las recientes escisiones entre estos grupos, han provocado el aislamiento de la mayor parte de los Yaminawá de la actividad educativa. Asimismo, la implementación de proyectos de desarrollo –gubernamentales o no-, ha enfrentado especial dificultad entre los Yaminawá, debido básicamente a su inestabilidad política.  

Localización, población y movilidad

¿Cual sería entonces el sujeto y el hilo conductor de la historia de ese pueblo? Debemos pensar a los indígenas Yaminawá como un conjunto de líneas que se entrecruzan. Primero que todo, los Yaminawá del río Acre ubican el comienzo de su historia en dos (2) grandes comunidades: una que queda sobre el Río Moa –no el afluente del Juruá sino otro mas pequeño-, y otra entre los ríos Iaco y Tahuamanu. De allí se desplazaron hacia las cabeceras del Río Chandless, donde tuvieron los primeros contactos pacíficos con los blancos (caucheros peruanos o bolivianos). Los Yaminawá convivían con los Sharanawa, los Marinawá y los Mastanawa en el lado peruano del Río Shambuyacu, y esos grupos a su vez intermediaban geográfica y comercialmente con los blancos, tal y como lo hacían los Shipibo mas hacia el noroeste. Frecuentemente, las relaciones con esos otros grupos Pano terminaban en conflicto, y en que los Yaminawá abandonaban sus lugares para internarse selva adentro.

Después de un largo periodo entre acercamientos pacíficos y correrías (muchas veces protagonizadas por los indios Manchineri que estaban aliados a los caucheros), los Yaminawá comienzan a establecer relaciones directas con patrones blancos entre el Río Acre y el Iaco. En 1968, y como un hecho hasta entonces inédito entre los Yaminawá, un grupo de mas de cien (100) de ellos, debilitados por repetidas epidemias, deciden instalarse en la plantación de caucho llamada ‘Petrópolis’. Hecho que les lleva a asumir un cierto grado de dependencia de los blancos.

Hacia 1975, cuando se instala la Funai (Fundación Nacional del Indio) en el estado del Acre, comienzan a describirse en sus informes una serie de situaciones clásicas vividas por los Yaminawá: alcoholismo, prostitución, desorganización del grupo y explotación económica. Pero con el establecimiento del Puesto Indígena en dicho año, se logra romper el monopolio de la chauchería de Petrópolis. Además, con el apoyo recibido por la Funai, los Yaminawá se instalan río arriba en el área de Mamoadate, donde se congregan dos (2) comunidades Yaminawá (‘Bétel’ y ‘Jatobá’) y una de indígenas Manchineri (‘Extrema’). Pero en 1989, posiblemente por las discrepancias internas entre los Yaminawá y por las ganas de acercarse mas al mundo blanco, un amplio grupo bajo el liderazgo de José Correia Tunumã, migra hacia el Río Acre donde ya para entonces vivían otros de ellos. Finalmente, en 1998 es homologada la Tierra Indígena (TI) ‘Cabeceras del Río Acre’ en el municipio de Assis Brasil en frontera con Perú.

Existen otras comunidades con las que los Yaminawá reconocen cercanos vínculos de parentesco. La primera, conocida como ‘la Escuela’ (en territorio boliviano), queda aproximadamente a dos (2) horas en canoa desde Assis Brasil, y es una comunidad Yaminawá del subgrupo Yawanawá que cuenta con una población cercana a los doscientos (200) habitantes, y que se organiza en torno a una misión protestante. La segunda se ubica en el barrio Samaúma del municipio de Brasiléia. Allí habita desde 1987 una parte del grupo Yaminawá del Río Iaco, la cual decidió separarse debido a un conflicto interno, y desde entonces se hacen llamar ‘Bashonawá’. Éstos indígenas de Brasiléia están privados de tierras, y viven en una situación muy precaria al no tener chagras ni fuentes de ingresos fijos.

En los ríos Iaco y Purus hay más Yaminawá. En la zona de Guajará en el Río Iaco hay una comunidad, y aguas arriba se encuentra la Tierra Indígena Mamoadate que congrega algo mas de cien (100) Xixinawá en la comunidad de Bétel. En el Purus hay un grupo Paumari que también cuenta con Kaxinawa, Xixinawá y familias nucleares dispersas y mezcladas con peruanos, que oscila entre ochenta (80) y noventa (90) personas. Cerca de la frontera peruana de Purus, algunos Paumari se han desplazado hacia Sepahua (en el Río Urubamba) y están vinculados a una misión católica dominicana. En territorio peruano existen todavía algunas comunidades Yaminawá en el Río Purus y otras mas en el área del alto Juruá entre los ríos Mapuya y Huacapishtea. Pero los Yaminawá del lado brasilero tienen pocas noticias sobre sus paisanos del lado peruano. Otros grupos como los Jaminawa (en el Brasil) que se encuentran en la comunidad Igarapé Preto, no tienen relaciones con los Yaminawá aquí descritos.

Los Yaminawá acostumbran instalarse en estrecha relación con otros pueblos indígenas. En el Brasil lo hacen especialmente con los Manchineri que tienen una lengua de la familia Arawak. Son muy frecuentes las relaciones matrimoniales entre dichos grupos, aunque éstas no sean consideradas como casamientos ‘legítimos’. También hay un visible mestizaje con los ‘blancos’, pero éste proceso no ha dado lugar a la categoría de ‘mestizo’: la alteridad de los blancos es asimilada dentro del conjunto de alteridades que organizan las relaciones entre los diversos grupos nawa. Debe advertírsele al lector, que la precariedad de los datos sobre estas temáticas, tiene que ver con las frecuentes rearticulaciones de los grupos en cuestión. De hecho, poco después de terminar mi trabajo de campo en 1993, el asesinato de un Yaminawá en Brasiléia a manos de un Bashonawá residente de esa ciudad, terminó provocando una división en el grupo del Río Acre: dos (2) numerosos grupos -que frecuentaban la ciudad del Río Blanco- fueron reubicados en Santa Rosa (alto Juruá) y en el Río Caeté en los años siguientes; mientras que otra parte considerable del grupo fue instalada en la capital de manera mas o menos permanente. La población total de Yaminawá en el Brasil es difícil de calcular, aunque para 1998 los grupos aquí descritos alcanzaban una cifra aproximada de quinientos (500) individuos.

Según el censo peruano de 1993, en ese país había para entonces una población de trescientos veinticuatro (324) Yaminawá. En el caso boliviano, de acuerdo con el libro ‘Amazonía Peruana’ (1997), éste grupo alcanzaba en esa época una población de seiscientos treinta (630) individuos.

El contacto de los Yaminawá con los misioneros ha sido esporádico o indirecto: primero fue con los misioneros católicos dominicanos del Perú que se metían arriesgadamente entre las plantaciones de caucho, y después con los misioneros evangélicos de la ‘Misión Nuevas Tribus del Brasil’, que se instalaron junto a los Manchineri en la Tierra Indígena Mamoadate en el Río Iaco. En la comunidad ‘la Escuela’ (en la margen boliviana del río Acre), se lleva acabo una catequización mucho mas sistemática. Sin embargo, puede decirse que hasta ahora las misiones no han generado grandes efectos sobre la cultura tradicional de estos grupos indígenas.

En los últimos diez (10) años se ha intensificado la presencia de Yaminawá en Río Blanco; ciudad a la que llegan a instalarse en la Casa del Indio, o en las favelas del municipio, o en precarios asentamientos en el centro de la ciudad, o debajo del puente. Las consecuencias de lo anterior son bien graves y preocupantes: desnutrición infantil, alto riesgo de enfermedades de trasmisión sexual, conflictos que terminan en la comisaría o en la cárcel, sin hablar del alto índice de alcoholismo que viene desde los tiempos de las caucherias y que en la ciudad se agrava por la mala alimentación. Esa atracción fatal por la ciudad es la cara oscura de la colaboración prestada por las entidades indigenistas a los Yaminawá: con mucha frecuencia, el compromiso político de los líderes Yaminawá ha hecho que se trasladen a la ciudad, con lo que se priva a la comunidad de su centro de referencia y de una institución esencial para resolver los conflictos. Sin posibilidades de atacar la raíz del problema, la forma de reaccionar de la Funai ha sido desplazar a los grupos en conflicto hacia otras áreas distantes –como fue el caso de Santa Rosa y Caeté. Dispersión que es muy negativa para la defensa de los derechos territoriales ya adquiridos por el grupo.

Los Yaminawá están vinculados a la UNI-Acre desde su creación.

Economía y organización social

Los Yaminawá practican una agricultura de subsistencia que esta casi completamente monopolizada por el cultivo de yuca y banano. En términos generales, se puede decir que éstos indígenas disponen de una caza abundante, aunque la pesca -al menos en la comunidad del Río Acre- es pobre en la mayor parte del año. La integración económica de los Yaminawá al mundo blanco es secundaria y marginal, puesto que los salarios y los subsidios de FUNRURAL, así como aquellos provenientes de los proyectos educativos o de desarrollo, generalmente están comprometidos con los comerciantes del municipio de Assis Brasil.

En términos generales puede decirse que, tanto los salarios como el jornal que los Yaminawá reciben en los trabajos diarios, así como las ganancias de la venta de banano, pescado y caza, solamente les alcanzan para financiar los viajes y las estadías en los municipios de Assis Brasil y Río Blanco. Por otra parte, la cría de ganado o cerdos, al igual que la plantación de arroz o las actividades extractivas, son emprendimientos individuales y poco significativos. La presión de los blancos sobre los territorios de los Yaminawá –sobretodo aquellas zonas de frontera donde se encuentran áreas de preservación- se limita a la acción individual de pescadores o cazadores. Sin embargo, la eventual pavimentación de la trecho de la carretera que conecta Acre con Perú (por la vía Assis Brasil - Iñapari), podría alterar dicha situación.

Las comunidades Yaminawá son un agregado de pequeños conjuntos de casas, cada uno de los cuales puede reunir a un ‘viejo’ con sus hijas y yernos, o a dos (2) ‘viejos’ cuñados cuyos hijos se casaron entre sí, o a un grupo de hermanos con sus familias. El conjunto de las casas familiares (palafitos construidos sobre los barrancos del río al estilo de las casas de las caucherías), equivale a la maloca colectiva que se veía en tiempos antiguos, y se designa con el mismo nombre: ‘peshewa’. Cuando el jefe del grupo vuelve, puede establecer un asentamiento mayor para congregar varias familias y jóvenes solteros, aunque usualmente este tipo de concentraciones son pasajeras.

Los Yaminawá se dividen en un número indeterminado de ‘kaio’, es decir, clanes de carácter totémico y de línea paterna, cuyo conjunto generalmente coincide con el de sus etnónimos: Xixinawá, Yawanawá, Bashonawá, Xapanawá, etc. En el plano simbólico, esa división parece un desdoblamiento del dualismo comúnmente existente entre los grupos Pano: la tradición indica que las relaciones con los animales epónimos resaltan una de las reglas que definen la conducta con los consanguíneos. Pero no debe exagerarse la trascendencia ni la objetividad de esas unidades parentales, ya que dependiendo del contexto, un Yaminawá puede ser contado en ‘katios’ diferentes, y la residencia también puede modificarlo. Sin embargo, un ‘kaio’ predomina en cada comunidad y termina funcionando esencialmente como etnónimo. Además, las diversas comunidades frecuentemente segregadas por los conflictos, terminan operando como grupos exogámicos. De hecho, podríamos decir que las disputas terminan siendo una condición previa a la alianza matrimonial.

Cuando nos acercamos a un pequeño grupo residencial – y sobretodo cuando interrogamos a las mujeres-, reafirmamos que la sociedad Yaminawá es dualista: los habitantes de una ‘peshewa’ se clasifican en dos (2) mitades (por ejemplo Xixinawá y Yawanawá) respectivamente consanguíneas y afines desde el punto de vista de un ego. Aunque por otra parte, los Yaminawá ‘disgregados’ muestran perspectivas alternativas de un mismo tipo de organización. En últimas, la parte que privilegia las ‘mitades’ manifiesta un punto de vista local, ‘sociológico’ y predominantemente femenino, mientras que la parte que insiste en la pluralidad de los grupos nawa, es global, histórica y habitualmente expuesta en los discursos masculinos.

Las autoridades internas

La autoridad Yaminawá puede designarse con los términos de ‘diyewo’, ‘tuxaua’, ‘patrón’ o ‘líder’. Cuatro (4) palabras que resumen la historia política de los Yaminawá en este siglo. Un ‘diyewo’ es una persona rica concebida como la cabeza de una familia poderosa de quien dependen muchos jóvenes. Este tipo de autoridad aún existe y opera en el ámbito del parentesco.

Por otra parte, el ‘tuxaua’ y el ‘patrón’ nos hacen recordar la época de contacto de los Yaminawá con los caucheros y su vinculación a las haciendas. En términos generales, el ‘tuxaua’ era un ‘diyewo’ mas o menos importante, que establecía relaciones de clientela o compadrazgo con un patrono blanco dentro del sistema de ‘habilitación y enganche’ (también conocido como sistema de ‘aviamento’). Dicho sistema, tan común en la amazonía, tenía como objetivo reclutar mano de obra indígena para la realización de tareas tan diversas como la extracción de recursos forestales, la obtención de pieles, caza y pesca de animales, el lavado de oro, la talado de maderas finas y la cosecha de algunos productos (sistema parcialmente coercitivo que genero la pérdida de autonomía económica de los indígenas). El poder del ‘tuxaua’ reside entonces en su habilidad para lidiar con el mundo externo, destreza que puede convertirlo en ‘patrón’ a los ojos de sus seguidores.

Por su parte, el ‘líder’ pertenece a la época en que los Yaminawá establecen alianzas con los blancos, comenzando por la Funai (Fundación Nacional del Indio) y terminando con ONG’s nacionales e internacionales que les dan a dichos líderes una amplia autonomía frente a los patrones locales. En cierto sentido, y a pesar del discurso tradicionalista que caracteriza esta versión de autoridad, ‘el líder’ es la modalidad que más se distancia del modelo de ‘diyewo’, puesto que se trata de un hombre mucho más joven que tiene un peso e importancia muy baja dentro del sistema de parentesco.

Ahora bien, la persistencia en el uso de los cuatro (4) términos indica que al día de hoy los cuatro (4) modelos de autoridad conviven, y que muy posiblemente las contradicciones entre ellos son la base de la inestabilidad de los Yaminawá. Asimismo, es importante señalar que éste tipo de autoridades son las que ‘construyen’ al grupo mas allá de los vínculos activos de parentesco, por lo que las flaquezas de tales configuraciones tienen consecuencias estructurales.

Chamanismo

Todo parece indicar que el chamanismo Yaminawá ha sufrido recientes y profundos cambios. Hasta hace treinta (30) años, quien dominaba era la figura de ‘niumuã’: aquel consumidor de diversas sustancias psicotrópicas o tóxicas, conocedor de cantos poderosos, capaz de adivinar el futuro de las incursiones guerreras, así como de viajar y matar en la distancia. Por esta razón, los Yaminawá reclaman que el ‘niumuã’ no puede existir en tiempos de paz. De ahí que el ‘koshuiti’, aquel bebedor de ayahuasca (yajé) y dueño de un arte curativo que utiliza los mismos símbolos y artes del ‘niumuã’, ocupe su lugar -aunque con una importante carga de ambigüedad.

Los Yaminawá tienen varios koshuiti, que extienden su trabajo a clientelas blancas. La ‘koshuitia’ es adquirida a través de un largo proceso de iniciación marcado por pruebas extremadamente dolorosas, y dedicado a que los iniciados aprendan los secretos del ayahuasca (yajé). Este es pues un arte cada vez mas restringido, que las nuevas generaciones no están aprendiendo.

Arte y cosmología

La falta casi absoluta de manifestaciones plásticas –de pintura corporal y cerámica-, que siempre se atribuye al ‘olvido’ de la cultura tradicional, puede entenderse mejor como un deseo de omitir aquellos signos que a los ojos de los blancos los caracterizan como ‘indios’. Aunque en comunidades alejadas como la de Iaco, éstas manifestaciones todavía son practicadas.

Contrario a lo recién expuesto, el arte oral y la música Yaminawá es muy rica. Además de los hermosos cantos chamánicos que son conocidos por pocos, los hombres y las mujeres tienen sus ‘yamayama’ (llamados así por el estribillo que une las estrofas), los cuales son unos cantos líricos individuales de tenor erótico y apasionado, que describen los sentimientos del autor y las peripecias de su vida. He aquí algunos ejemplos (versiones libres basadas en la traducción de Arialdo Correia):

Nazaré, treinta y cinco (35) años aproximadamente

Duerme hija, cantaré la cantiga que los nuestros siempre cantan para ver a los muertos en sueños, para ver al padre volviendo de pescar. Soy infeliz, crecí sin ver a mi padre, sólo vi extranjeros. Mi padre murió, también quiero morir pronto y así acabaran mis penas. Pero no iré al cielo, giraré mi rostro para no ver el buitre y me quedaré mas abajo, allá donde mis muertos habitan.

Luzía, cerca de cuarenta y cinco (45) años

Canto porque te amo, pero tu solamente me amaste cuando era joven, cuando no había casa y dormíamos en el piso, cuando me iba y volvía a tus brazos llorando. Pero no me gusta un hombre que quiere probar a todas las mujeres… los muchachos deben casarse con una mujer mayor que los haga adormecer, y cuando crezcan ella les gustará. Infeliz de mi, mi rostro ya esta viejo y los chicos no me desean, yo quería preguntarles a las mas jóvenes qué hacen para atraerlos

Clementino, setenta y cinco (75) años aproximadamente

Hermanita tu me gustabas, me gustaba verte acostada, me alegraba tu voz. Cómo me gustabas hermanita, a la hora del amor me incitabas al sexo y yo te acostaba en la blanda madera de árbol caído: vamos a hacer el amor como lo hacen dos extraños. Cuando me muera quiero que me entierren contigo.

Ahora bien, por otro lado, dentro de la narrativa oral de los Yaminawá hay un género dominante: el de los ‘shedipawó’, ‘historias de los antiguos’. Aunque las historias sean conocidas por todos, hay unos excelentes narradores que hacen del relato un espectáculo rítmico con juegos de voces y efectos de sonidos. A las mujeres e incluso a los niños también les gusta narrar, pero su repertorio se restringe a los relatos de temas humorísticos o de animales. Los ‘shedipawó’ de los Yaminawá podrían ser descritos como una mitología historizada: los mismos acontecimientos que otros pueblos sitúan en el inicio de los tiempos o los atribuyen a seres mas o menos divinos, aparecen en boca de los Yaminawá como aventuras de un antiguo individuo dramático y concreto.

Los Yaminawá parecen estar poco interesados en la exegesis, por lo que además de las narraciones no hay un discurso articulado sobre éste y otros mundos.

Los ‘shedipawo’ tienen tres (3) escenarios habituales: el fondo de las aguas, la selva tupida o el cielo. El cielo Yaminawá siempre es un lugar de decepciones: los seres humanos se pierden en el camino hacia allá, por lo que sus intentos de establecer contacto con los habitantes celestiales terminan fracasando. La selva es el lugar de la guerra y de la metamorfosis: los seres intercambian sus identidades, se devoran y se casan entre si, y bajo cada forma invisible hay un ‘espíritu’ (nhusi yoshi) capaz de transmigrar (pasar de un cuerpo a otro). De ese mismo panorama hace parte el mundo de las aguas, pero en este los Yaminawá tienen una mirada mas esperanzadora: allá están las grandes serpientes de agua, las ‘Ronoá’, aquellas que ofrecen a los hombres sus riquezas (el hierro, las mercancías y el ayahuasca-yajé).

Notas sobre las fuentes

Dos (2) tesis de doctorado sobre los Yaminawá permanecen inéditas: la de Graham Townsley (Universidad de Cambridge) sobre los Yaminawá peruanos, y la de Oscar Calavia (Universidad de Sao Paulo-USP) sobre los Yaminawá brasileros. Además de un capítulo escrito por Townsley en la Guía Etnográfica de la Alta Amazonía (Volumen II, FLACSO, 1994, págs. 239 - 358), no hay más trabajos publicados sobre los Yaminawá. Aunque hay que decir que los libros sobre la Amazonía Peruana (como el editado por GEF/PNUD/UNOPS en Lima -1997) siempre tienen información sobre los Yaminawá (Yaminahua). Los escasos artículos publicados en revistas especializadas, y las antiguas referencias a los Yaminawá, aparecen en catálogos bibliográficos como el de Sueli de Aguiar, el cual fue publicado por la Editorial de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp). Además, una buena síntesis del conjunto Pano es presentada por Philippe Erikson en un artículo del libro ‘História dos Índios no Brasil” (Companhia das Letras, págs. 239-252).

Fuentes de información

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