Paresí
- Autodenominación
- ¿Donde están? ¿Cuántos son?
- MT 2138 (Siasi/Sesai, 2014)
- Familia linguística
- Aruak
Los Paresí tienen una larga historia de contactos con los no-indios. Las primeras referencias a ellos se remontan a finales del siglo XVII y, desde entonces, el contacto se intensificó continuamente y generó consecuencias a menudo devastadoras para esta aldea. Cada subgrupo Paresí enfrentó diferentes situaciones, debido a la proximidad o distancia en que se encontraban con respecto a los no indios. La intensa relación con los jesuitas de la Misión Anchieta (MIA) casi provocó la extinción de uno de los dialectos hablados por ellos y trajo consigo transformaciones en los aspectos socio-culturales de la población, ya que las uniones entre las diferentes aldeas indígenas eran incentivadas.
Actualmente los Paresí se preocupan por mantener sus costumbres y por la recuperación de otros aspectos que consideran importantes para el mantenimiento de sus prácticas socio-culturales, teniendo en vista todas las consecuencias sufridas a lo largo de su historia con los no-indios.
Además, ellos están tratando de encontrar nuevas formas de sobrevivencia y estrategias de generación de ingresos, mostrándose muy interesados en la preservación y conservación de sus áreas.
Nombre
El término de auto-designación de los Paresí es Halíti, que puede ser traducido ya sea como "gente" en una referencia explícita al género humano en contraposición a los animales, ya sea como "aldea" para indicar una identidad de grupo más inclusiva.
La palabra "Paresí" no consta en el léxico de la lengua, pero ese es el nombre que, desde el siglo XIX, comenzó a ser aplicado indiscriminadamente a los diferentes grupos de lengua Arawak identificados por cronistas e investigadores a lo largo de aproximadamente dos siglos y medio de historia de contacto. Entre estos grupos se destacan los Kazíniti, Wáimare, Kazárini (el último también conocido como Kabizi), además de los Warére y Káwali.
El término fue registrado por primera vez en la segunda década del siglo XVIII por Antonio Pires de Campos. Río arriba del Sepotuba (ubicado en el actual municipio de Tangará da Serra, Mato Grosso), este explorador alcanzó una amplia meseta habitada por indios que llamó 'Parecis'. Más al norte encontró otra "nación", a la cual denominó "Mahibarez'; estos indígenas tendrían usos y costumbres similares a los "Parecis", diferenciándose apenas en algunos términos de la lengua.
"Subgrupo" fue el término utilizado por el Mariscal Cândido Mariano da Silva Rondón para referirse a los diversos grupos que encontró. Distinguió entre los Paresí y los subgrupos Kazíniti, Kozárini y Wáimare, incluyendo - erróneamente – a los Irantxe como un cuarto grupo.
Sólo en el siglo XX los Halíti empezaron a ser designados, indiscriminadamente, como Paresí.
Población y ubicación
A inicios del siglo XX la población paresí contaba con 340 personas repartidas en 12 aldeas. A través de Rondón se obtuvo un conocimiento más preciso de la ubicación de los subgrupos encontrados por él: habitaban la meseta llamada Parecís, desde el río Arinos y cabeceras del Paraguay hasta las cabeceras de los ríos Juruena y Guaporé. En el tiempo en que estuvo en la zona, los Kazíniti se extendían por el valle del río Sumidouro, un afluente del Arinos, y las cabeceras del Sepotuba y del Sacuriuina.
En 1927 los remanentes Wáimare y Kazíniti estaban concentrados en la estación telegráfica de Utiariti, a excepción de unas pocas familias que vivían en San Juan (cerca de Utiariti), y otras que vivían en las estaciones telegráficas, a cargo del servicio de conservación de la línea. Los Kozárini habían sucumbido a una epidemia de gripe; parte de los sobrevivientes habían sido llevados por el SPI (Servicio de Protección al Indio) a un Puesto indígena cerca de la ciudad de Mato Grosso (antigua Vila Bela); otros se encontraban dispersos en Tapirapuán y otras localidades circundantes.
En 1981 los Paresí llegaron a totalizar 533 personas, que vivían en 23 aldeas. En 1983 apenas 13 grupos locales se encontraban en la zona delimitada en el año 1968, conocida como "reserva Pareci".
Tres aldeas situadas más allá del límite sur de la reserva Formoso (Hóhako) Estivadinho (Kyárose) y Figueira (Oihoko) llegaron a tener sus límites definidos en 1982. Más allá del límite norte de la reserva se encontraban cuatro grupos locales (Bacaval, Sacre, Seringal y Walahaliwinã). Al oeste de la reserva, fuera de sus límites, había tres grupos locales, situados al borde de la carretera BR-364 (Capitán Marco, Campamento de la Serraria e Iyatayazá).
En el 2008, los Paresí tenían aproximadamente 2,005 personas que se distribuían en aldeas en las diversas Tierras Indígenas. Esta es un área compuesta por campos en su mayoría de sabanas y bosques de galería, donde se cazan ciervos, emú, seriema, perdiz, agutí y otros animales.
Idioma
La lengua paresí, de la familia Arawak, es hablada por estos indios en sus diferentes dialectos, según el subgrupo de pertenencia (Wáymare, Kozárene, Kazíniti o Kaxínti, Káwali y Warere), además del portugués, que se imparte en las escuelas bilingües de enseñanza primaria ubicadas en las aldeas. Hay, sin embargo, zonas donde el portugués es predominante. El subgrupo wáymare, por ejemplo, fue uno de los que tenía más contacto con los no-indios. Casi estuvo extinto, debido al contacto y la permanencia en la Misión Anchieta en Utiariti. Allí les estaba prohibido hablar en su lengua materna y obligados a casarse con nativos de otras etnias, como Rikbaktsa, Kayabi e Irantxe, e incentivados a celebrar matrimonios entre los subgrupos, perdiendo así el idioma tradicional. En aldeas donde predominan otros subgrupos el portugués es hablado sólo con aquellos que no son Paresí.
Historia del contacto
Las primeras referencias al sertón de los indios Paresí datan del último cuarto del siglo XVII. En esa época, pioneros paulistas recorrieron el sertón, en la vasta zona que comprende hoy el Estado de Mato Grosso, a la caza de indios - una práctica que más tarde aliaron a la explotación de las riquezas minerales de la región. El pionero Antonio Pires de Campos, a través del río Sepotuba, llegó a una amplia meseta que él llamó "el reino de los Parecis", en referencia al pueblo que allí habitaba. Le llamó la atención el hecho de que constituyera un pueblo numeroso y de fácil trato. Observó la organización política paresí caracterizándola como descentralizada. La combinación de estos factores debe haber estimulado la codicia de los depredadores que, entonces, empezaron la caza de los "pacíficos" paresí.
Al norte de la región habitada por estos indios identificado como "Parecis", Campos encontró otros que denominó "Mahibarez". Señaló que presentaban hábitos y costumbres similares a los de aquellos encontrados anteriormente, difiriendo "en algunas palabras en el idioma". Estos serían, a juicio de Max Schmidt, etnólogo que visitó la región en los años 1912 y 1927, miembros de un subgrupo Paresí posteriormente denominado Wáimare, y que aquellos que Campos denominó "Parecis" serían, de acuerdo a la ubicación de sus viviendas, miembros del subgrupo Kazíniti.
Durante la explotación de las minas en la región de Cuiabá, las aldeas paresí situadas en las cercanías se constituyeron en puntos de suministro de mano de obra esclava así como de bienes alimenticios. Pero incluso antes del inicio del siglo XIX, la actividad minera en el sertón disminuyó drásticamente, y la explotación minera se expandió hacia las proximidades de la ciudad de Diamantino. Los Paresí, habitantes de esta región, pasaron entonces a hacer parte del contingente de mano de obra esclava de las minas, además de ser utilizados en los trabajos de navegación del río Tapajós. En la misma época la extracción de caucho empezó a imponerse en Diamantino, donde se encontraba la zona más rica en caucho: los sertones de los Paresí. Estos indios tuvieron una participación efectiva en esta actividad económica, habiéndose involucrado inicialmente como guías que conducían a los seringueros por los senderos que llevaban a las cabeceras de los ríos donde se encontraban los árboles de caucho, y más tarde como mano de obra mediante pago de los productos industrializados. Ya que los Paresí establecían sus aldeas cerca de las cabeceras de los ríos, la llegada de la seringueros fue fatal para ciertos grupos locales que fueron perseguidos y expulsados de sus tierras.
En 1908, el entonces coronel Rondón, quien más tarde fundó el Servicio de Protección a los Indios (SPI), supervisó la construcción de la línea telegráfica en la región occidental de Cuiabá (Mato Grosso). Entre los primeros indios que conoció estaban los Paresí, cuyo trabajo estaba siendo explotado por los caucheros. Rondón los convenció a establecerse más cerca de la línea telegráfica, comenzó la construcción de escuelas y entrenó a algunos de ellos para mantener la línea. Sin embargo, al cabo de pocos años la radiofonía tornó el telégrafo obsoleto y la línea fue abandonada. Una nueva carretera siguiendo la ruta de la línea telegráfica fue construida en la década de 1960 y pavimentada en la década de 1980, impulsando el desarrollo de la región.
A partir de 1946 Utiariti se convirtió en un centro educacional de los grupos indígenas bajo la égida de la Misión Anchieta (MIA). Los horarios de los internos y de sus familiares era dirigidos y ordenados por los religiosos, muy ocupados con el trabajo. Allí estaba prohibido hablar en la lengua materna y se animaba a los indios a celebrar matrimonios entre los diferentes grupos que vivían allí.
La historia de algunos grupos Paresí está estrechamente relacionada con la Misión Jesuita, ya que sólo se formaron después de la desactivación del internado de Utiariti. Los miembros de la aldea Bacaval, por ejemplo, antes de ser trasladados a Utiariti vivían en la región del río de la Sangre, en una aldea de nombre Zotosehalí; después del desplazamiento de los indios, el área fue totalmente ocupada por haciendas. Con el cierre de Utiariti el grupo se estableció en la región formando la aldea Bacaval, con la intención de abrir un campo de arroz y maíz al servicio de la Misión. El proyecto se basaba en un acuerdo adoptado entre los indios y la MIA, que estipulaba que la misión proveería toda la infraestructura a los trabajadores a cambio de la producción. El pago sería hecho en especies (alimentos, zapatos, ropa y medicinas).
La aldea Sacre también se creó tras el cierre de Utiariti. Los miembros de la misma antigua aldea de Zotosehalí fueron encaminados por los sacerdotes hacia esta nueva localidad, donde también se dedicaron a la exploración del caucho.
Aspectos cosmológicos y chamanismo
Los Paresí creen que los bosques y ríos están habitados por espíritus. Un espíritu serpiente y su esposa eran objeto de culto en la casa de los hombres, donde la serpiente era representada por una especie de trompeta y su esposa, por una flauta. Allí, donde los hombres bailaban y cantaban, las mujeres tenían prohibida la entrada. Los hombres bebían chicha para aliviar la sed del espíritu serpiente y comían grandes cantidades de carne para satisfacer su hambre.
Algunas enfermedades siguen siendo tratadas por los pocos existentes chamanes, que tienen la reputación de ser capaces de volar. Curan utilizando plantas medicinales y soplando el humo del tabaco en sus pacientes. Los Paresí creen que los hechiceros son responsables de causar enfermedades al echar veneno en sus víctimas o colocándolo en sus bebidas.
El mito de origen
Cuenta el mito del origen de los Halíti que antiguamente no existía nada, sólo Enore, que tenía una hija y un hijo. Cuando sus hijos fueron a buscar agua para él, oyeron un ruido y la tierra se sacudió. Eran los Paresí que emergían de dentro de la abertura de una roca cerca de un puente natural de piedra, situado sobre un afluente del río de la Sangre. El primer Paresí estaba allí, danzando con las flautas sagradas, hasta que un pequeño pájaro salió volando de una grieta de la roca, volviendo más tarde para decirles a los demás pájaros que afuera era muy bonito. Entonces , el héroe mítico, convenció a muchas aves y animales para aumentar la brecha para que todos pudieran salir. Un grupo de hermanos salieron del interior de la Tierra a través de una abertura en la roca, transportándose del mundo subterráneo donde vivían a otro situado encima, que vendría a constituirse como el mundo-halíti. Estos hermanos contribuyeron, de distintas maneras, a dar forma a ese mundo. Ellos eran: Wazáre, Kamazo, Zakálo, Zalóya, Zaolore, Kono, Tahóe, Kamaihiye. El primero en salir fue Wazáre, el mayor de los hermanos, que supervisó la salida de los más nuevos y cuidó de su instalación en distintos lugares del mundo nuevo que develaban.
El mito revela que este mundo existía antes de llegar Wazáre, pero que fue por su intermedio que pudo ser conocido y, por tanto, habitado por los Halíti. Las nacientes de los ríos, los pájaros, los árboles y flores estaban allí, pero fue Wazáre quien las llamó.
Cuando salieron de la piedra, los hermanos tenían una apariencia singular: eran peludos, tenían rabos, tenía dientes largos y membranas entre los dedos de manos y de los pies, lo que sugería que se encontraban en un estado "casi humano". Varios eventos contribuyeron a la transformación de la aparición de los hermanos, en un proceso gradual que contó con la ayuda de seres del mundo animal (agutí, tábano y hormiga), que moldearon los cuerpos de los ancestros para que alcancen su forma Halíti. Pero había un hombre llamado Kuytihoré, que no arrancó todo el pelo del cuerpo. Este hombre era rico: tenía ganado, caballos y herramientas de acero, que ofreció compartir con Wazáre. Eso motivó el enojo de Wazáre, que dijo: "Yo no quiero ganado porque ellos van a ensuciar el espacio delante de las casas de mis hijos. No quiero herramientas porque ellas son venenosas y van a matar a mis hijos. Usted se va al otro lado del puente de piedra y no se mezcle con los Paresí". Kuytihoré se fue lejos y se instaló entre los blancos y tuvo muchos hijos.
Al final del proceso de transformación, los hermanos salidos de la piedra se tornaron aptos de tener relaciones sexuales y procrear. Wazáre y sus hermanos encontraron a las hijas del rey de los árboles (Atyáhiso) y se casaron con ellas. Estas, a su vez, tampoco se encontraban completas, es decir, sus cuerpos no estaban listos para copular y concebir. El proceso de "humanización" de las mujeres se hizo a través de sus maridos, quienes poseían las herramientas necesarias para que tornarlas "halóti" (ser humano de sexo femenino). Valiéndose de un diente de paca, los hombres modelaron la vagina de las mujeres, tornándose sus creadores. Las mujeres también participaron en la "humanización" de los seres míticos, ya que fueron ellas quienes ordenaron a los tábanos que modificasen el órgano sexual masculino con el fin de adaptarlo al tamaño de sus vaginas.
Los frutos de estas uniones fueron los halíti Kozárini (hijos de Kamázo), los Kazíniti (hijos de Záolore), los Warére (hijos de Kono), los Káwali (hijos de Tahóe) y los Wáimare (hijos de Zákalo y Zalóya). Wazáre no tuvo hijos y Kamaihíye tampoco dejó descendencia; los Wáimare son hijos de dos hermanos que mantuvieron relaciones sexuales con la misma mujer.
Los Kozárini, Kazíniti, Wáimare, Kawali y Warére nacieron "plenamente humanos", lo que se expresa claramente en la noción de Halíti (nosotros – el género humano), que se aplica a todos sus descendientes. Wazáre asignó a cada hermano un territorio determinado, dando lugar al surgimiento de grupos sociales específicos.
Muerte
Los muertos paresí eran enterrados en sus casas con sus pertenencias. El mito que narra sobre la muerte cuenta que cuando hay un fallecimiento en la aldea, el espíritu del muerto va al encuentro de Zoetete, que lo que conduce a la aldea de los muertos. Zoetete son seres en los cuales se convirtieron al llegar a viejos dos hombres que podían ver a los dioses (Enoré) y que tenía la capacidad de curar a las personas eliminando el hechizo que causó su enfermedad. En su camino a la aldea de los muertos el espíritu del muerto debe cruzar una pasarela de anaconda mientras Zoetete esperaba al otro lado del arroyo. Si el espíritu hubiera hecho muchas cosas malas en la vida, al atravesar la pasarela se moverá la anaconda y tendrá que volver a la orilla de donde vino. Si esto ocurre, Zoetete tendrá que atizar fuego para alejar las cosas malas, y así luego el espíritu del muerto cruzará la pasarela sin que la anaconda se mueva, y Zoetete lo llevará a la aldea de los muertos. La aldea de los muertos es una réplica de la aldea de los vivos, difiriendo sólo en el hecho de que allá están suspendidas las prohibiciones del incesto.
Cada grupo tiene su propio lugar en la tierra, una aldea como morada después de la muerte. Los Wáimare van a un lugar llamado Zolohoiaka y los Kazárini van a otro lugar llamado Kalokaré.
Cuando llega a la aldea de los muertos el espíritu se convierte en un nuevo Halíti y gana una familia igual a la que tenía antes de morir. Debe permanecer dentro de la casa y los Halíti le darán medicinas y alimentos hasta que se cure de la enfermedad que lo mató. Después se podrá casar con quien quisiera, hacer roza y pescar.
Morfología social
Los subgrupos
La denominación Halíti (gente, personas), aplicada a todas las personas indistintamente, expresa la idea de que hay algo que les confiere unidad, a través de la cual es posible construir y mantener una identidad particular de grupo. Al calificarse como Kazíniti, Wáimare, Warére, Kozárini y Káwali estarían expresando en cambio la idea, aparentemente opuesta a la primera, de que hay diferentes "humanidades" en el grupo más inclusivo halíti.
A inicios del siglo XX los subgrupos todavía configuraban grupos sociales bien definidos que ocupan espacios específicos. Todo el territorio Halíti estaba atravesado por senderos que ligaban las aldeas de distintos subgrupos. La interacción entre los subgrupos se restringía a la esfera de los rituales, la guerra y el comercio, ya que estaba prohibida la formación de lazos de matrimonio. Según un informante Paresí: "Antes de Mariano (Marechal Rondon) no hubo mezcla. Wáimare sólo casaba con Wáimare, Kazíniti con Kazíniti. Con el tiempo fue disminuyendo la tierra, los imoti ('civilizado') fueron llegando y los Halíti salieron de su lugar, lugar del abuelo. Muchas personas murieron, también de enfermedad. Entonces se mezcló todo".
Los subgrupos, en cuanto unidades sociales referidas a un espacio territorial determinado, había dejado de existir a finales de la década de 1930. El proceso histórico de contacto acarreó la despoblación debido a captura, matanzas y epidemias. Algunas de las consecuencias de este proceso fue la migración de los grupos locales y la pérdida de los territorios originales.
En la década de 1980 los Paresí conformaban 23 grupos locales, dispersos en un vasto territorio. La mayoría de la población se identificaba como Kozárini. En general, los representantes de los demás subgrupos se encontraban entre los Kozárini, que constituyen la mayor parte de los grupos locales. Entre los remanentes de los demás subgrupos, sólo aquellos que se identifican como Waimaré se reunieron formando grupos locales (aldea Bacaval, Formoso y Sacre), donde son mayoría; estos grupos prefieren intercambiar las mujeres entre sí.
La aldea
La aldea es una unidad social muy importante entre los Paresí; sus habitantes forman un grupo social específico, cuyas relaciones están marcadas por la solidaridad. Las aldeas poseen derecho exclusivo sobre los recursos de sus territorios, que cuentan con límites definidos, por lo general un accidente geográfico como, por ejemplo, las cabeceras de los ríos. Sus miembros se reúnen para realizar ciertas etapas del trabajo agrícola, así como en ocasión de eventos rituales. Los productos de la caza son distribuidos por todos los miembros de un mismo grupo local. Dado que sus miembros se clasifican como ihinaiharé kaisereharé (parientes verdaderos), un grupo local es percibido por los demás como indiferenciado.
El término utilizado para designar aldea es wénakalatí, indicando específicamente que ese espacio es un "lugar de morada", sin hacer referencia, por tanto, al grupo social que allí habita. Las wénakalatí preexisten a los grupos sociales que, eventualmente, tratan de establecerse en ellas. Los grupos sociales tienen una relación histórica con los lugares donde se asientan, desarrollada por medio de sus antepasados que los ocuparon previamente. Aquellos que viven en una determinada wénakalatí pueden disfrutar de todos los recursos contenidos dentro de sus límites, teniendo acceso a todas las áreas de caza, pesca, recolección y agricultura.
Las wénakalatí también fueron denominadas por Wazáre, responsable de la clasificación del mundo. Sus nombres se refieren a accidentes geográficos, árboles, frutos e incluso a las características del lugar. Las aldeas paresí tienen una densidad de población baja. La tendencia a la segmentación con la formación de grupos locales de pequeñas proporciones, con una familia elemental o familia extensa (3 generaciones), es percibida por los Paresí como una forma de precaución y / o resolución de conflictos sociales.
La composición ideal de una aldea es un grupo de siblings (unidad compuesta por hermanos reales y clasificatorios de una persona) y sus descendientes, desarrollando una relación que denota prodigalidad, cooperación y compañerismo. El crecimiento poblacional de una aldea, desde el punto de vista paresí, favorece la aparición de "intrigas" y "chismes", considerados como elementos detonadores de los conflictos sociales. El estallido de conflictos intra-aldea es visto como una amenaza para la identidad del grupo, ya que si son llevados hasta las últimas consecuencias pueden destruir los lazos sociales que los unen. El distanciamiento espacial surge como una estrategia de control social. En otras palabras, los Paresí prefieren pagar el precio del distanciamiento físico a fin de mantenerse socialmente próximos.
En general, una aldea tiene una o dos casas comunales (háti) y una pequeña casa donde son guardadas las flautas sagradas (Yamaka). Algunos también tienen casas construidas de acuerdo con el patrón regional visto en las proximidades, albergando en ellas familias elementales.
Cada casa (hati) corresponde a un grupo doméstico compuesto por individuos pertenecientes a tres generaciones: una pareja con hijos e hijas solteras, sus hijas y / o hijos casados y la tercera generación, formada por los nietos y nietas.
El plan ideal de una aldea consiste en dos háti situados en los extremos del patio (watéko) de la aldea en relación de oposición. Las casas tienen forma elíptica, con dos puertas en los extremos: una orientada al este y otra al oeste. Su estructura es de madera (aroeira) y está cubierta con hojas de guariroba.
El patio (watéko) es la antesala de una casa; su estado de conservación revela la prosperidad del grupo local y la excelencia de su jefe. El conjunto formado por el patio, la casa y el área adyacente a ella forman un todo social, un continuo que puede ser percibido como una variación de más o menos socialidad. El área contiguo a la casa es femenina por excelencia. Es ahí que las mujeres comienzan el proceso de transformación de los alimentos crudos: la yuca, el pescado y la carne de caza.
Hay una clasificación interna de la casa, demarcando tres espacios, básicamente: los situados en los extremos son designados hitihozóa; la parte donde está el fuego se llama irikátiaose y el espacio central es designado kotázakõ. La casa es un centro social fundamental. En ella se hace parte de las celebraciones de la chicha, las niñas púberes quedan en reclusión, se prepara la comida, se tiene relaciones sexuales, nacen los niños y se entierra a los muertos. También es el escenario de todas las decisiones. Cada día los hombres se reúnen en las casas por la noche para conversar sobre las actividades realizadas y planear viajes, fiestas, así como los próximos trabajos a ser realizados. Gran parte de las horas libres son pasadas en su interior, en las redes.
La vida de una casa comienza en la madrugada, entre las 4 y las 5 de la mañana. Primero son las mujeres que se dirigen al río a bañarse y traer agua. A su regreso es el turno de los hombres. Por la mañana, cuando es época de desmonte, los hombres van a la roza. Los cazadores salen muy temprano por la mañana, retornando antes de que se ponga el sol. Las mujeres intercalan los días de trabajo en la roza, y cuando permanecen en la aldea van a lavar ropa en el río. Las tardes de las mujeres son casi todas ocupadas en el procesamiento de la yuca. En esta parte del día, los hombres descansan, hacen artesanías o salen a pescar. Los niños, liderados por algún adolescente, hacen incursiones en las afueras de la aldea en busca de bayas o en busca de pajarillos haciendo uso de pequeños arcos y flechas confeccionados por ellos mismos. Al caer la tarde, las familias se reúnen en el exterior de las casas. Tendidos en sus redes, los hombres cantan y cuentan historias. Las mujeres acunan a los niños pequeños. De repente, todos se quedan en silencio, y el sueño toma cuenta de la casa. De vez en cuando alguien se levanta para atizar el fuego que es mantenido siempre vivo. El silencio puede ser roto por cualquiera que decida contar un sueño que acaba de tener. Risas, exclamaciones, cigarros encendidos, una reclamación aquí o allá. El silencio viene de nuevo, pudiendo ser quebrado en cualquier momento.
Parentesco y matrimonio
La organización social paresí no está estructurada en base a unidades sociales efectivas como linajes o grupos de edad. Entre ellos hay un término que se aplica a todas las personas que un determinado ego pueden identificar a través de la terminología de parentesco: itywasá. El significado aproximado del término es "nombre de pariente para llamar". También existe la expresión katyawazá, cuya traducción podría ser "tener (ka) nombre de pariente para llamar". A ella se opone la expresión máiha katyawázere, donde máiha es una partícula de negación, indicando la imposibilidad de una identificación basada en la terminología de parentesco. Esta frase se utiliza en referencia a personas "desconocidas", normalmente miembros de subgrupos distintos, con los cuales no hay relaciones que permitan nombrarlos.
Además de estas categorías que permiten una dicotomía en el universo social entre "parientes" y "no parientes", hay otros términos clasificatorios en ese mismo dominio que les permiten a los Paresí una definición más precisa de sus relaciones. Se señala la existencia de relaciones y personas ihinaiharé kaisereharé que traducen como "parientes verdaderos" o "legítimos" y de ihinaiharé sékore o "parientes de lejos o de consideración".
La categoría ihinaiharé kaisereharé comprende a aquellas personas de las que se puede señalar con exactitud sus lazos genealógicos, mientras que los ihinaiharé sékore son aquellos con quienes se tiene relaciones genealógicas demasiado distantes para ser significativas.
En general, todos los residentes de una aldea se reconocen como kaisereharé ihinaiharé, aunque la red de ihinaiharé kaisereharé de una persona exceda los límites de su grupo local. Escisiones de aldeas y bodas son responsables de la dispersión de los ihinaiharé kaisereharé, permitiendo la formación de grupos de aldeas situadas en lugares cercanos.
La relación entre ihinaiharé kaisereharé está basada en la generosa repartición de alimentos, la hospitalidad, la cooperación en los trabajos de subsistencia, en la construcción de casas y en el préstamo de instrumentos de trabajo, existiendo también cierta preferencia por el matrimonio entre personas de esta clasificación.
La solidaridad, la generosidad y el compañerismo que marcan las relaciones de estas personas son fortalecidas cada año mediante la realización de un ritual llamado "nueva roza" o "rozinha", que cuenta con la participación exclusiva de la red kaisereharé ihinaiharé de los habitantes de una determinada aldea. En los demás rituales - "muchacha nueva" y "bautizado" (nominación) – los ihinaiharé kaisereharé de aquel que promueve la fiesta participan en las fases de preparación de las mismas, realizando cacerías colectivas, pesca, cuidando de la limpieza del patio de la aldea, etc.
Entre los ihinaiharé sékore el carácter de proximidad observado en la relación anterior deja lugar a una relación más formalizada, de extrañamiento. Las relaciones están marcadas por el distanciamiento y el ceremonial. El tratamiento por lo general se expresa a través de chistes y bromas. El intercambio de alimentos y la cooperación en el trabajo son elementos ausentes en este tipo de relación.
Durante el desarrollo de estas fiestas de "bautizado", "muchacha nueva" y "roza nueva", las categorías de personas ihinaiharé kaisereharé e ihinaiharé sékore adquieren contornos nítidos. Este fenómeno se hace más evidente durante las celebraciones que se llevan a cabo con la participación de ambos parientes. En estas situaciones extraordinarias, las personas estas clases de pueden revisar sus calificaciones y se permiten "cambiar sus identidades", experimentando comportamientos y actitudes de sus contrarios.
Casamiento
El casamiento entre grupos clasificados como ihinaiharé kaisereharé es considerado ideal entre los Paresí. La justificación señalada es la facilidad de la relación entre las parentelas de los cónyuges. El matrimonio entre personas clasificadas como ihinaiharé sékore supone distancia geográfica e incertidumbre respecto del acercamiento social entre las parentelas de los novios.
La residencia post-marital se muestra consistente con el sistema de parentesco que permite que una persona trace el parentesco tanto por el lado materno como por el del padre. Entre los Paresí es fuerte la uxorilocalidad temporaria (vivir con la familia de la esposa), de modo que el marido vive durante el primer año de matrimonio en la casa de los padres de su esposa, y luego tiene libertad para elegir su lugar de vivienda. Esta regla no se observa, en general, en relación con el hijo primogénito de los jefes de los grupos locales. Sin embargo, hoy en día los hombres insisten en permanecer en la aldea de sus padres, lo que puede interpretarse como un intento de fortalecer la unidad familiar. La decisión de quedarse en la aldea de los padres de la esposa o del esposo parece ser más fácil cuando los parientes se reconocen a sí mismos como ihinaiharé kaisereharé.
El matrimonio entre Paresí no está marcado por la ceremonia o cualquier otra formalidad. Las negociaciones se reducen a un pedido formulado por el pretendiente al padre de la novia. El futuro suegro responde a la solicitud con un breve discurso, donde queda establecido que el solicitante debe cumplir sus obligaciones para con el padre, básicamente auxiliarle en el trabajo de la agricultura. Enseguida, el novio se dirige a casa de la novia, donde vivirá alrededor de un año (con la excepción primogénito del jefe de la aldea).
Tradicionalmente, los hombres y las mujeres se vuelven novios ya desde pequeños. A veces un hombre joven cría una niña desde la infancia y al llegarle a la pubertad, se casa con ella. En otros tiempos, el hombre le daba alguna compensación matrimonial al padre de la novia. Consistía principalmente en artículos de cestería. Cuando había matrimonios entre los ihinaiharé sékore, después de un año de matrimonio los padres de la novia organizaban una gran fiesta para celebrar la alianza entre grupos de distintas parentelas.
La relación entre primos cruzados (hijos de la hermana del padre o hijos del hermano de la madre) de distinto sexo está marcada por la posibilidad de contraer matrimonio. Bromas y juegos dan el tono en la relación entre los esposos potenciales y los cuñados y cuñadas.
Relación entre cuñados
La relación entre cuñados acarrea obligaciones como la cooperación en el trabajo agrícola. La relación de camaradería e intimidad entre primos paralelos (hijos de la hermana de la madre y los hijos del hermano del padre) da lugar a una relación más formal entre los cuñados. No es común que se visiten y, cuando viajan, prefieren hospedarse en casa de los hermanos o primos paralelos.
La llegada de un nuevo bebé en la familia implica que las hermanas mayores pasan a cuidar a sus hermanos menores. Su papel es fundamental en este momento, en el que las madres están involucradas en el cuidado del recién nacido. Por la noche, las hermanas mayores dividen sus redes con las hermanas menores y tratan de distraerlas para que no sobrecarguen a sus madres. Durante el día, las menores quedan bajo cuidado de las mayores.
La solidaridad del grupo de siblings (hermanos reales y clasificatorios) es muy grande, y se manifiesta, además de en la intensa cooperación en el trabajo, en el préstamo de cónyuges a hermanos o hermanas solteras. Es lícito que un hombre tenga relaciones sexuales con la esposa, la hermana de la esposa y la esposa del hermano; a una mujer se le permite tener relaciones sexuales con su marido, el hermano del marido y el marido de la hermana. La unidad del grupo de siblings se expresa también a través de la tendencia a reunirse en un mismo grupo local.
Relación entre padres e hijos
Padres e hijos constituyen un grupo importante en la sociedad. La cercanía física dentro de una unidad residencial no oculta el hecho de que las familias elementales ocupan espacios específicos. La colocación de las redes en el mismo lugar, donde se encuentran también sus pertenencias, es una señal demarcatoria de la familia. El comer juntos es también un hecho indicador de la unidad familiar.
En la familia la figura del padre es muy expresiva. Su esposa e hijos son identificados en relación a él. Algunas familias tienen la costumbre de extender el apodo brasileño del jefe de familia a su esposa e hijos.
Los Paresí dicen que los niños se parecen físicamente a su padre. En su perspectiva, el padre tiene un papel preponderante en la concepción de los niños. Cuando un niño nace, el padre y la madre quedan bajo resguardo, en reclusión. El hombre se pasa la mayor parte del día durmiendo en casa. Mientras que la mujer se preocupa en no perder o en volver a aprender aspectos que considera importantes para el mantenimiento de sus prácticas culturales. Confinado al interior de la casa, al hombre se le permite circular por el patio e incluso pasar algunos momentos en otras unidades residenciales de el aldea. El período de privación para los padres depende de su evaluación del estado de salud del niño. Cuando considere que el niño está ya lo suficientemente "fuerte", el padre abandonará la guardia.
En la fase de reclusión, el hombre no sale a cazar, no puede comer carne de caza, no puede trenzar ni prestar un servicio pesado como cargar leña o derribar árboles. El incumplimiento de estos requisitos puede dar lugar a enfermedades e incluso acarrear la muerte del niño.
La mujer, después del parto, observa una serie de reglas alimentarias como no beber olóniti (bebida fermentada hecha con el jugo de la yuca silvestre) ni carnes de cualquier tipo. La prohibición de realizar trabajos como el trenzado también afecta a la mujer. Durante un gran período de tiempo después del parto, la mujer tiene prohibido trabajar en la roza con el fin de evitar posibles daños a las plantaciones.
El padre es el socializador por excelencia de los niños, así como la madre de sus hijas. Los padres tratan de transmitir sus conocimientos a los niños, enseñándoles a cazar, a pescar y trenzar. Las niñas, a partir de los 8 años aproximadamente, ayudan a la madre en el cuidado de los hermanos menores, en las tareas domésticas y en el trabajo agrícola.
Relación suegro / yerno
Un hombre, después de casarse, asume la posición de deudor ante los parientes de su esposa. Su deuda se paga con "trabajo duro". Un yerno ayuda al suegro en el trabajo en la roza, abastece la casa de leña, confecciona artículos de artesanía que luego son comercializados por el suegro, y es a muchas veces el principal proveedor de utensilios domésticos del grupo residencial. El respeto parece ser la base de este tipo de relación, lo cual se manifiesta en la actitud ceremoniosa del yerno en la casa del suegro.
La relación madre-hijo-relación es más distante la relación padre-en-ley. Rara vez un yerno le dirige la palabra a su suegra. Sin embargo, cuando hay una afinidad potencial, la interacción se desarrolla a través de muchos chistes y bromas, donde imperan los motivos sexuales.
La tensión es un aspecto sólo concerniente a la interacción entre suegro y yerno. Cuando viven en la casa del suegro, los yernos constantemente expresan su deseo de construir una casa para ellos y sus familias y, a menudo, no ocultan su desagrado por tener que "trabajar pesado " para el suegro.
Organización política
Los aldeas paresí son unidades políticas autónomas, y sólo a aquellas que forman un grupo social compete arbitrar en cuestiones relativas a la vida social. De modo general, es inconcebible la idea de que los habitantes de una aldea puedan intervenir directamente en los asuntos de un grupo local que no sea el suyo. El destino de una aldea está en las manos de sus habitantes y las deliberaciones de quien lidera el grupo local deben ser respetadas por los otros líderes, no siendo admisibles cualquier intento de disuasión.
Los grupos locales reconocen el liderazgo de un individuo wénakalatí weikate (dueño del lugar) - que manifiesta haber tomado la iniciativa de construir allí un háti (casa).
El modelo de organización política, tal como es en la actualidad difiere de los padrones existentes en el pasado. Todavía a inicios del siglo XX prevalecía un tipo de clasificación social que distinguía una clase de personas designadas ezékwaharé - que se traduce como "donantes" – de otra compuesta por ewakaneharé, cuyo significado etimológico parece ser el de "enviado" (ver ítem "categorías sociales").
En una aldea, los "dueños de casa" eran los individuos de la categoría ezékwaharé, que tenían autoridad sobre los ewakaneharé de su grupo familiar, ejercida a nivel de orientación del trabajo en grupo y la organización de las ceremonias (fiestas de chicha). El prestigio y la autoridad de un "jefe de casa" se basaba en el hecho de ser de la clase ezékwaharé, así como en sus habilidad política para mantener la cohesión de un grupo familiar, actuando como guardián del orden. Dependía de él apaciguar los ánimos exaltados y evitar que disputas menores pusiesen en peligro la unidad del grupo familiar.
En general, aquellos que tomaban la iniciativa de construir una nueva casa eran hombres de la categoría ezékwaharé. En caso de sucesión, el hijo mayor tomaba el lugar del padre. El primogénito de una "dueño de casa" debía permanecer con la familia de origen después del casamiento.
Entre los ezékwaharé, dueños de casas, estaban aquellos que eran conocidos como ezékwahasetí, que serían los "jefes verdaderos " de los grupos locales. Mientras que la autoridad de un "dueño de casa" se ejercía dentro de su grupo doméstico, el ezékwahasetí podía actuar indirectamente sobre los grupos familiares de la aldea, al gozar de reconocimiento y prestigio.
En la actualidad, los Paresí se refieren a los dueños de aldea por el término ezékwahasetí, que sufrió una redefinición, ya que no se basa, como antes, en la clasificación social ezékwaharé / ewakaneharé. El nombre indica que el individuo es el "jefe" o "capitán" del grupo local. Hoy la autoridad del ezékwahasetí está directamente relacionada con los asuntos del aldea, tales como la administración de las actividades de subsistencia y la organización de las fiestas de chicha. Los jefes de las aldeas no son siempre los intermediarios ante los agentes no-indios. Sin embargo, el dominio de la lengua portuguesa y la sagacidad en el trato con aquellos son factores que confieren prestigio a un líder de aldea.
Un jefe de aldea debe ser muy cauteloso a la hora de dirigirse a las personas, ya sea para distribuir tareas o para dar consejos. Los Paresí no aceptan órdenes. Un líder debe sugerir, nunca mandar. La posición de jefe de aldea se transmite por herencia, de padre a hijo, de preferencia al primogénito. El candidato debe tener el don de la oratoria, ser enérgico, firme en las decisiones y mostrar habilidad para conducirse en situaciones de conflicto.
En la relación inter-aldeas, el prestigio de un jefe se manifiesta a través de la asistencia a las fiestas de chicha. Cuanto más concurrida sea una fiesta, mayor será la estima que se tiene por ese evento. En ellas un jefe de la aldea se presenta como donante de la chicha, actitud que personifica el propio concepto de liderazgo.
Categorías generales
Entre los Paresí existe una clasificación social que parece remitir a las habilidades de las personas en el ámbito de las actividades socio-económicas (agricultura, caza, construcción de unidades residenciales, realizando de rituales y tareas domésticas). Las dos categorías principales de esta clasificación son: ezékwaharé y ewakaneharé. El primer término es una derivación de la palabra ezékane, que significa "los que damos". Ezékane con sufijo haré (persona) se puede traducir como "persona que da" o "donante". Ewakaneharé connota "orden". A esta clasificación corresponden dos grupos: los dos jefes y sus parientes (ezékwaharé) y los demás residentes de un grupo local, considerado como “pueblo”.
En el pasado, estas categorías no regulaban el matrimonio, ya que no era prohibida la alianza a través del casamiento entre personas de diferentes grupos. La pertenencia a ellas se mantenía por línea paterna. Su definición está dada en términos de las tareas que le son pertinentes. Así, los ezékwaharé son señalados como aquellos que "piensan y mandan", "piensan en las tareas del año (reproducción de cultivos)", "orientan y coordinan el servicio", "cuidan a la gente", "dan consejos" "no permiten que hayan chismes", "marcan los días de fiesta", y también "trabajan, no sólo dan órdenes", sino que "hacen servicio conjuntamente." Los ewakaneharé "... hacen todo lo que el ezékwaharé manda: servicio de roza, recoger leña, construir casa, cuidar de la limpieza del patio de la aldea, la caza en los día de fiesta".
Aquellos clasificados como ezékwaharé serían los "jefes" en potencia de los grupos locales; los líderes de la comunidad a menudo son referidos por el ezekwahasetí.
El hecho de que existan atribuciones distintas, no implica en la óptica paresí una valoración diferenciada de los grupos. Las categorías sociales son colocadas lado a lado, como un par de términos complementarios. Por lo tanto, la asociación terminológica anunciada entre ezékwaharé / patrón y eezakaneharé / empleado o peón, no debe entenderse como una relación de dominio, de poder de una categoría sobre la otra. Las categorías ezékwaharé / donante, patrón y ewakaneharé / receptor, mandado, están en una relación de interdependencia, de intercambio no desigual.
También existe una tercera categoría de personas designadas como kahéte, que los Paresí traducen como "vaquero", debido a la característica de "vivir en el monte, con la creación". Sería responsable de suministrar carne a los grupos locales.
La percepción de los kahéte como "gente brava", que "pelea por cualquier cosa" está asociada a una segunda atribución: la de guerrear. Los descendientes de los kahéte procuran mantener una conducta que sirva para reforzar esa imagen aguerrida. Dicen que ellos no tienen la manera de vivir halíti, ya que siempre habrían "vivido en el monte", en campamentos de caza; no poseían roza y vivían vagando por el campo en busca de caza, que periódicamente traían hacia las aldeas donde recibían, a cambio, alimentos y refugio. Sólo después del nacimiento de su primer hijo fijaban residencia en las aldeas.
Actividades económicas
En el proceso de provisión de material de la vida, el grupo doméstico, así como las familias elementales, son las principales unidades de producción. La unidad de este grupo se manifiesta en la realización de la actividad económica considerada como la más importante por sus miembros: el cultivo de la yuca.
Los Paresí cultivan varios tipos de yuca brava, la más común es la kéte, producto base para la elaboración del pan de yuca (el beiju, zómose), la harina de mandioca (tyoloéhe), el polvillo (éhe) con el cual se hace un pastel un llamado kenáike y un tipo específico de chicha - olóniti -, brebaje preparado con el líquido extraído de la raíz que, después de un proceso de fermentación, es consumido preferentemente en los momento rituales . Otro tipo de yuca - kázalo - sólo se utiliza para la preparación de bebidas. Los Paresí también se refieren a otros tipos de yuca, como la zaterehó, kotohokose, awaizoré, hatinoliró.
Todos los grupos locales tienen sus rozas, incluso aquellos que cambiaron su dieta de manera significativa, como los aldeas que se dedican a la extracción de caucho y algunas orientadas a la elaboración y venta de artesanías.
Cada año son abiertas nuevas rozas en lugares que distan de tres a cinco kilómetros de las aldeas. Una roza es abandonada cuando su producción se agota, aunque puede ser reactivada años más tarde.
En la primera fase de la producción agrícola, que corresponde a la preparación del suelo, se activa la cooperación a través de todos los hombres. En esta etapa se cuenta a menudo con la colaboración de la fuerza de trabajo de otros grupos locales - en particular aquellos reconocidos como ihinaiharé kaisereharé. También se espera que los parientes que viven virilocalmente, es decir, en las aldeas de origen, se desplacen hacia las aldeas de los suegros para ayudarles en las labores agrícolas.
Abril y mayo son los meses en que el terreno escogido es convertido en roza, siendo derribados los árboles; en esos trabajos se utilizan hachas, hoces y machetes. En agosto, cuando los árboles están secos se hace la quemada. En septiembre, el terreno está listo para la siembra.
La fase de plantación es precedida por la división de la tierra en lotes simétricos, relativos a cada grupo doméstico. En este momento se manifiesta la autonomía de las familias elementales porque cada una toma un pedazo de tierra que es fijado por el jefe de cada grupo doméstico, teniendo en cuenta el tamaño de la unidad familiar.
En la siembra, marido y mujer trabajan en conjunto, obedeciendo a la división sexual del trabajo: el hombre corta los tallos de la yuca con el machete y escarba la tierra con una azada, mientras que la mujer coloca las ramas en los agujeros, cubriéndolos con ayuda de los pies. Los instrumentos de trabajo utilizados son propiedad colectiva del grupo doméstico, turnándose las familias en su uso. Los Paresí dicen que los hombres son "dueños" de las rozas y sus esposas "dueñas" de la zafra, de todo lo que se recoge.
En las zonas más periféricas a los campos de yuca, las mujeres plantan calabaza, yuca suave, caña de azúcar, camote, ñame y plátano, pero a estas plantas se les da menos importancia. Los hombres plantan algunos pies de tabaco para su propio consumo.
Además de los campos de mandioca, los Paresí cultivan chacras de maíz, un producto muy apreciado y utilizado principalmente para la fabricación de chicha. El maíz es sembrado en áreas separadas a las reservadas para la siembra de la yuca. Toda vez que los sitios más cercanos a las aldeas son utilizados para los campos de mandioca, los campos de maíz se encuentran, a menudo, a una larga distancia de una aldea.
Caza
Mientras que la agricultura marca la autonomía de los grupos domésticos, la actividad de caza es fundamental para el grupo local, pues además de ser básica para la dieta del grupo constituye una valiosa fuente de materia prima para artesanías.
Los Paresí prefieren cazar solos. Viajan largas distancias, por lo general a pie (algunas zonas de caza se encuentran a 30 kilómetros del centro de la aldea). El cazador no se alimenta durante la caza, sólo puede consumir agua. En una pequeña mochila lleva fósforos, tabaco y municiones. Sus instrumentos son el arma de fuego y el zayakoti, un escudo venatorio utilizado para acercarse a la caza sin ser percibido por el animal. Cazan emú (rhea americana), chuñas (Cariama cristata) y el ciervo de las pampas (ozotocerus bezoarticus). Cada cazador tiene un arma de fuego que es considerado de su propiedad. En cuanto los cazadores no retornan, las mujeres no se peinan ni barren las casas. Esta actitud, así lo creen, tiene el poder de camuflar al cazador: "ni el emú ni el venado ven pizca de él".
La caza colectiva sólo tiene lugar en ocasión de las fiestas de chicha (nominación de los niños, fiesta de moza nueva o de roza nueva). Los cazadores se reúnen en la aldea de quien organiza la fiesta y se dirigen hacia un punto determinado de caza, donde montan un rancho y arman un jirau [armazón de madera] (matyé) para ahumar la carne. En estas situaciones a menudo utilizan la técnica de la quemada, que se realiza en cooperación. Debido al fuego, los animales se congregan en ciertos puntos, convirtiéndose en presa fácil para los cazadores. La carne es ahumada en el rancho y luego llevada a la aldea.
El cazador no toca al animal abatido. En la actualidad los cazadores tienen la costumbre de retirar las patas de ciervo y las alas de las aves justo después de haberlos matado. Tanto las plumas de emú y de las chuñas como los pies de los ciervos son un valioso material prima para la fabricación de artículos artesanales, tales como plumeros. Los hijos del cazador, también cazadores, guardan para sí mismos este material, debido a que se dedican a la práctica de la artesanía, cuando el padre divide la presa con ellos por igual. Esta cooperación se debe al hecho de que el padre no confecciona artesanías para la venta, dedicándose exclusivamente a la actividad de la caza. Los hijos le retribuyen proveyendo a la familia paterna de ciertos artículos comprados en la ciudad, tales como prendas de vestir, calzado, munición, jabón, azúcar, fósforo y tabaco, a través de la comercialización de los productos que confeccionan.
Distribución de carne
El corte de la caza se realiza delante de todos. Los huesos de las extremidades son divididos entre los niños y los adultos que saborean los tuétanos en medio de una disputa alegre. Las mujeres de cada familia se acercan con recipientes donde serán colocadas las menudencias (riñón, hígado, corazón, vísceras) y pedazos de costilla (única parte de los animales que se distribuye aún cruda). Los intestinos son donados a la mujer de más edad en la aldea y también a los niños.
Las demás partes de la caza son llevadas a la casa del jefe, donde serán cocidas y ahumadas. Cuando se decide que la carne será ahumada, el jefe construye una parrilla con varas y se responsabiliza por el asado. Las mujeres cuidan de la carne cuando ésta pasa por el proceso de cocción en agua.
La distribución de la carne cocida obedece a los mismos criterios aplicados en la distribución de los menudos. En relación a ellos, pasan por turno los niños de cada grupo familiar: aquellos que por ejemplo habían recibido en una partida los riñones, en la siguiente reciben otro tipo de menudencia, como el hígado. Los jefes de los grupos domésticos, "los dueños de casas", se alternan para recibir las cabezas de los venados. Lo mismo acontece en relación al pecho y a los muslos de los animales: la casa que recibió el pecho en la partida anterior, en la próxima obtiene parte de la cadera y viceversa.
Mientras que las prácticas de caza y la agricultura son percibidas como "trabajo duro", otras actividades de subsistencia como la pesca y la recolección son vistas como actividades complementarias, relacionadas también con el placer.
Pesca
El pescado se convierte en una alternativa para la dieta cuando hay escasez de caza, especialmente durante la temporada de lluvias. Todos se dedican a esta actividad, si bien los hombres tienen una participación más efectiva. La técnica comúnmente utilizada es la pesca con anzuelo. Generalmente, los hombres pescan solos. En las ocasiones en que van a pescar juntos con sus esposas, ellos dicen que van a tener relaciones sexuales.
Las mujeres tienen una participación importante en la pesca con timbó (ahó), un tipo de parra que produce una savia que asfixia a los peces. Los hombres recogen y cortan la parra. Los cortes son macerados por las mujeres hasta drenar su jugo. Entonces los hombres hacen el represamiento del río, poniendo en lugar haces de timbó. En este tipo de pesca participan todos los habitantes de una aldea, siendo considerado un evento muy agradable en el que hombres, mujeres y niños, lado a lado, se divierten capturando los peces. El producto de la pesca es consumido colectivamente por los miembros de un mismo grupo doméstico.
La recolección
La recolección de frutos silvestres, como el coco de la bacaiúva, el babasú, la piña del bosque, es una actividad marcadamente femenina en la cual tiene una gran importancia la cooperación de los niños. Esta actividad se intensifica en el período inmediatamente posterior a la seca, extendiéndose por la temporada de lluvias, cuando las mujeres y los niños recorren los alrededores de la aldea en busca de frutos que son consumidos por todos los participantes.
Hay otros métodos de recolección, directamente relacionados con la actividad artesanal, principalmente para la producción de artículos de venta. El aumento de la producción de objetos para la comercialización motivó una diversificación de los materiales básicos utilizados en ella.
La recolección de la materia prima es llevada a cabo por los miembros de un grupo doméstico, siendo observadas diversas formas de cooperación. Dado que no todos los grupos locales poseen en su territorio todas las materias primas necesarias para la fabricación de los artículos, es común que recolectores viajen a otras aldeas para conseguir lo que necesitan.
Los Paresí se encuentran entre las pocas poblaciones indígenas de América del Sur que domesticaban abejas. Las mantenían en contenedores, en los cuales hacían dos aberturas, una para que las abejas entren y otra sellada con cera para la remoción de los panales. Actualmente crían perros de raza, gallinas, patos y cerdos.
Las fiestas de chicha
Los Paresí designan como fiesta de chicha los eventos en los que la sociedad se reúne para beber olóniti (bebida hecha de harina tostada de yuca), danzar y cantar sus mitos. Estos eventos, por lo general, se realizan con la ayuda de varios grupos locales, lo cual no excluye la posibilidad de que los miembros de una aldea decidan reunirse en una de sus casas, por la noche, para beber chicha, cantar y bailar.
En la actualidad, las fiestas se llevan a cabo principalmente cuando se celebran los ritos de pasaje individual - nominación de los niños y de las muchachas púberes - y un evento del calendario ritual, como la cosecha de la primera zafra de yuca.
Los Paresí califican sus fiestas en grandes y pequeñas. Las fiestas grandes - olóniti kalóre - son aquellas que reúnen a varias aldeas. Para este tipo de fiesta miembros de todas las aldeas son potenciales invitados. Las fiestas pequeñas, o "fiestitas", movilizan, preferentemente, a los residentes de una aldea que, por regla general, invitan a sus ihinaiharé kaisereharé, para celebrar juntos el pasaje de un nuevo ciclo de trabajo agrícola. Así, las grandes fiestas son realizadas comúnmente en la etapa intermedia de la estación seca, de mayo a septiembre, cuando los campos de yuca alcanzan un punto óptimo de maduración. Las fiestitas acontecen usualmente en la transición de la época lluviosa a la estación seca, entre marzo y abril, cuando por lo general tiene lugar la primera cosecha de una roza nueva.
En las grandes fiestas, las personas clasificadas como ihinaiharé kaisereharé por los habitantes del aldea anfitrión serán también copatrocinadores, toda vez que participan en los preparativos, en particular de la caza colectiva. Así, las aldeas invitadas son aquellas clasificadas como ihinaiharé sékore. En las fiestitas, en cambio, no hay una distinción clara entre patrocinadores e invitados, ya que tanto los miembros de la aldea de acogida como sus ihinaiharé kaisereharé, que integran otros grupos locales, se reúnen para llevarla a cabo.
Los invitados de una fiesta se llaman "fiesteros" (olóniti hoaháre – aquel que bebe chicha), y aquel que promueve la fiesta es designado como "maestro de la fiesta" (harékahare).
El momento de los preparativos para la fiesta es de gran alegría, pues es una ocasión en la que todos los habitantes de la aldea trabajan mano a mano, desbrozando, recogiendo yuca brava para convertirla en olóniti, preparando pan de yuca, beijú, comprando fuegos artificiales y fabricando cigarrillos, entre otras actividades colectivas. Los dueños de la fiesta van a las aldeas en las que viven sus ihinaiharé kaisereharé para invitarlos a participar en una caza colectiva que tendrá una duración de 5 a 7 días. Luego un mensajero es enviado para hacer la invitación a gente de otras aldeas, que lo reciben con gran alegría.
Cuando llegan a la aldea de la fiesta, los invitados son recibidos con chicha y cigarros y se dirigen a la casa donde una serie de rituales serán realizados, además de beber olóniti y comer las carne previamente preparadas. Al anochecer, los hombres se reúnen en el patio y comienzan a tocar flautas y hacer discursos de ofrenda dirigidos a todos los presentes y a los Yámakas, las flautas de gran tamaño que representan a los espíritus de los antepasados. Bailan, cantan y beben, mientras que las mujeres y los niños se recluyen en sus casas, incapaces de ver lo que está pasando fuera, porque a ellos les está prohibida la visión de los Yámaka.
(Extraído de Costa, Maria Romana Ramos, 1985 - Disertación de Licenciatura / UFRJ)
Juegos
El zikonahiti es un juego masculino disputado con una pelota de mangaba [Hancornia speciosa ] , designada igomaliró, de unos 13 cm de diámetro. La característica principal del juego es lanzar el balón con un golpe en la cabeza, entre equipos dispuestos en un campo rectangular dividido en dos partes por una línea trazada en el suelo. Cada equipo está formado por hombres de un mismo grupo local o por individuos que se consideran ihinaiharé kaisereharé ("parientes verdaderos").
Para que haya juego es necesario que una aldea invite a otra. La invitación es innegable; dicen que la negativa a participar en un juego es una afrenta a los que tomaron la iniciativa de hacerlo. Los Paresí se refieren a la invitación como un "desafío".
Durante las fiestas de chicha, cuando varios grupos locales se reúnen, los días son prácticamente dedicados a los juegos de pelota, en el que se enfrentan grupos de aldeas ihinaiharé kaisereharé ("parientes verdaderos ") y aldeas ihinaiharé sekoré ("parientes distantes o de consideración").
Un elemento clave del juego es la apuesta. Al formarse, cada equipo indica un individuo para desempeñar el papel de jugador. Antes de comenzar el juego cada jugador entrega a los apostadores objetos varios como cajas de fósforos, líneas de pesca, anzuelos, peines, jabón, ropa, armas, munición, que serán apostados. Los apostadores se ubican lado a lado y se sientan, por lo general, cerca de la casa del jefe de la aldea. Las mujeres y los niños miran el juego juntos, cerca de las casas. Las apuestas se hacen antes de cada partido, y se suceden hasta que los apostadores ya no tienen nada para apostar. En general, el juego se suspende cuando uno de los equipos agota su provisión de cosas, y entonces jugador del otro equipo distribuye el resultado entre los jugadores. Sin embargo, un juego llega a su fin sólo cuando los dos equipos llegan a la victoria, lo que podría tardar hasta un mes.
Hay todavía otro juego, llamado tirimotiati, en el que los jugadores fijan dos estacas de madera en el suelo, lado a lado, y se colocan a unos 10 metros de distancia de ellas. En este juego se permite la participación de mujeres y puede ser disputado por dos equipos o simplemente por dos personas. Consiste en el lanzamiento manual de un membrillo (taholiri) por el suelo, con el objetivo de derribar la estaca plantada por el oponente. También en este juego los jugadores apuestan sus pertenencias antes de cada ronda. Cuando el jugador (o el equipo) acierta en la estaca del adversario, gana las cosas apostadas. Hay reportes de dos casos en los que mujeres fueron apostadas por sus hermanos.
Arte y cultura material
Tradicionalmente los hombres Paresí andaban desnudos, excepto por el uso del estuche peniano, mientras que las mujeres llevaban una falda corta de algodón. Eran excelentes en los trabajos del arte de la plumería. Las mujeres usaban una especie de delantal con hermosas plumas y un tocado de plumas, las que también eran utilizados en la fabricación de ornamentos nasales. Ambos sexos estaban tatuados, costumbre que fue abandonada.
Los Paresí fabrican para uso propio cestas de paja tejida e hilan y tejen algodón para hacer zamata (cabestrillo para llevar a los bebés), redes, así como abrazaderas y correas. Confeccionan diferentes instrumentos musicales, algunos de ellos considerados sagrados, como las grandes flautas (Yámaka) que están en las casas ceremoniales, prohibidas para la mirada de las mujeres.
La producción de artesanías con miras a su comercialización se convirtió en un nuevo rubro para los Paresí, que comenzaron a producir artículos hechos a mano destinados exclusivamente al mercados externo. Para eso crearon nuevos motivos y comenzaron a utilizar diferentes materiales en la fabricación de coloridas bolas de mangaba, collares y pulseras de cuentas del bosque, abanicos, tocados, cestas y tamices, arcos y flechas y plumeros que venden a los imóti (hombre blanco), generando, de esta forma, otra fuente de ingresos.
Fuentes de información
- Costa, Romana Maria Ramos, 1985 – Dissertação de Mestrado/UFRJ
- Documento, O, 18/05/2008, (http://www.odocumento.com.br/noticia.php?id=261878), consultado em 12/08/2009
- Pasca, Dan: Nos tentáculos do agronegócio, In: Povos Indígenas no Brasil-2001/2005, 2006 – Instituto Socioambiental, São Paulo
- Povos Indígenas no Brasil-2001/2005, 2006 – Instituto Socioambiental, São Paulo
- Projeto ‘Povo Paresí-Kozarene retomando a medicina tradicional’, enviado pelas comunidades das aldeias Rio Verde, Kotitiko, Kamaé e Kalanaza, Prêmio Culturas Indígenas – Edição Xicão Xukuru, 2008 – São Paulo, SESC-SP
- Projeto ‘Waymaré Niriyawenw Waiye... Kehala (Os Waymaré tem fala bonita)’, enviado pelas aldeias Bacaval, Vale do Papagaio, Sacre II e Bocaiuval para o Prêmio Culturas Indígenas – Edição Xicão Xukuru, 2008 – São Paulo, SESC-SP