Jamamadi
- Autodenominación
- ¿Donde están? ¿Cuántos son?
- AM 1138 (Siasi/Sesai, 2020)
- Familia linguística
- Arawá
Los Jamamadi forman parte de aquellos pueblos indígenas poco conocidos en la región de los ríos Juruá y Purus y que sobrevivieron a los dos ciclos del cauch de mediados del siglo XIX. En la década de 1960, casi desaparecieron como grupo específico; sin embargo, se han recuperado tanto en términos demográficos como culturales. Este artículo presenta la información disponible en la literatura sobre la etnia.
Nombre
Existe controversia sobre la auto-designación y la identidad cultural de los Jamamadi. Sobre la identidad del pueblo, algunos autores afirman que no hay diferencias lingüísticas y culturales entre los Kanamanti y Jarawara, mientras otros sostienen que los Jamamadi se dividen en tres subgrupos: Kanamanti, Jarawara y Banawa-Yafi. En relación con la auto-denominación, los Jamamadi de la Tierra Indígena Jarawara/Jamamadi/Kanamanti usan este nombre en sus contactos con los no-indígenas o con otras etnias, aunque la antropóloga Lúcia Helena Rangel sostiene que probablemente el término “jamamadi” les fue asignado por el pueblo indígena Paumari y que significa “gente de la selva”. El etnólogo estadounidense Steere, a principios del siglo XX, también afirmaba que el origen del término provenía de los Paumari. Según el investigador, jiwã-mãgi quiere decir hombre salvaje. En la lengua Paumari, jama significa “selva” y makhari, “hombre”.
El misionero Rick Reece es el único autor que registró el término “kitiya” como auto-denominación común entre los Jamamadi y Banawá-Yafi. Sin embargo, Rangel ha señalado que diversas etnias de la familia lingüística Arawá, como los Jamamadi, Kulina y Deni, comparten el principio de organización social en pequeñas unidades, idealmente endogámicas y políticamente autónomas. Estas unidades se designan por los sufijos -deni o -madilha. Entre los Jamamadi, las unidades actuales serían auto-denominadas: Anopideni (“pueblo del pajarito”), Aptorideni ("pueblo de la onza”), Havadeni, Iuaseredeni, Makoideni, Sirorideni, Sivakoedeni ("pueblo de la taboca”, un tipo de bambú), Tamakorideni, Tanodeni ("pueblo del japu", una especie de ave), Zoazoadeni y Zomahimadi. Frente a esta situación, no sería sorprendente si futuras investigaciones revelaran que el término Jamamadi es una referencia externa, pero aceptada por diversos grupos locales como un paréntesis en la auto-identificación.
Aunque la documentación oficial y algunos textos antropológicos reconozcan a los Kanamanti como un pueblo indígena, este nombre es en realidad una auto-denominación de los grupos Jamamadi que antiguamente habitaban las aldeas de la región del igarapé (brazo estrecho de río característico de la cuenca amazónica y que corre dentro de la selva) Saburrum y que actualmente viven con otros grupos Jamamadi en la Tierra Indígena Jarawara/Jamamadi/Kanamanti. Los Jarawara llamaban a los Kanamanti de Wahati.
Lengua
La lengua Jamamadi pertenece a la pequeña familia Arawá de la Amazonia Occidental. Barbara y Robert Campbell, misioneros estadounidenses de la Sociedad internacional de Lingüística (SIL) la estudiaron minuciosamente y, a partir de 1963, realizaron un trabajo pionero al desarrollar una grafía simple y clara para el Jamamadi, que según ellos es la lengua más parecida al Jarawara. La mayor parte de los Jamamadi es monolingüe y son muy pocos los que hablan bien el portugués.
Localización
El territorio actual de los Jamamadi incluye tierras en la región de la parte media del río Purus, en los estados del Amazonas y Acre; en las regiones de los igarapés (brazos estrechos de río característicos de la cuenca amazónica y que corren dentro de la selva) Curiá y Saburrun (Sabuhã), afluentes del río Piranhas; y en los igarapés Mamoriazinho, Capana, Santana y Teruini, afluentes del río Purus.
Los Jamamadi son conocidos como habitantes de bosques en tierra firme y de la selva densa en regiones amazónicas bajas.
Las Tierras Indígenas Caititu, Camadeni, Igarapé Capanã,Inauini/Teuini y Jarawara/Jamamadi/Kanamanti forman parte del proyecto de demarcación PPTAL (Proyecto integrado de Protección a las Poblaciones y Tierras Indígenas de la Amazonia Legal), en el ámbito del PPG7 (Programa Piloto para la Protección de las Selvas Tropicales en el Brasil).
Los Jamamadi son los únicos habitantes de las Tierras Indígenas Igarapé Capana e Inauini/Teunini, mientras en las otras comparten el espacio con los Apurinã y Paumari (Caititu), o con los Jarawara (en la Tierra Indígena Jarawara/Jamamadi/Kanamanti).
Demografía
No existe información definitiva sobre la población actual de los Jamamadi. El cruce de datos de la Funai, del PPTAL (Proyecto integrado de Protección a las Poblaciones y Tierras Indígenas de la Amazonia Legal) y de nuestros apuntes de campo permiten estimar la existencia de cerca de 800 individuos (en 2000).
Las estadísticas de natalidad y mortalidad disponibles se refieren solamente a las comunidades de la Tierra Indígena Jarawara/Jamamadi/Kanamanti. El autor de este artículo registró una tasa promedio anual de natalidad de 3,3% para el periodo entre 1996 y 2000. En un censo del año 2000, realizado en por el misionero Robert Campbell, de la Sociedad Internacional de Lingüística, los que tenían entre 0 y 19 años de edad representaban un 59,9% de la población.
Los matrimonios interétnicos parecen ser escasos. Solo hay información sobre algunas uniones entre Jarawara y Banawa-Yafi. No se ha registrado ninguna información sobre individuos Jamamadi que vivan en el medio urbano.
Historia del contacto
El territorio tradicional de los Jamamadi era la región entre los ríos Juruá y Purus, cuyos límites naturales estaban formados por los ríos Mamoriazinho y Pauini y por la margen derecha del río Xiruã. En el siglo XIX, el viajero inglés William Chandless ubicó este pueblo en el lado izquierdo del río Purus, extendiéndose cerca de 300 millas entre los ríos Sepatini e "Hyuacu". El etnólogo alemán Paul Ehrenreich también registró las aldeas de este pueblo en la margen izquierda del río Purus, desde la boca del río Ituxi hasta el alto del río Pauini.
La primera mención sobre los Jamamadi en una fuente histórica está fechada en 1845 y aparece en un informe del militar João Henrique Matos, quien señala la existencia “muchas malocas” de este pueblo. En esa época, algunos Jamamadi ya trabajaban como mano de obra para el comerciante Manoel Urbano da Encarnação, quien controlaba la explotación de las “drogas del interior” en el medio Purus. En 1847, el naturalista francés Castelnau también vio “Jamaris”.
La expedición de Serafim da Silva Salgado encontró, en 1852, 400 Jamamadi en la boca del igarapé (brazo estrecho de río característico de la cuenca amazónica y que corre dentro de la selva) Macuiany y más de 100 en la boca del igarapé Euacá. Manoel Urbano de Encarnação encontró además dos malocas en su expedición de 1861 y describió a los Jamamadi como “vecinos de los Apurinã”, “numerosos” e “inclinados al cultivo y a la caza”.
El principal objetivo del esfuerzo misionero de los franciscanos italianos Venâncio Zilocchi y Matteo Canioni, en 1877, era atraer a los grupos Jamamadi para la misión Imaculada Cenceição, en el río Purus, ubicada en la margen izquierda del igarapé Mamoriazinho. Los frailes encontraron ocho malocas abandonadas, cuyos habitantes se habían refugiado en la naciente del río Cainahã debido a la muerte de dos mujeres por un Apurinã. Canioni logró atraer 50 Jamamadi, pero los indígenas no quisieron quedarse en la misión por temor a los Apurinã y por la falta de alimentos. En un intento posterior, los frailes convencieron a otro grupo encontrado en el Mamoriazinho para ir a vivir en la misión, pero los indígenas regresaron a su maloca luego de recibir ropas y herramientas, hecho que desanimó a los misioneros para seguir con el trabajo de contacto.
Chandless escribió, en 1866, que los Jamamadi vivían exclusivamente en tierra firme y en los igarapés, evitando siempre el río Purus. También registró que no tenían canoas, información que puede ser interpretada como un indicio de que viven en tierra firme hace mucho tiempo. En 1872, el cauchero Labre, fundador de la ciudad de Lábrea, también los describió como un pueblo de tierra firme. Según este autor, eran agricultores y no tenían comercio con otros pueblos, además de mostrarse temerosos y esquivos en el contacto con los blancos.
Si bien intentaron mantenerse alejados de los blancos, los Jamamadi no fueron una excepción a las vicisitudes de la época: varios grupos devinieron caucheros o proveedores de productos agrícolas, algunos se integraron paulatinamente al sistema de patronazgo, otros pasaron a utilizar las formas de violencia directa de la época, es decir, armas de fuego.
A finales del siglo XIX, el etnólogo estadounidense Joseph Steere encontró algunos grupos Jamamadi en las nacientes del Mamoriazinho, después de pasar por áreas desiertas que habían sido plantaciones. En una gran maloca abandonada, supo que, poco tiempo antes, 130 habitantes habían sido contaminados por una epidemia de sarampión transmitida por un indio y que causó la muerte de cerca de 100 Jamamadi.
Luego de visitar la región en 1904 y 1905, Euclides da Cunha relató que en el río Inauini se había encontrado un campamento de caucheros peruanos que mantenían 60 Jamamadi a su servicio en cautiverio. Los indígenas estaban presos en un círculo, formado por hombres armados con rifles para disuadir intentos de fuga; habían sido capturados en su maloca muy lejos de allí y conducidos con todo tipo de violencia al campo de explotación de caucho. Algunos murieron en el viaje, otros sucumbieron al llegar en el campamento.
A comienzos del siglo XX, los Jamamadi se consideraron casi extintos. Para protegerlos, el Servicio de Protección a los Indios (SPI, antigua Funai) creó el Puesto Indígena Manauacá, en el río Teunini. En los años de 1930, cerca de 85 Jamamadi vivieron allí recolectando látex y castaña-del-pará. En 1943, el puesto fue trasladado y solo quedaron 28 indígenas hasta que fue inutilizado en 1945.
Dorval de Magalhães, en un viaje de inspección, visitó grupos indígenas en el igarapé Duque, afluente del río Mamoriá, donde encontró 22 indios: las mujeres eran Jamamadi y los hombres Apurinã, todos explotados por el comerciante Manoel Bezerra de Araújo. Magalhães también registró la presencia de grupos Jamamadi en el río Piranha y en el igarapé Curiá.
Entre las décadas de 1940 y 1960, los Jamamadi, igual que otros pueblos de la región, fueron víctimas de las expediciones de exterminio, en particular aquellas del río Pauini. En una investigación realizada en el 2000, Magalhães realizó un relevamiento básico de asentamientos antiguos y actuales en la Tierra Indígena Jarawara/Jamamadi/Kanamanti que permitió la elaboración de un informe preliminar sobre las migraciones de este pueblo en los últimos 60 a 80 años. Las regiones antiguamente habitadas dentro los límites de la actual Tierra Indígena fueron los igarapés Curiá, Curiazinho y Saburrum. Fuera del actual territorio Jamamadi, habían vivido en los igarapés Apahá y Aripuanã y en el río Piranha. Durante varias décadas, las comunidades se fueron trasladando cada vez más hacia el sur, evitando siempre la proximidad con el río Purus. En ese contexto, a fines de los años 60, la aldea de São Francisco, construida por los misioneros de la Sociedad Internacional de Lingüística (SIL), representaba un tipo de “aldea bloqueadora” de las migraciones por su gran atracción.
Un marco histórico muy importante señalado por los propios Jamamadi es la serie de epidemias que surgió a mediados del siglo XX y que, se supone, fue el factor responsable de muchas de las migraciones.
Robert y Barbara Campbell llegaron a la región en 1963, cuando encontraron la población Jamamadi reducida a 80 personas y en estado desolador. Los pocos chicos que había en aquel momento no inspiraban optimismo, pero el escenario fue revertido completamente. La población actual es de cerca de 240 individuos.
Los Jamamadi siguen evitando el contacto con los blancos, a quienes llaman los “jara”. La relación con los Paumari es de amistad, mientras que con los Jarawara suele ser tensa.
Actividades económicas
El ciclo anual está marcado por los regímenes pluviales – con más precipitaciones de noviembre a febrero – y por los niveles del agua, que en general son más altos en marzo y abril, y más bajos de julio a octubre.
Los Jamamadi son principalmente agricultores y cazadores de tierra firme. Las dos plantas que más se cultivan son la mandioca (venenosa cuando cruda y usada para hacer harina) y la macaxeira (también llamada mandioca dulce, comestible). La base de la alimentación es la harina de mandioca, también utilizada para hacer un plato muy apreciado, el “pan de harina” (yawa), una masa de mandioca guardada en canastas forradas con hojas de bananeras y después cocidas en una olla.
Es interesante observar que los Jamamadi no practican el desbrozo, sino que invierten sus esfuerzos en el manejo de la selva renovada luego del cultivo de árboles de fruta o de la caza intensa de animales pequeños y medianos. Debido a que los cultivos son totalmente cubiertos por plantas invasoras después de un año, los Jamamadi abren nuevos campos de cultivo constantemente, aunque los más antiguos no se abandonan del todo, pues los tubérculos, por ejemplo, siguen brotando hasta por tres años.
Alrededor de las aldeas, es posible observar un mosaico de vegetación riparia, cultivos y selva en distintos estadios de evolución que proveen a los Jamamadi de una serie alimentos y de animales de caza. La caza ocupa un lugar muy importante en la dieta de este pueblo y en algunas aldeas llama la atención la cantidad de animales silvestres criados en cautiverio. Hay dos modalidades de caza: (1) la “caza de cerca”, asociada a la selva en renovación y al ambiente circundante a las aldeas, y (2) la “caza de lejos”, asociada a los asentamientos provisionales de extracción de copaíba (árbol de la especie Copaifera sp que fornece un tipo de aceite muy difundido).
La pesca es solo una actividad complementaria para los Jamamadi. Utilizan el arco y la flecha, hilos y anzuelos o arpón, además de una substancia letal a los los peces llamada kona, también conocida en la región como tingui. Este veneno es extraído de la raíz de una planta después de batirla repetidamente hasta ablandarla. En general, se utiliza en la estación seca, principalmente en las ocasiones de fiestas y reuniones. Antiguamente, usaban más las fisgas y artimañas para capturar los peces.
Los Jamamadi recolectan frutos silvestres y miel de abeja; también preparan diversas bebidas no alcohólicas con las frutas de las palmeras de açaí, bacaba y pupunha. Los principales productos comercializados vienen de la recolección y de la agricultura, si bien también venden algunas artesanías. Entre los productos de recolección, los Jamamadi comercializan principalmente el aceite de copaíba, extraído en asentamientos provisionales llamados centros, formados por grupos de cinco a diez hombres. Cada hombre posee su rancho y el conjunto de ranchos define el área de explotación de cada centro, donde la permanencia está determinada por el tiempo necesario para llenar los galones con aceite, actividad que puede tardar entre 15 y 25 días.
Para alimentarse en el centro, los hombres cazan y además traen harina de mandioca producida en las aldeas, pues allí no hay cultivos o árboles de frutas. Por su lado, durante la ausencia de los hombres en las aldeas, las mujeres no solo confeccionan hamacas y canastas, sino que también pescan o, ocasionalmente, cazan animales pequeños a medianos.
La extracción de aceite de copaíba es un trabajo arduo, extenso y cansador. Tampoco es una actividad muy compensadora, pues las formas de trueque del aceite practicadas por los regatões (suerte de comerciantes que recorren los ríos en barcos) son escandalosas. En general, estos comerciantes se aprovechan que los Jamamadi desconocen el valor del dinero y cambian el aceite por mercaderías de bajo valor. En algunos casos, los regatões lucran hasta un 3.000%, de acuerdo con nuestros cálculos.
La práctica de derrumbar los troncos de la copaíba para extraer el aceite generó una reducción importante de estos árboles en las Tierras Indígenas y por esta misma razón los Jamamadi de la región de la parte media del río Purus ya no explotan más la sorva (fruto de la especie Sorbus domestica L.), otro producto de la selva cuyo árbol también ahora es escaso.
De todos modos, aunque la densidad demográfica de las tierras de los Jamamadi es bastante baja (de 0,03 a o,01 habitante/km², depende de la Tierra Indígena), ellos aprovechan efectivamente el espacio, en función del sistema de los centros y su distribución espacial muy amplia.
Organización social y política
Los grupos locales son generalmente pequeños. Una aldea con más de 100 habitantes ya es considerada fuera del promedio. La descendencia es de línea paterna y en los matrimonios prefieren las uniones entre primos cruzados (hijos de la hermana del padre o hijos del hermano de la madre). Este modelo básico ha sido conservado hasta hoy, aunque las excepciones a esta regla han aumentado en algunas comunidades, quizá debido a la influencia misionera.
La residencia pos-nupcial es uxorilical, es decir, el marido debe vivir en la casa de la familia de su esposa, y el yerno tiene la obligación de prestar servicios al suegro. Luego del nacimiento del primer hijo, existe la posibilidad de optar por una nueva residencia. Otra regla tradicional establece que el primer hijo es criado por la abuela materna, mientras que los hijos nacidos posteriormente son criados por la abuela paterna.
Los matrimonios son, en general, estables. El índice de divorcio ya era bajo antes de la llegada de los misioneros, pero el comportamiento sexual fuera del matrimonio, que antes era muy liberal, fue alterado.
Los nombres personales siguen en lengua indígena, aunque en los registros oficiales se utilizan nombres cristiano-portugueses.
Cultura material
Las casas son iguales a las de los riberinhos (poblaciones pescadoras que viven en las márgenes de los ríos): construidas sobre palafitos, con piso de tablas de paxiúba (un tipo de madera) y cubiertas con paja de canaraí. Dentro de las casas, cada familia tiene su espacio para dormir. Las jóvenes solteras duermen juntas protegidas por el mosquitero de la familia, mientras que los muchachos tienen cada uno el suyo.
Antiguamente, las viviendas eran malocas cónicas enormes. Algunas fueron consideradas las más grandes jamás vistas: según Steere, podían medir hasta 40 metros de ancho y 22 metros de altura, y estaban subdivididas en hasta 25 compartimientos de familias. Al lado de las casas, todavía se construyen residencias pequeñas de reclusión (wawasa) en forma de maloca, para las muchachas después de la primera menstruación. Los Jamamadi también construyen pequeños ranchos o chozas para las migraciones provisionales o expediciones de caza y recolección.
Las hamacas utilizadas para dormir son confeccionadas con algodón o cáscara de árbol de castaña joven. El material del tronco es batido, lavado y secado para que se desprendan las hilachas, que son enrolladas y torcidas con la mano, apoyándose en el muslo de pierna, hasta formar el hilo, que a su vez es enrollado en un ovillo de forma cilíndrica.
En relación con objetos de uso doméstico, algunos relatos mencionan objetos utilitarios de cerámica sin ningún adorno o pintura y los tipitis (instrumento utilizado para exprimir la masa de la mandioca).
El vestuario contemporáneo consiste en ropas adquiridas de los blancos o cosidas con telas de ellos. Antiguamente, los hombres usaban solo una cuerda para fijar el pene, a veces escondido por algunos hilos colgados de la cuerda, y las mujeres, solo tangas de algodón.
Los adornos femeninos contemporáneos son: diademas hechas con plumas de guacamayo y tucán, pegadas con breu (resina del árbol de mismo nombre); varios tipos de collares hechos con semillas o dientes de mono; pulseras hechas con conchas de río ligadas por un hilo de algodón.
Las embarcaciones son canoas pequeñas enterizas, o sea, esculpidas en una sola pieza de madera. Antes, las construían con cáscara de jutaí (tipo de árbol) y tenían cerca de 5 metros de largo y un metro de ancho.
Entre las armas, los arcos tienen hasta dos metros de largo y están hechos con madera de palmeras. La parte del medio es más ancha que las extremidades. La cara interna es plana y la cara externa es convexa. El hilo está hecho de fibras de palmeras. Las flechas tienen hasta 1,70 m de largo y las que tienen hasta 1,50 m están hechas de tacuara. En la extremidad inferior de las flechas se clavan unas plumas pequeñas, y la punta, con un largo de 15 a 18 centímetros está hecha de madera de paxiúba. A veces, la punta es afilada en forma triangular con dientes de paca o cotia (así como la paca, también es un pequeño mamífero roedor) y provista de entalles poco profundos. En toda su extensión, la punta es revestida de una capa de veneno. Debido a los entalles, la punta se rompe y prende en el cuerpo de la caza. Antiguamente, los Jamamadi también utilizaban cerbatanas.
Religión, mitología y rituales
Practicamente no existen relatos sobre la religión étnica y la mitología de los Jamamadi. Sin embargo, Lúcia Helena Rangel dedicó parte de su tesis a las hipótesis sobre el xamanismo (conjunto de manifestaciones y prácticas rituales alrededor del xamã, o líder espiritual) de los Jamamadi. Según los estudios de la antropóloga, el xamanismo jamamadi sería el factor responsable de las divisiones de las comunidades, si bien nuestros conocimientos fragmentarios sobre los rituales y fiestas de este pueblo no permiten afirmar nada relativo a este tema. Una de las fiestas más importantes parece ser la iniciación femenina, con una serie de rituales que marcan la transición de las muchachas al estado de adultas.
Por otro lado, es fácil observar el aprecio que tienen por el rapé en la vida cotidiana, hecho a partir de hojas verdes de tabaco tostadas, secas y machacadas dentro de una cáscara de castaña-del-Pará. A este polvo, se le agrega cenizas de cacao. El rapé es consumido en distintas ocasiones.
Los Jamamadi practican el “ritual del chinã” (chinã es la aproximación al portugués del término indígena sina, que quiere decir rapé), en el cual participa toda la familia. El dueño de casa pone una porción de sina en una hoja verde y la mantiene en la palma de la mano. Luego, la hoja se pasa de uno a otro para servirse la sina, utilizando un hueso de la pierna de un gavilán para inhalar el polvo. El orificio del hueso es alisado con cera para facilitar la adaptación del instrumento en la nariz. Después, se limpia el interior del hueso con una pluma.
Nota sobre las fuentes
La única monografía etnográfica sobre los Jamamadi es la tesis de doctorado de la antropóloga Lúcia Helena Vitalli Rangel, titulada Os Jamamadi e as armadilhas do tempo histórico, defendida en 1994 en la Universidad Católica de San Pablo (PUC-SP). Otras fuentes etnográficas son los relatos del explorador William Chandless y de los etnólogos Paul Ehrenreich y Joseph Steere, fechados del inicio del siglo XX, y más recientemente de Gunter Kroemer (del CIMI-Lábrea).
Fuentes de Información
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