De Pueblos Indígenas en Brasil
Foto: Saulo Petean, 1983

Gavião Parkatêjê

Autodenominación
Parkatejê
¿Donde están? ¿Cuántos son?
PA 646 (Siasi/Sesai, 2014)
Familia linguística

Después de una traumática “pacificación”, ocurrida en la década de 1970, en la cual perdieron 70 por ciento de la población, los Gaviões vencieron la crisis poblacional y reconstruyeron su modo de vida. La aldea Kaikoturé, erguida en 1984, traduce en su concepción el proyecto de futuro de los Parkatêjê: reproduciendo el diseño circular tradicional de las aldeas timbira, posee casas de ladrillo provistas de redes de agua, electricidad y desagüe.

 

Nombre

El nombre “Gavião” fue atribuido a diferentes grupos Timbira por viajeros del siglo pasado que, de ese modo, destacaban su carácter belicoso. Entre los así llamados, Curt Nimuendajú calificó de “occidentales”, “del oeste” e, incluso, “del bosque”, a los que vivían en la cuenca del Tocantins, a fin de distinguirlos de los Pukôbjê y Krinkatí, del alto Pindaré en el Estado del Maranhão, también conocidos bajo aquella designación.

En la primera mitad del siglo XX, los “Gaviãos del oeste” se distribuían en tres unidades locales autodenominadas de acuerdo a la posición que ocupaban en la cuenca del río Tocantins. Una de ellas se llamó Parkatêjê (donde par significa pie, parte baja; katê es dueño; y jê es pueblo), “el pueblo de aguas abajo”, en cuanto la otra, Kyikatêjê (donde kyi es cabeza), “el pueblo de aguas arriba”, ya que, a comienzos del siglo XX, con motivo de la guerra entre estas dos unidades, la segunda se refugió aguas arriba del río Tocantins, ya en el Estado del Maranhão; por esa razón, los Kyikatêjê son también designados como “grupo del Maranhão” (a no confundir con los Pukôbjê y Krinkatí). La tercera unidad, que quedó conocida como “grupo de la montaña” conforme a la autodenominación Akrãtikatêjê (donde akrãti es montaña), ocupaba las cabeceras del río Capim.

Aunque actualmente estén todas reunidas, la distinción entre las tres unidades permanece marcada. Hay, con todo, una autodenominación común a todas, como indica la placa a la entrada de la aldea nueva, donde se lee “Comunidad Indígena Parkatêjê”, figura de hecho creada por los Gaviões, como expresión de la autonomía conquistada por ellos en 1976, para hacer frente a los nuevos desenvolvimientos de las relaciones interétnicas. 

Lengua

Los Gaviões hablan un dialecto de la lengua Timbira Oriental, perteneciente a la familia Jê.

A partir de 1981, con el funcionamiento sistemático de la escuela del Puesto de la Funai y con la intensificación de las relaciones con varios segmentos de la sociedad nacional, ocurrió, en forma acentuada, la difusión de la lengua portuguesa justamente en el día a día e inclusive entre los niños y los adolescentes.

Por otro lado, la recuperación de los ciclos ceremoniales de larga duración acentuó el uso de la lengua ancestral en ocasiones rituales, a través de cantos, discursos, etc.

Localización

Aldeia de alvenaria e a reciclagem da tradição. Foto: ISA Archive, 1984
Aldeia de alvenaria e a reciclagem da tradição. Foto: ISA Archive, 1984

Los Gaviões viven en la Tierra Indígena Mãe Maria, localizada en el municipio de Bom Jesus del Tocantins, al sudeste del Estado del Pará. Situada en tierras firmes de floresta tropical, tiene como límites los igarapés [canales estrechos] Flecheiras y Jacundá, afluentes de la margen derecha del curso medio del Tocantins.

El arroyo Mãe Maria, que nace al interior de la Tierra Indígena, confirió su nombre al Puesto que el SPI (Servicio de Protección a los Indios) instaló allí en 1964, en la margen de una trocha estrecha que, tres años más tarde, vendría a ser una carretera estatal pionera en la región: la PA-70 (como fue conocida localmente, aunque se haya convertido en la PA-332 desde 1982). Esa carretera fue la primera conexión del municipio de Marabá con la carretera Belém-Brasilia, antes de la construcción de la Transamazónica. En 1967, ella cortó en toda su extensión – cerca de 22 kilómetros en el sentido norte-sur – el inmenso castañal que constituía el territorio de los Gaviões.

Krohokrenhum, com mais de 55 anos, resolve aprender a andar de moto. Foto: Iara Ferraz, 1985
Krohokrenhum, com mais de 55 anos, resolve aprender a andar de moto. Foto: Iara Ferraz, 1985

En 1977, el límite sudoeste de la Tierra Indígena fue atingido por la construcción de otra carretera, la PA-150, que parte de Morada Nova – en el kilómetro 12 de la PA-70 – en dirección a Castanhal, municipio ya próximo a Belém. La construcción de estas dos carreteras aceleró la ocupación efectiva y desordenada de aquella porción oriental de la Amazonía, favoreciendo la invasión sistemática y creciente de la tierra de los Gaviões, tanto por ocupadores como por obras estatales de infraestructura de los proyectos que vendrían a instalarse en la región.

Más tarde, la Tierra Indígena fue también cortada por la línea de transmisión de Eletronorte, originada en la Usina Hidroeléctrica de Tucuruí, y, en 1982, por la Carretera de Ferro Carajás.

Distantes cerca de 40 kilómetros de Marabá, el principal núcleo urbano de la región, y a solo 30 kilómetros del poblado de São Félix, los Gaviões viven en la aldea Kaikoturé – uno de los nombres del líder del grupo, Krohokrenhum – inaugurada en julio de 1984. Está situada a cerca de un kilómetro de la carretera PA-70. 

Población

O mesmo Krohokrenhum, cantador desde pequeno, no pátio da aldeia. Foto: Saulo Petean, 1983
O mesmo Krohokrenhum, cantador desde pequeno, no pátio da aldeia. Foto: Saulo Petean, 1983

A partir de 1975, veinticinco años después de la fase de “pacificación”, durante la cual perdieron el 70 % de su población, los Gaviões pasaron a mostrar una franca tendencia al crecimiento demográfico. El proceso de recuperación pasó por soluciones tales como la reintegración de hombres y mujeres Gaviões que habían sido criados entre los blancos o en el seno de otros pueblos indígenas, el casamiento con mujeres regionales, la búsqueda de esposas entre los Pukôbjê, la incorporación de familias o de individuos de etnias indígenas no-timbira, y hasta de hombres blancos, en una política conciente de volver a ser muchos otra vez.

En 1985, la población de los Gaviões era de 176 personas, pero también vivían en la aldea Kaikoturé 16 Guaraníes, un Ka’apor, un Tembé y 17 Kupên (“civilizados”). El grupo era constituido sobre todo por niños y jóvenes (de hasta 20 años), que sumaban más del 60 por ciento del total. En términos globales, se observaba un pronunciado desequilibrio entre los sexos a favor de los hombres, el cual estaba comenzando a ser balanceado por un mayor número de nacimientos de criaturas de sexo femenino.

Los Gaviões Parkatêjê vencieron la crisis poblacional y presentaban en 1998 una población de 338 individuos, que incluía a muchos niños y jóvenes (Jane Beltrán 1998).

 

Historial del contacto

Gaviões do Rio Ipixuna. Foto: José Medeiros, 1957
Gaviões do Rio Ipixuna. Foto: José Medeiros, 1957

En base a los relatos de los viajeros del siglo pasado, Nimuendajú mencionó precisamente la localización de los Gaviões en las cabeceras de los ríos Jacundá y Moju, donde tuvieron de hecho sus grandes aldeas hasta la década de 1960. En esa área, los contactos y las relaciones que los indios Gaviões establecieron con los frentes de expansión de la sociedad nacional presentan fases distintas, en correspondencia a la explotación de los recursos económicos del río Tocantins. La primera de ellas, con contactos esporádicos, pacíficos, visuales entre indios y “civilizados”, cuando los pioneros utilizaban las márgenes del río como posada, perduró hasta fines del siglo pasado, mientras no hubo necesidad ni motivo para penetrar en la floresta del interior.

A inicios del siglo XX, la extracción de vegetales (caucho, aceite de copaíba y, finalmente, castaña del Pará [Bertholletia excelsa]) modificó la estructura socio-económica del medio Tocantins y del Burgo del Itacaiúnas, que vino a ser la ciudad de Marabá. La preocupación de la población regional en neutralizar a los Gaviões data particularmente del inicio de la explotación de castaña – alrededor de 1920 – cuando se penetra en la floresta de la margen derecha del río Tocantins, a fin de localizar castañales.

Las tradiciones orales de los Gaviões se refieren a este período, marcado por el recrudecimiento de las relaciones hostiles con la “gente civilizada”, los kupên. De acuerdo a los relatos de Krohokrenhum, los Gaviões pasaron a “acostumbrarse” a la presencia de los blancos en su territorio. Las relaciones parecían inicialmente amistosas, pues ellos obtenían de los kupên bienes industrializados, como machetes y hachas. Luego, sin embargo, ocurrieron episodios violentos, con muertes de ambos lados, especialmente después del asesinato de uno de los jefes por castañeros del bajo río Tauri. Los Gaviões se vengaron y mataron a tres castañeros, además de incendiar sus barracas (Folha do Norte 25-03-38). Las represalias de muertes con muertes marcó el recrudecimiento de las relaciones hostiles con los “civilizados”.

Los conflictos entre los Gaviões y los recolectores de castaña se fueron intensificando en la medida en que este producto ganaba mayor importancia para la economía regional. Por la margen derecha del río Tocantins, esos choques armados ocurrían en una extensión de casi 180 kilómetros, abarcando tierras de los actuales municipios de Tucuruí, Itupiranga, Marabá y São João do Araguaia. Los Gaviões eran entonces acusados de practicar “grandes salvajismos” y, en Marabá, principal centro comercial de la región, durante las décadas de 1930 y 1940, políticos locales, comerciantes y dueños de castañales organizaban expediciones de exterminio de los Gaviões.

Fue solamente en 1937 que el SPI instaló un Puesto en el río Ipixuna, destinado a la atracción de los Gaviões. Casi enseguida, varios indios comenzaron a visitar el Puesto para recibir herramientas y otros “regalos”. Pero, cuando en ocasión de una de esas visitas, “encontraron el Puesto desprovisto de herramientas y sobre todo de harina, luego de mostrar descontento, mataron de varias flechadas a uno de los trabajadores. Dejaron de frecuentar el Puesto, habiendo establecido contactos con otros puntos de Tocantins, inclusive en un lugar llamado Ambauá, al frente de Tucuruí” (Arnaud 1975: 37).

En 1945, luego de un cambio de áreas, el SPI instaló un Puesto en Ambauá, retomando los trabajos de atracción. Las diferentes unidades locales en que estaban divididos los Gaviões se alternaron en las visitas al área, inclusive con incursiones violentas, que recibían amplia cobertura de la prensa nacional, de modo alarmante, entre 1948 y 1951 (como, por ejemplo, las materias publicadas en el Estado del Pará el 29 de enero de 1948 y en O Cruzeiro del 31 de marzo de 1951; ver Arnaud 1984: 12-13).

“El ethos beligerante de los Gaviões, sin embargo, también rige normas de expansión territorial de los varios grupos dentro de un mismo sistema de relaciones sociales. No raras veces, los conflictos internos eran provocados por robos de productos de las rozas, acusaciones de hechicería o raptos de mujeres” (idem). Fue en ese contexto que ocurrieron las escisiones, a inicios de este siglo, que dieron lugar a las tres referidas unidades locales de los Gaviões.

El inicio de la década de 1950 fue marcado por la ruptura decisiva de un orden tradicional, donde la operación del sistema de organización social acabó por debilitarse debido a la desintegración de los territorios comunes, al advenimiento de enfermedades y al consiguiente despoblamiento. La total ausencia de condiciones de resistencia por parte de las unidades locales en que se habían segmentado hizo que la única posibilidad de sobrevivencia fuese la “rendición”, la búsqueda del contacto con el kupên – el “civilizado”, el “cristiano” –.

Con la muerte del antiguo jefe Gavião, a quien la gente de la región llamaba “Indiuma”, que durante toda su vida rechazó el contacto con los kupên, comenzó a afirmarse en esta época, sobre los pocos integrantes del grupo del Cocal, aldea de los Parkatêjê, el liderazgo de Krohokrenhum, cuya trayectoria como líder y cantor está relacionada a su coraje personal y al de sus seguidores en la aproximación a los “civilizados”.

Los contactos decisivos con el grupo del Cocal ocurrieron en 1956, a través de una expedición organizada por el dominicano Frei Gil Gomes Leitão y por un teniente de reserva al servicio del SPI. Con pocos recursos, promovieron el encuentro con los Gaviões a fin de evitar que las expediciones punitivas organizadas con el apoyo de políticos locales alcanzasen su objetivo: exterminar a los indios para poder explotar los castañales en los que ellos se habían establecido.

Enseguida, muchos integrantes del grupo del Cocal se dirigieron a la ciudad de Itupiranga, donde su permanencia por cerca de cuatro meses, viviendo de la prestación de servicios a la población local – llenar los baldes de agua, extraer leña o exhibirse como eximios tiradores de flechas – a cambio de ropa y alimentación, provocó un despoblamiento todavía más acentuado cuando posteriormente retornaron a la aldea acarreando epidemias de gripe y sarampión.

La fascinación por la ciudad había motivado que el grupo abandonase la antigua aldea, buscando amparo en un lugar donde no había asistencia sistemática por parte del SPI, los medios de subsistencia eran precarios y las tierras ya estaban ocupadas por la gente de la región. Según manuscrito de Frei José, dominicano que visitaba a los Gaviões, aquel área fue adquirida por un diputado de Belém.

Formaron pequeñas rozas y comenzaron a adoptar nombres personales en lengua portuguesa que, así como el uso de ropas, constituían elementos de un sistema específico de comunicación e interacción con los kupên que les proveían de bienes industrializados. Los agentes del SPI incentivaban a los indios a recolectar castaña a cambio de machetes, hachas, municiones y productos alimenticios. El castañal donde se habían establecido, arrendado por un “Seu Benedito” que les “permitió” instalarse allí – habiéndose así tornado “amigo” de los Gaviões – pasó a ser explotado individualmente por ellos, según Da Matta (1967: 115). La producción era vendida en Itupiranga y el transporte era patrocinado por un funcionario de la Prefectura de aquel municipio, que vino a trabajar como agente del SPI en el grupo. Los Gaviões fueron así iniciados en la operaciones de compra y venta en este período –principios de la década de 1960.

Contrariamente al grupo del Cocal, el “grupo de la montaña” fue a establecerse – a fines de 1960 – en el local conocido como Ambauá, donde ya existía un Puesto (y prados) del SPI desde el inicio de la década de 1940. Los contactos sistemáticos con los habitantes de Tucuruí, situada a media hora de barco a motor desde la sede del Puesto, llevaron a que los Gaviões dejaran de ser visto como “saqueadores” y pasasen a abastecer el mercado local con caza, pescado y castaña. Para los habitantes de la ciudad, ellos se habían tornado “creyentes”. De hecho, a partir de 1964, integrantes de la MNTB (Misión Nuevas Tribus del Brasil) se habían instalado en la “montaña”.

Concentración en Mãe Maria

Desde 1953 había una gleba de tierra concedida a los indios Gaviões por decreto del entonces interventor federal en el Estado del Pará. Según Antonio Cotrim, en aquella época los Gaviões acostumbraban salir a una playa del Tocantins enfrente del castañal Mãe Maria y confraternizaban con su administrador. Éste dedujo que los indios debían habitar en las cabeceras del igarapé Mãe Maria y se preocupó en reivindicar para ellos esta gleba, comprendida entre los ríos Flecheiras y Jacundá, una legua más allá de la margen del Tocantins, faja en que él (el administrador) explotaba castaña (Soares 1983).

Esta área pasó a ser arrendada a terceros por el SPI a partir de 1947 por una cuantía considerada “irrisoria”, pero en 1965 el SPI comenzó a recibir propuestas de nuevos arrendamientos a precios altísimos. Con la apertura de la PA-70 en 1964 el área despertó gran interés y decenas de ocupadores se instalaron en el área indígena. Viendo que los funcionarios del SPI no conseguían contener la ocupación del área, Antonio Cotrim resolvió convencer a los 28 Gaviões que vivían en una aldea en Itupiranga a mudarse hacia allá.

Las expectativas de los agentes del SPI en “dar inicio a la vida económica” del Puesto estaban vinculadas a la eficacia de la acción de los Gaviões en ahuyentar a los castañeros que se habían instalado allí. Los estereotipos entonces existentes en relación a los Gaviões eran actualizados y reforzados en las expediciones que emprendían en un determinado trecho de la carretera, entre los ríos Flecheiras y Jacundá, con objetivos precisos.A fines de la década de 1960, la penetración de ocupantes y grileiros [personas que pretenden apropiarse de un terreno por medio de documentos falsificados], facilitada por la apertura de la carretera PA-70, así como el rápido avance del frente pecuario terminaron por confinar bajo fuerte presión al grupo que se había refugiado en el Maranhão en un local que fue conocido como Igarapé dos Frades, en Saranzal, próximo a Imperatriz (Arnaud 1975: 72-76). A fines de 1968, el área en que el “grupo del Maranhão” se encontraba – cerca de la PA-70, pero a 150 kilómetros de Mãe Maria – fue interdicto por decreto (n° 63.515 del 31-10-1968), medida que sin embargo no fue respetada por la población pionera. Los Gaviões reaccionaron violentamente, produciéndose muertes de ambos lados, lo que provocó un pánico generalizado en toda la región (O Estado de S. Paulo 30-05-1972).

Con miras al contacto definitivo con el grupo, un trecho de algunos kilómetros a lo largo de la PA-70 fue interdicto por el Ejército, la Funai, el Gobierno del Pará y la Policía Federal. De este modo, el Frente de Atracción, bajo jefatura de Cotrim, quien estaba auxiliado en la etapa final de la atracción por intérpretes del “grupo de la montaña”, estableció contactos ya en 1968. Frente a una eventual “masacre” que amenazaba al grupo en aquella zona, la Funai negoció su transferencia a Mãe Maria. Y mediante una suma de dinero destinada a los gastos para la remoción del grupo, el área fue entregada a una empresa regional. Actualmente, esta área, conocida como “Cinelândia”, es atravesada por el ferrocarril de Carajás y ha sido tomada por cerca de 15 mil familias de ocupantes en innúmeros poblados.

A inicios de la década de 1970, con el impulso de la política gubernamental de ocupación gradual de los llamados “espacios vacíos” de la Amazonía, comenzaron a desenvolverse los grandes proyectos de construcción de la carretera Transamazónica y de la Usina Hidroeléctrica de Tucuruí, la cual apuntaba a la explotación de los minerales de la Serra de Carajás. La Funai determinó entonces la remoción del “grupo de la montaña” al interior de la Tierra Indígenas Mãe Maria, hacia donde se dirigieron seis jóvenes solteros, en 1971. Al año siguiente comenzó la construcción de la Usina Hidroeléctrica de Tucuruí, exactamente en el área concedida a los Gaviões en 1945.

El líder del contacto

O líder Krohokrenhum assinando um acordo com a Companhia Vale do Rio Doce, autorizando a passagem da estrada de ferro Carajás dentro da área Gavião mediante indenização. Foto: Cynthia Brito, 1984
O líder Krohokrenhum assinando um acordo com a Companhia Vale do Rio Doce, autorizando a passagem da estrada de ferro Carajás dentro da área Gavião mediante indenização. Foto: Cynthia Brito, 1984

Krohokrenhum vivió el contacto con los kupên desde los momentos iniciales, habiendo sido su gran incentivador. Estuvo al frente durante todo el proceso y, a cierta altura, llegó a creer que su pueblo estaba realmente próximo a su fin. Ejercer el liderazgo pasó a ser, de hecho, tomar decisiones por el grupo en su totalidad: desde la transferencia a Mãe Maria, la sumisión al trabajo en la castaña, hasta el descontento creciente y la ruptura con aquel orden.

En el transcurso de este período post-contacto, creció su prestigio como jefe de los Gaviões, que se reunieron a los pocos en una sola aldea. Gran cantador y eximio tirador de flechas, como es reconocido por todos los suyos, Krohokrenhum fue el gran incentivador de la recuperación, con intensidad, de los ciclos ceremoniales, desde 1976. Él fue el mediador por excelencia frente a los conflictos internos como también a las amenazas externas, en las situaciones que ponían en riesgo la harmonía del grupo. Guardián de la integridad del territorio, bastante amenazado por el intenso proceso de ocupación de la región de Marabá, Krohokrenhum sabe que el enfrentamiento con la gente “civilizada” es lucha y no acaba nunca.

O líder Krohokrenhum. Foto: José Caron, 1961
O líder Krohokrenhum. Foto: José Caron, 1961

Krohokrenhum es reacio a ausentarse del territorio de la “Comunidad Indígena Parkatêjê”. Acostumbra enviar emisarios y algunos de entre los Gaviões se especializan en las “relaciones hacia afuera” (comercio, bancos, Funai, exportadores de castaña, etc.) en los poblados vecinos, en Marabá, Belém o Brasilia. A veces, el propio Krohokrenhum se desplaza; pero, desde hace mucho tiempo, él insiste en que las negociaciones importantes para el destino de los Gaviões, que envuelven a representantes de las agencias federales, se realicen en la propia aldea. Fue famosa, en el transcurso de 1977, su retumbante recusación a aceptar la invitación del Ministro del Interior, Rangel Reis, para comparecer en Brasilia en el acto de la firma de un préstamo bancario para la cosecha de castaña. Permaneció con el mismo estilo en las negociaciones posteriores, envolviendo indemnizaciones abultadas, con representantes de la Eletronorte y CVRD (Compañía Vale del Río Doce). Krohokrenhum tiene plena conciencia de la leyenda que circula en la región y en el Brasil con respecto a los Gaviões: “los indios que se enriquecieron con las indemnizaciones”. No le gustan la mayoría de las versiones dadas por la prensa con respecto a las mudanzas que están ocurriendo en la vida de la aldea.

O líder Krohokrenhum. Foto: Messias, 1979
O líder Krohokrenhum. Foto: Messias, 1979

La firmeza de su liderazgo y de su prestigio como jefe de los Gaviões es un hecho notable, a pesar de las crisis de autoridad. En julio de 1985, por ejemplo, en un gesto dramático e inusitado, con grandes repercusiones en la vida de la aldea, Krohokrenhum quebró públicamente su maraca y su arco y mandó destruir los troncos que serían utilizadas en la “corrida”, después que un grupo de jóvenes recién llegados del “comercio” prefirieran jugar fútbol en el patio de la aldea en vez de participar en un ritual que envolvía cantos y danzas. De poca conversa con los kupên, mas autor de largos y frecuentes discursos en el patio de la aldea, Krohokrenhum viene siendo el conductor de un amplio movimiento de resistencia de los Gaviões. 

De la castaña de la Funai a la castaña de los Gaviões

La transferencia de todos los grupos locales a la Tierra Indígena Mãe Maria permitió a la Funai constituir allí la fuerza necesaria para el desenvolvimiento de una actividad que llegó a hacer de este Puesto el mayor productor de castaña a inicios de la década de 1970. El sistema de explotación económica, al que los Gaviões estaban sometidos, como mano de obra recolectora, duró diez años a partir de 1966. Durante ese período, los Gaviões se recuperaron en términos demográficos mediante la asistencia proporcionada por la Funai.

Con el discurrir de los años, la manipulación de la distribución de la renta de la castaña, a través del sistema de pago de “comisiones” a los líderes por parte de los agentes locales de la Funai, llegó a generar gran insatisfacción entre los Gaviões. Por otro lado, la obligatoriedad del trabajo en la castaña, durante seis meses por año y mediante un esfuerzo físico acentuado, para la obtención de bienes que se habían tornado imprescindibles, impedía la realización de las actividades tradicionales, como los ceremoniales de larga duración.

Krohokrenhum decidió dirigirse personalmente a la Delegación de Belém para resolver la cuestión de la “comisión“ pagada por la Funai como remuneración por el trabajo de los Gaviões en la recolección de castaña. En diálogo vehemente con el entonces delegado regional afirmó que, de ahí en adelante, dejaría de comercializar la castaña de Mãe Maria, ya que los Gaviões se mostraban reacios a aquel sistema “aceptado” en otras zonas indígenas de recolección de castaña.

En aquel año, la antropóloga Iara Ferraz estaba realizando registros preliminares para la realización del Proyecto de Emergencia para la Coordinación de la Zafra de Castaña por los Gaviões de Mãe Maria. Ella discutía con los Gaviões la posibilidad concreta de comercializar la producción directamente con los agentes exportadores, sin la mediación de la Funai.

A pesar de las dificultades iniciales administrativas y políticas derivados de la Delegación y del DGPC [Dirección General de la Policía Civil] en Brasilia (atraso en la remisión del presupuesto inicial e insuficiencia de los préstamos), el cumplimiento de la zafra de 1976 representó para los Gaviões la conquista de la autonomía. Configurándose como productores, los Gaviões consiguieron reafirmarse delante de la población regional, pasando a ser admirados y respetados. Reasumieron, al mismo tiempo, una actitud de plena afirmación de una identidad étnica que venía siendo amenazada. Para expresar la diferencia en relación al “tiempo en que la Funai mandaba”, los Gaviões asumieron la autodenominación colectiva e institucionalizada de “Comunidad Indígena Parkatêjê”, al mismo tiempo en que emprendieron la institución del mecanismo de la “cantina” [adquisición de bienes mediante trueque] para la redistribución de mercaderías en mayor cantidad”.

Las transformaciones ocurridas comprendieron también la ruptura definitiva con los agentes de la MNTB que se habían establecido desde 1971 junto al “grupo del Maranhão”, así como fueron totalmente modificadas las relaciones con los funcionarios de la Funai. De acuerdo al modelo de ocupación y de expansión predominante en la región, los Gaviões se mostraron atraídos por una serie de “negocios” – denominados posteriormente “proyectos de la comunidad” – que les parecieron rentables y que vinieron a incrementar el fondo de recursos de la Comunidad.

Toda vez que el énfasis de esa empresa estaba en la comercialización directa con los exportadores, los Gaviões comenzaron a utilizar los medios tradicionales de especulación en el mercado, tanto en Marabá cuanto en Belém; un mecanismo común a los productores medios regionales. Los “contratos de compra y venta” de lotes de castaña eran firmados por dos representantes de la “Comunidad Indígena Parkatêjê”.

La “castaña de los Gaviões”, distinta de la “castaña de la Funai”, era vendida en Belém, hacia donde la producción era encaminada en camiones fletados por la Comunidad. Lo cual tenía las ventajas de un precio más elevado y la corrección en la medida-patrón. En Marabá, esta medida es acrecentada con la llamada “cabeza del hectolitro” – cerca de 10 litros – para compensar al comprador por la pérdida o quiebra del producto en el trayecto a sus depósitos en Belém.

De esta manera los Gaviões establecieron relaciones personales y directas con determinados segmentos de la sociedad nacional que hasta entonces desconocían, representados sobre todo por exportadores y agentes bancarios. El control financiero de la zafra y de cualquier otra operación comercial era efectuado, en 1976, a través de libros-de-caja elaborados por dos integrantes del “grupo de montaña”, asesores de Krohokrenhum. En ese trabajo eran acompañados por el jefe Gavião y asistidos por el Jefe del Puesto. Esos dos representantes firmaban contratos y administraban las cuentas bancarias en nombre de la “Comunidad Indígena Parkatêjê”, conforme a la indicación en los nuevos talonarios, que pronto substituyeron a las antiguas impresiones del Puesto.

Eletronorte y la Compañía Vale do Rio Doce

Tan pronto los Gaviões consiguieron administrar, de forma autónoma, la zafra de castaña de 1976, tuvieron que enfrentar las presiones ejercidas sobre su territorio por proyectos gubernamentales de gran magnitud: el pasaje de una línea de transmisión de la Eletronorte y, posteriormente, del ferrocarril del Proyecto Carajás.

Frente a la imposibilidad de desviar el recorrido de la línea de transmisión de alta tensión entre Marabá y Emperatriz, que atravesaba precisamente sus mayores castañales, las rozas y la aldea donde entonces estaban viviendo, la del “Trinta”, los Gaviões exigieron el pago de una indemnización previa, por pérdidas y daños, en dinero y directamente a la Comunidad, mediante el establecimiento de un contrato. Una serie de negociaciones directas entre los Gaviões y representantes de Eletronorte dieron como resultado el acuerdo, suscrito en 1980, del pago de una indemnización de 40 millones de cruzeiros.

La indemnización permitió la realización del proyecto de Krohokrenhum de construir una nueva aldea. Con casas de ladrillo dispuestas en círculo, la nueva aldea inaugurada en 1984 puede ser considerada como una expresión paradigmática de la recuperación de esta sociedad indígena y, al mismo tiempo, de los problemas que ella enfrenta. Para que esta inauguración fuese posible, la Comunidad tuvo que superar una serie de dificultades, especialmente la injerencia de la Funai en la ejecución de las obras.

El mismo año de 1980, los Gaviões tuvieron que enfrentar una nueva amenaza: la construcción por la CVRD (Compañía Vale do Rio Doce) del ferrocarril que une Sierra de Carajás e Itaqui, cuyo vía atraviesa la tierra indígena. Las negociaciones en torno a la indemnización llevaron a un primer acuerdo y al pago, en 1982, de 56 millones de cruzeiros a la Comunidad. Pero ocurrieron varios episodios posteriores.

Pocos meses después, los Gaviões comenzaron a tener nuevos enfrentamientos con los kupên. Iniciaron un movimiento para forzar a Eletronorte a indemnizar a una familia Gavião de la Montaña que había permanecido en su área tradicional, en Tucuruí. Estas negociaciones prosiguieron durante varios años, con la intervención de varias actores. Al final, en enero de 1984, la Comunidad aceptó una indemnización por el valor de 50 millones de cruzeiros.

 

Actividades tradicionales y su comercialización

La división del trabajo rige entre los sexos y las clases de edad. Las actividades de las mujeres, reunidas en grupos de hermanas, reales o clasificatorias, se orientan a la plantación y a la recolección de las rozas de tubérculos (papa, cará [Dioscorea alata], ñame blanco y morado, y kupá, especie de bejuco tradicionalmente cultivado por los Timbira). Cultivan también dos calidades de mandioca, tres de maíz, una de maní y seis de banana. Tradicionalmente, estas rozas pertenecen a las mujeres.

La agricultura ocupa un papel destacado como fuente de subsistencia de los Gaviões. Los hombres comenzaron a cultivar arroz en grandes extensiones (de 10 a 15 celemines), taladas y plantadas bajo el sistema de coivara [forma de trabajo agrícola], cuya producción se destina al consumo de la comunidad. Posteriormente, extensiones incluso mayores (cerca de 30 celemines) llegaron a ser plantadas por los kupên contratados bajo convenio por los Gaviões.

La producción de estas rozas se destina, eventualmente, a la comercialización. Los Gaviões no reciclan los antiguas campos. Por el contrario, derriban nuevas áreas para la posterior plantación de pastos, de acuerdo a un patrón que se observa a lo largo de la carretera.

La caza sigue constituyendo una importante fuente de subsistencia para los Gaviões, aunque su consumo se restringa a las ocasiones ceremoniales, debido a la creciente escasez provocada por la gran deforestación del entorno. No obstante, venados, sajinos, armadillos, pacas, pecarís, agutís y monos (aullador y capuchino) siguen siendo cazados con escopeta al interior de la tierra indígena.

La obtención de la caza – así como el troceo y la distribución de la caza entre los parientes próximos, afines y consanguíneos – es una tarea masculina, que confiere mucho prestigio. La preparación de los alimentos está a cargo de las mujeres.

Tradicionalmente, la recolección de frutos silvestres – bacaba [Oenocarpus bacaba], açaí, inajá [Attalea maripa], macaúba [Acrocomia aculeata] babasú [Orbignya phalerata], además del ingá [pacae], copoazú [Theobroma grandiflorum] y de la castaña del Pará [Bertholletia excelsa] - también constituía una tarea principalmente femenina y de gran importancia como fuente de subsistencia, siendo hoy llevada a cabo por ambos sexos.

La pesca, a su vez, no es especialmente privilegiada por los Gaviões, con excepción de la pesca del poraqué [Electrophorus electricus], muy apreciado para la preparación de los “berarubus” (o kuputi), plato tradicional de los grupos Jê. Son hechos con dos capas de mandioca rallada, intercalados con carne de caza y asados sobre piedras calientes y hojas de platanero, en un horno cubierto de tierra, siempre provisorio, en el patio de las casas.

En períodos de aguda escasez, mujeres y niños van a pescar, agarrando peces pequeños – como carás y traíras [Hoplias sp.] - con hilo y anzuelo en los igarapés próximos a la aldea. En la época de seca, hacen expediciones en canoas para la pesca con redes circulares (por lo general confeccionada por los kupên que se juntaron a los Gaviões).

La preparación de la harina de mandioca a la manera regional – de los tipos “puba” o seca” – era por lo general efectuada en gran cantidad por individuos de ambos sexos para el abastecimiento de todo el grupo. Pasaron luego a comprarla de los comerciantes de los alrededores, al igual que otros bienes industrializados (aceite, sal, azúcar, café, kerosene, jabón, municiones). En 1983 adquirieron de alguien de la región la maquinaria para fabricarla en sus propias rozas, volviendo así a proveerse de la harina necesaria para su consumo.

La artesanía constituye uno de los ítems comercializados por los Gaviões, por lo general vendiendo los propios artesanos a los visitantes de la aldea o alternativamente en Marabá. Cabe a los hombres más viejos la confección de los ítems de la cultura material que todavía son utilizados por los Gaviões, tales como los instrumentos musicales – de viento y de percusión – además de los arcos y flechas utilizados en los juegos ceremoniales por ambos sexos. Cuando se destinan a la comercialización, los artículos confeccionados no siempre equivalen a aquellos tradicionales de los Gaviões. En el caso de arcos y flechas, la calidad de los materiales empleados también es diversa y el acabamiento de las piezas, poco esmerado. Hay entre los Gaviões dos familias provenientes de un grupo guaraní localizado en Xambioá (Goiás) cuya fuente de subsistencia complementaria está basada en la comercialización de la artesanía que confeccionan.

Organización social

El fortalecimiento de la identidad de los Gaviões, a partir de 1976, se manifestó tanto a través de la nuevas relaciones establecidas con los blancos cuanto a través de la rearticulación de los ciclos productivos con los ciclos ceremoniales de larga duración. La rearticulación de la sociedad Gavião pasó también por el reordenamiento de los vínculos entre las unidades locales, en otro tiempo separadas, que a su vez presentaban subdivisiones en pequeñas fracciones. En ese contexto se inscribe la construcción de la aldea grande que reúne hoy a todos los Gaviões occidentales en la Tierra Indígena Mãe Maria.

La nueva aldea, denominada Kaikoturé, se compone de 33 casas dispuestas en círculo (en un área de 200 metros de diámetro), que es la forma tradicional de las aldeas Timbira, retomada por los Gaviões. Hay un largo camino alrededor, al frente de las casas, y varios caminos radiales que llevan al patio central, donde se desenvuelven todas las actividades ceremoniales.

El patrón de residencia uxorilocal – el marido va a morar en casa de su esposa, que permanece en la casa de la madre – fue abandonado a consecuencia del despoblamiento que siguió al contacto. Lo retomaron posteriormente, cuando ya se encontraban en la antigua aldea de Mãe Maria, agrupándose en segmentos residenciales formados por familias elementares ligadas entre sí por el lado materno. En general, grupos de hermanas, reales o clasificatorias, permanecen especialmente próximas, en un mismo segmento, después de casarse.

Las casas de la nueva aldea fueron construidas en ladrillo, con paredes pintadas de azul y puertas y ventanas pintadas de blanco. Están cubiertas con tejas de barro. Todas tienen agua, luz y desagüe.

La casa de Krohokrenhum es una construcción de dos andares. En la parte inferior está el salón para reuniones importantes y la sala de televisión (donde muchos Gaviões, principalmente los jóvenes, se reúnen por la noche). En la parte superior: la veranda, una pequeña sala y tres cuartos de la familia de Krohokrenhum. Al fondo de la casa hay otra construcción en ladrillo, donde está la cocina y una gran veranda, donde se toman las refacciones. Allí se realizan las reuniones matinales, diarias, de todos los hombres.

La adopción del estilo regional “moderno” fue el resultado de múltiples presiones ejercidas por contratistas, comerciantes locales de material de construcción industrializado y agentes tutelares, que se intensificaron después que los Gaviões recibieron la indemnización de la Eletronorte en 1980, cuando la construcción de la línea de transmisión los obligó a mudarse. Las edificaciones en ladrillo, construidas en compensación por los agentes de la Funai en el Parque Indígena Mãe Maria, se constituyeron a lo largo de varios años en el “modelo” de las casas consideradas como buenas para vivir, siendo prometidas a los Gaviões desde la época en que comenzaron a ser transferidos a aquella comunidad.

Actualmente, detrás de cada casa – cuya ocupación espacial interna no corresponde exactamente a las divisiones construidas para sala, cuartos, despensa, cocina y baño – existe un pequeño rancho de madera o de hojas de babaçu [Orbignya phalerata], con tan solo una pequeña parte cerrada con paredes, que se asemeja mucho a la casa tradicional timbira. Pasan allí gran parte del día: es donde se cocina y se reposa, utilizando el interior de la casa de ladrillo sólo para dormir, en la noche. De hecho, muchos Gaviões y, sobre todo, los más viejos, quedaron insatisfechos con la conducción de las obras en la aldea y se quejan, especialmente, del calor y del ruido en las casas nuevas de ladrillo.

La gente de la región que se juntó a los Gaviões vive actualmente al lado de la aldea nueva, en un asentamiento provisorio, construido con paja de babaçu, planchas y tejas de amianto, donde todos los miembros del grupo permanecieron durante un año (1980), aguardando el término de la construcción de la aldea nueva y en cuanto en el local de la aldea antigua iban siendo montadas las torres de alta tensión.

A pesar del acentuado desequilibrio etnográfico, el proceso de recuperación poblacional permitió a los Gaviões restablecer la operatividad de un sistema de clases de edad que tiene como referencia exacta a la población masculina, más numerosa. Se distribuyen así entre niños, adolescentes o “solteros”, adultos “casados sin hijos” y los adultos “casados con hijos”. Cada una de esas clases está asociada a determinados grados de participación y prestigio.

Incluso utilizando poco la lengua original en la vida cotidiana de la aldea, los Gaviões volvieron a poner en práctica el sistema de nominación y las relaciones derivadas de él, así como a realizar los ciclos ceremoniales de larga duración como uno de los mecanismos orientados a la reafirmación étnica del grupo.

 

Con la reorganización que venía ocurriendo a partir de 1976, se retomó con intensidad los ciclos ceremoniales de larga duración, hasta entonces impedidos por los agentes del Puesto. El sistema de nominación readquirió así su importancia en cuanto sistema de clasificación operante, siendo responsable por el reclutamiento de los componentes de las unidades rituales básicas en los que toda la sociedad se divide durante los ceremoniales.

Parece que el hermano de la madre y la hermana del padre, reales o clasificatorios, serían los transmisores preferenciales, respectivamente, de los nombres masculinos y de los nombres femeninos. Sin embargo, frente al vaciamiento de las categorías ideales, se observa actualmente reacomodos en la elección, por parte de los padres, de aquellos que van a dar nombre a sus hijos, a partir sobre todo a la ampliación de la red de relaciones intragrupales.

Cada individuo recibe dos nombres (o más), de los cuales sólo uno es usado. Tanto para los hombres cuanto para las mujeres, la transmisión de los nombres les impone la responsabilidad de actuar como mentor de los que reciben los nombres, guiándolos en los ceremoniales, enseñándoles los cánticos, las técnicas de corridas con troncos, además de los mitos. Los padres pueden transmitir los nombres de sus parientes próximos muertos a sus propios hijos. Es un modo de preservar los nombres y el “lugar” de los muertos. Cada persona tiende a llamar a los miembros de la comunidad – excepto a los parientes más próximos consanguíneos – por los mismos términos de parentesco que utiliza aquel individuo que le dio el nombre, además de adoptar sus amigos formales. Un niño adopta todas las filiaciones ceremoniales de quien le dio el nombre. Quien da el nombre y quien lo recibe se identifican socialmente.

Entre los amigos formales, a su vez, las relaciones son marcadas sobre todo por la evitación, que también rige entre yerno-nuera/suegro-suegra.

 

La recuperación de los rituales

Jogo de flecha na aldeia Gavião do Mãe Maria. Foto: Miguel Rio Branco, 1976
Jogo de flecha na aldeia Gavião do Mãe Maria. Foto: Miguel Rio Branco, 1976

En la rearticulación promovida por los Gaviões, volver a las “brincadeiras” [juegos] - como llaman a los rituales – significó recuperar instituciones y reglas esenciales para el funcionamiento de la organización social. Incluso en 1976, la “fiesta del maíz nuevo”, que comienza a fines de enero, coincidiendo exactamente con el inicio de la recolección de castaña, fue marcada por una gran emoción y euforia manifestada por todos, haciéndose visible la recuperación que venía siendo promovida.

Los rituales de los Gaviões se ocupan directamente de las relaciones entre personas y grupos mediante la utilización de un esquema simbólico: la división en mitades. Todo el grupo está segmentado conforme a esas mitades ceremoniales, Pàn (Arara) y Hàk (Gavião), que disputan las tradicionales corridas de troncos y los juegos de flechas. Otra división, en las fracciones Pez, Nutria y Raya, sirve para la realización de otro ciclo ceremonial.

No son sólo las mitades y otras fracciones las que participan en los rituales: en ellos, se puede también notar la oposición entre parientes y afines, entre amigos formales, entre hombres y mujeres y asimismo entre clases de edad. El juego del fútbol, realizado con frecuencia en el propio patio ceremonial de la aldea, adopta la división entre jóvenes y hombres maduros.

Hay rituales que duran varios meses, con períodos de apertura y de clausura. Vinculada a todos los ritos, la corrida de troncos se volvió a realizar con bastante frecuencia, disputándose básicamente entre dos o tres turmas, que corresponden a las fracciones ceremoniales. Son realizadas casi diariamente, con troncos de coquero babaçu o de sumaúma [ceiba pentandra], de acuerdo con la fase del ciclo ceremonial, pintadas con achiote. Al llegar al patio, los corredores son bañados por las mujeres que, en general, acostumbran a participar sólo en la parte final. Innúmeros comentarios, en tono jocoso, exaltan el desempeño de los corredores durante todo el día.

Krohokrenhum, exímio jogador de flecha. Foto: Vincent Carelli, 1983
Krohokrenhum, exímio jogador de flecha. Foto: Vincent Carelli, 1983

Paralelamente a las corridas con troncos, se intensificaron también los juegos de flechas; como prácticas que acentúan la competición, públicamente y de modo ritual, esos juegos son competiciones realizadas a los largo del día, después de la corrida con troncos, cuando todos se dirigen hacia un local en el bosque, próximo a la aldea. A veces, el juego se realiza frente a las casas, pero siempre hasta el final de la tarde. En grupos, formando pares (componentes de fracciones ceremoniales distintas) para la disputa de flechas, en caminos radiales. En la otra mitad se quedan por lo general muchachos o mujeres que recogen las flechas y las devuelven a los participantes.

Existen dos modalidades de ese juego que se suceden en el desenvolvimiento del ciclo ceremonial, en las cuales los Parkatêjê utilizan tipos de flecha distintos. La primera consiste en tirar hacia abajo, haciendo que la flecha impacte en un pequeño arco, clavado en el piso, a una distancia de un metro del jugador, para elevarse enseguida y caer a unos 300 metros cerca de ahí. En la otra modalidad, la flecha es lanzada hacia lo alto y su trayectoria es todavía mayor. Al caer al piso, la distancia recorrida por las flechas de los participantes determina al ganador (de flechas) entre los compañeros en cada jugada. Los eximios tiradores, mujeres y hombres maduros en general, son admirados al interior de la sociedad de los Parkatêjê y su desempeño, así como el de los corredores más veloces y hábiles con los troncos, es fuente de adquisición de prestigio y motivo de largas conversaciones en el patio.

En 1983, los Gaviões realizaron un importante ciclo ritual vinculado a la iniciación masculina: el Pemp, que habían dejado de practicar hace 25 años, exactamente el tiempo transcurrido desde el primer contacto con los kupên. Aunque este ritual se refiere a la iniciación de los jóvenes guerreros, durante su realización un gran entusiasmo y agitación moviliza a todo el grupo, sobre todo en los momentos en que los papeles se invierten, dando énfasis al desempeño de las mujeres en la corridas con troncos y en los juegos de flechas.

Los jóvenes iniciados permaneces reclusos por algunos meses, en una pequeña casa cerrada con pajas de babaçú, construida en la parte posterior del círculo de la aldea, detrás de la casa de uno de los guías ceremoniales. En aquel local reciben enseñanzas especiales, basados en la bravura y en la honradez, principios conductores en la perpetuación del ethos guerrero, propio de los grupos Jê actuales. De allí salen solamente para la realización de las actividades colectivas, como expediciones de caza y recolección o también cosecha en las rozas. Siempre juntos, los pemp se bañan en un punto exclusivo del igarapé Mãe Maria. “Es preciso bañarse mucho para crecer rápido”, afirman los más viejos.

Este solemne período de reclusión, donde están prohibidas las relaciones sexuales y la ingestión de determinados alimentos – como carnes de caza y castaña – marcan el pasaje a lo que se podría llamar madurez.

Nota sobre las fuentes

No hay trabajos que describan exhaustivamente la cultura de los Gaviões. Los etnólogos Roberto DaMatta, Expedito Arnaud e Iara Ferraz se dedicaron a los estudios de las relaciones de contacto interétnico. Esta última, además de su tesis de maestría sobre el líder de los Gaviões, les brindó asesoría en su esfuerzo por asumir el control de la producción de castaña y en los acuerdos entre ellos y las grandes empresas estatales que cortaron su tierra con carreteras y líneas de transmisión de energía eléctrica.

Leopoldina de Araújo realizó a partir de 1974 investigaciones sobre el dialecto de la lenguas Timbira hablada por los Gaviões, que sirvió de tema para su tesis de bachillerato y tesis de doctorado. A solicitud de Krohokrenhum, el líder Gavião empeñado en recuperar la utilización del dialecto, ella elaboró una colección bilingüe de mitos para que sea empleada como material didáctico en la escuela de la aldea.

El video de Vincent Carelli, “Yo ya fui su hermano”, muestra una visita de los Gaviões a los Kraô, otro grupo Timbira, y la retribución de la visita por parte de éstos. Ese vídeo fue comentado en un artículo por el mismo director y por Dominique Gallois. Hay también dos videos dirigidos por un Gavião, Xontapti Totore Payroroti.

 

Fuentes de información

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  • Eu já fui seu irmão.  Dir.: Vincent Carelli.  Vídeo Cor, NTSC e Betacam SP, 32 min., 1993.  Prod.: CTI-SP

 

  • Kry Rytaiti.  Dir.: Xontapti Totore Payroroti.  Vídeo Cor, VHS, 6 min., 1993.

 

  • Pemp.  Dir.: Vincent Carelli.  Vídeo Cor, VHS/NTSC, 27 min.

 

  • To kayrere Kry Ritayti Na.  Dir.: Xontapti Totore Payroroti.  Vídeo Cor, VHS, 13 min., 1993.