Ka'apor
- Autodenominación
- ¿Donde están? ¿Cuántos son?
- MA 1914 (Siasi/Sesai, 2020)
- Familia linguística
- Tupi-Guarani
Los Ka’apor surgieron como un pueblo distintivo hace casi 300 años, probablemente en la región ubicada entre los ríos Tocantins y Xingu. Quizás por la ocurrencia de algunos conflictos con los colonizadores luso-brasileños así como con los pueblos nativos, iniciaron una larga y lenta migración que los llevó, a fines de 1870, desde el actual estado de Pará, a través del río Gurupi, hasta el actual estado de Maranhão. Los colonizadores brasileños que atacaron y aniquilaron a los habitantes de las aldeas Ka’apor, hacia el año 1900, se sorprendieron al descubrir los espléndidos tocados de coloridas plumas que guardaban dentro de baúles de cedro dado que los sobrevivientes del ataque, al darse a la fuga, dejaron abandonados. Cuando las autoridades brasileñas intentaron “pacificarlos” por vez primera, en 1911, los Ka’apor, así como los Nambiquara de Mato Grosso, eran considerados uno de los pueblos nativos más hostiles del país. Tal proceso de pacificación, tanto de los Ka’apor como de los karaí (no indios), se inició en 1928 y se extendió por casi setenta años. Las recientes invasiones de la tierra de los Ka’apor por parte de los karaí, sin embargo, ocasionaron nuevas hostilidades y están arriesgando nuevamente la supervivencia de los Ka’apor.
Nombres
Su autodenominación es la de Ka’apor o Ka’apór (el apóstrofe representa un espacio de la glotis; el acento tónico en la lengua Ka’apor se produce, por lo general, en la última sílaba). Otros nombres por los cuales también son conocidos son los siguientes: Urubu, Kambõ, Urubu-Caápor, Urubu-Kaápor, Kaapor.
La denominación Ka’apor parece derivar del vocablo Ka'a-pypor, “huellas en el bosque” o “huellas del bosque”. Otro significado posible para Ka’apor es el de “habitantes del bosque”. Sin embargo, la expresión “habitantes del bosque”, en verdad, adquiere una mayor expresividad cuando consideramos que esa es la denominación que los mismos Ka’apor les atribuyen a los indios cazadores y recolectores Guajá, sus vecinos, Ka'apehar.
El sujeto también puede ser identificado en lengua Ka’apor como awá, vocablo que se refiere a la forma reflexiva (“alguien”) y al individuo en tanto persona en las oraciones interrogativas (“quién”); awá se relaciona con los términos inflexivos referentes a la “persona” y al “pueblo” en varias otras lenguas Tupí-Guaraní. Kambõ parece haber sido asimilado del portugués “caboclo”, un término aplicado en la actualidad a los Ka’apor por parte de la mayoría de los brasileños de la región; probablemente de origen amazónico y utilizado con frecuencia como autorreferencia cuando la conversación se produce con terceros por los que hablan la lengua Ka’apor.
El término Urubu fue, evidentemente, atribuido al pueblo Ka’apor durante el siglo XIX por sus enemigos luso-brasileños, siendo esta etimología otorgada por los propios informantes Ka’apor, aunque estos no se refieran a si mismos a través de este término al comunicarse con terceros. Los términos que presentan guión, a saber: Urubu-Caápor e Urubu-Kaápor, fueron introducidos por los indigenistas brasileños durante los años 50 del siglo XX en un intento de establecer patrones, en términos etnológicos, en la grafía de los grupos nativos.
Lengua
La Ka’apor es una lengua de la familia Tupí-Guaraní. No es hablada por ningún otro grupo conocido, excepto como segunda lengua por algunos indios Tembé y otros habitantes de la región del Gurupi aunque étnicamente no considerados Ka’apor; los dialectos de la lengua se han desarrollado mínimamente. Las pequeñas diferencias léxicas y las libres variaciones pueden ser consignadas entre el pueblo Ka’apor originario de las aldeas de la cuenca del Turiaçu y de la cuenca del Gurupi. La lengua no se aproxima a las del tipo Tupí-Guaraní habladas por los grupos más cercanos geográficamente, Tembé (Tenetehara) y Guajá, aunque, de esta dos mencionadas, la lengua Ka’apor parece ser ligeramente más parecida, léxica y fonéticamente, a la Guajá.
Históricamente, es probable que la lengua Ka’apor esté relacionada de manera más íntima con la lengua Waiãpi, cuyos hablantes se ubican a una distancia de alrededor de 900 kilómetros, del lado opuesto del río Amazonas. Ambas fueron fuertemente influenciadas en los últimos 300 años por otras lenguas y, en la actualidad, son mutuamente incomprensibles, La lengua Ka’apor parece haber sido más influenciada gramaticalmente por la lengua general amazónica. La Waiãpi por las lenguas Carib septentrionales. Una gran diferencia entre ellas es la tonicidad: en la lengua Ka’apor, las palabras son generalmente oxítonas; en la Waiãpi, paroxítonas.
Aunque no existan reglas de distinción entre el habla masculino y femenino, los Ka’apor son lingüísticamente peculiares en la Amazonía por presentar un lenguaje patrón de señales, utilizado para la comunicación con los sordos quienes, hasta mediados de los años 80 constituían alrededor de un 2% del total de su población. La incidencia de población no oyente se debió, evidentemente a la enfermedad denominada bouba neonatal (sinestesia neonatal; enfermedad causada por una bacteria que puede ser portada por la madre y causar sordera en el bebé), erradicada en la actualidad.
Casi el 60% del pueblo Ka’apor es monolingüe; el restante 40% habla un portugués básico o regional. Un porcentaje muy pequeño (¿2%?) habla Tembé u otra lengua indígena como el Guajá. La educación primaria en portugués y en lengua Ka’apor ha sido proporcionada de manera intermitente en las escuelas de la Funai del Puesto Canindé y en la aldea Zé Gurupi desde la década de 1970. Hasta el momento, sin embargo, ningún indio Ka’apor finalizó el segundo grado y mucho menos la facultad. Una minoría de jóvenes Ka’apor se matricula en esas escuelas en donde se presenta un elevado índice de analfabetismo.
Tierras e historia de la ocupación
Los Ka’apor viven en el norte del estado de Maranhão. Sus tierras limitan, al norte, con el río Gurupi; al sur, con los afluentes meridionales del río Turiaçu; al oeste, con el pequeño canal Del Maíz; al este. Con una línea trazada en el sentido noroeste-sudeste casi paralela a la carretera BR-316. Todos los rápidos y ríos drenan hacia tres grandes cursos de agua: Maracaçumé, Turiaçu y Gurupi, que, a su vez, vierten sus aguas en forma directa en el océano Atlántico.
La altitud máxima es de casi 250 metros por sobre el nivel del mar en las regiones montañosas, en donde las cabeceras de los ríos Maracaçumé, Turiaçu y Gurupi se ubican más cerca entre si. Llueve entre 2.000 y 2.500 milímetros por año y la mayor parte de este volumen se manifiesta durante la predominancia de los vientos que llegan del este entre los meses de enero y mayo.
La vegetación predominante en la región es la de bosque pre-amazónico. Ciertas especies pan-amazónicas están históricamente ausentes en la región, tales como la castaña, el assacú (Hura crepitans L), el mucajá (Numenius phaeopus L.), el buriti (Mauritia flexuosa) y la victoria-regia (Victoria amazónica). Varios especímenes de la fauna acuática del río Amazonas, tales como los poraquês (pez eléctrico o Electrophoridae), los botos (delfín rosa o Inia geoffrensis), las rayas (Dasyatis Guttatus) y los manatíes (Trichechus manatus) también están ausentes. Pero la diversidad de especies, el área basal y la fisonomía del bosque pre-amazónico pueden ser comparados a otros lugares de la selva Amazónica.
La mayor parte de la fauna terrestre, incluyendo a los mamíferos, insectos, reptiles y aves es amazónica; algunas de estas especies son inclusive endémicas o raras y amenazadas, tales como el jaguar (Panthera onca), el perico dorado (Brotogeris chrysoptera), el mono capuchino Ka’apor (Cebus Kaaporii) e el sagüi barbado (Chiropotes satanas), también un mono.
Los árboles de la selva alta predominantes en el hábitat Ka’apor incluyen el matá-matá (Eschweilera coriacea), el breu (Protium spp.), la andiroba (Carapa guianensis), el palo cachimbo (Mabea caudata) el toari (Couratari spp.), el bacaba (Oenocarpus disticha) y el pente-de-macaco (Apeiba spp.). En las florestas que crecieron sobre los antiguos terrenos abiertos para el cultivo o antiguas capoeiras, los árboles comunes incluyen la jenipaparana (Gustavia augusta), el babaçu (Attalea speciosa), el tucumã (Astrocaryum vulgare), el inajá (Attalea regia), el taperebá (Spondias mombin), el jatobá (Hymenaea spp.) y el abiu (Pouteria spp.).
Otros importantes conjuntos de vegetación incluyen las selvas pantanosas y los bosques que se inundan estacionalmente, siendo las especies comunes el acaí (Euterpe oleracea), la sumaumeira (Ceiba pentandra), el marajá (Bactris spp.) y la embaúba (Cecropia spp.). Conjuntos de porte menor se componen por campos de variadas edades y los huertos, incluyendo la mandioca, el cultivo de batata o papa dulce, de ñame, de banana, de urucú, de algodón y de mamón.
Los antepasados de los Ka’apor, quienes parecen haber huido de la expansión de la sociedad luso-brasileña del sur de Pará, llegaron a establecerse en sus actuales tierras (y más allá) de Maranhão hacia fines de 1870. Los orígenes del pueblo Ka’apor como grupo étnico distintivo se remontan a un centro amazónico Tupí-Guaraní ubicado entre el Tocantins inferior y el Xingu hacia el final del siglo XVII e inicios del siglo XVIII. Los habitantes nativos de esa región, y en ese momento, eran conocidos como los Pacajás. Los Waiãpi son, probablemente, otro grupo derivado de aquel centro; los Amanajós de las cuencas del Tocantins/Capim inferior fueron, eventualmente también originarios de esa región. Mientras que los Waiãpi emigraron hacia el norte, atravesando el río Amazonas dirigiéndose a su actual localización a lo largo de la frontera entre Brasil y la Guayana Francesa, los Ka’apor se dirigieron hacia el este, cortando el río Tocantins. Ellos son conocidos por la historia documentada por haberse establecido sucesivamente en las cuencas de los ríos Acará (ca. 1810), Capim (ca. 1825), Guamá (1864), Piriá (1875) e Maracaçumé (1878), respectivamente.
Transcurridos cien años, en 1978, el Área Indígena Alto Turiaçu fue demarcada por la Fundación Nacional del Indio Funai (Fundação Nacional do Índio). La misma consiste en 2.048 millas cuadradas (5.301 kilómetros cuadrados) de selva amazónica y está ocupada por todos los indios remanecientes Ka’apor, así como por algunos integrantes de los pueblos Guajá, Tembé y Timbira. La demarcación fue homologada a través del Decreto Nº 88.002 en 1982, durante la administración del presidente João Figueiredo. Sin embargo, desde fines de la década de 1980 casi un tercio del área está siendo devastada ilegalmente y convertida en ciudades, campos de arroz y pastizales por agricultores sin tierra, hacendados, madereros y políticos locales.
Demografía
La población, en 1998, se contabilizaba probablemente entre los 600 a 1.000 habitantes siendo que, por lejos, la mayor parte de este aumento se debió al crecimiento natural y no a la migración. Las estimaciones de censos anteriores indican que la población Ka’apor declinó marcadamente luego del inicio del contacto continuo con la sociedad brasileña a partir de 1928: 2.000 (1928), 1.095 (1943), 912 (1954), 822 (1962), 488 (1975), 494 (1982).
Los 50 años de descenso de la población, desde los años 20 hasta los años 70 del siglo XX, se originaron principalmente debido a las epidemias de infecciones respiratorias (especialmente el sarampión y otros síndromes virales) y a los inadecuados cuidados en el área de la salud. Los datos preliminares sugieren enfáticamente que la población total Ka’apor se está recuperando, quizás a una tasa de crecimiento natural del 3% o más, habiendo adquirido inmunidad frente a condiciones que antes eran letales, ya sea por el aislamiento de los niños debilitados o por las mejoras en los tratamientos en lo que ser refiere a la salud.
Los casamientos fuera del grupo con indios Tembé, Guaja así como con brasileños vienen ocurriendo desde la década de 1950, si no antes; y responden por casi el 5% de los casamientos Ka’apor. La expectativa de vida al nacer es de casi 45 años y de 55 a 60 años para los que sobreviven la infancia. La causas mayores de mortalidad (e invalidez) del pueblo Ka’apor en la actualidad parecen ser la tuberculosos (antes endémica, aunque probablemente ausente previo a 1928), las complicaciones en el parto, los síndromes y las complicaciones neonatales, la malaria, la fiebre amarilla y otras infecciones del hígado/sangre de etiología indeterminada, los accidentes de caza, la caída de árboles, otros accidentes y el homicidio.
Organización social y política
La aldea Ka’apor (hendá) consiste normalmente en una o dos agrupaciones residenciales uterinas. El hermano mayor de las hermanas casadas en un agrupamiento uterino es, generalmente, el jefe (kapitã) de la agrupación, de manera que una aldea puede presentar más de un jefe si se manifiesta más de una agrupación residencial. Mientras que la residencia tiende a ser uxorilocal, con la mayor parte de los hombres dejando su lugar de residencia de origen en razón del casamiento para residir con los familiares de sus esposas, por lo menos un hombre permanece, normalmente el hijo del jefe, siendo su esposa la que se traslada para residir con el. Sin embargo, si ella es la hija de la hermana de su padre, en términos reales o clasificatorios, puede ser de la misma agrupación. La agrupación es, políticamente, una facción basada tanto en el hecho de la co-residencia como en la doctrina de la descendencia repartida.
El poder político del jefe se limita a combinar los casamientos de sus hermanas reales y clasificatorias con los hombres dispuestos a contraer matrimonio en su agrupación, lo que le garantiza una lealtad difusa así como así como las hijas solteras en tiempo de casarse, para que el o sus hijos se puedan casar más tarde. Existe un ligera tendencia para realizar una suerte de contratos de casamiento con la hija de la hermana del padre y con la hija de la hermana (en este último caso también denominado oblicuo) tanto reales como clasificatorios.
La terminología del parentesco es básicamente dravidiana, lo que quiere decir que las personas denominan a algunos de sus parientes por afinidad a través de términos cognaticios de parentesco (por ejemplo: “tío” y “suegro” constituyen la misma palabra, tutyr). Por lo tanto, la terminología de parentesco dravidiana interviene en la regla de casamiento de primos cruzados (hijos de un hermano y de una hermana real o clasificatoria). La descendencia es bilateral y no se presentan mitades, sibis o linajes. No existen clases de edad así como tampoco grupos de fiestas ceremoniales. El privilegio de la poliginia y el módico respecto se obtienen a través del jefe que es generoso con sus pares y prudente en sus ambiciones políticas y materiales.
La sociedad es básicamente igualitaria, no presentándose una autoridad central (lo que puede estar cambiando con las crecientes presiones de los hacendados invasores). Cada aldea se inclina a actuar como una entidad políticamente autónoma.
Más de una agrupación uterina puede constituir una aldea, especialmente las que abarcan más de 30 personas. En el pasado, el tamaño medio de una aldea comportaba de 25 a 50 personas, En la actualidad, algunas aldeas, como la de Gurupiuna (al norte) y la de Zé Gurupi (hacia el sur), abrigan a más de cien, y no está claro si los patrones de liderazgo y de residencia posteriores al matrimonio del pasado podrán sobrevivir. Algunas aldeas Ka’apor se están transformando en pequeños pueblos.
Esta concentración refleja un aumento en la tasa natural de crecimiento poblacional así como la presión sobre el espacio disponible en la tierra indígena, tanto por cuenta de la recuperación poblacional como por la invasión del área por campesinos sin tierra. Tal vez, la concentración en núcleos mayores les proporciones una mayor seguridad.
Economía
Pueblo horticultor, los Ka’apor, así como varios otros grupos establecidos en la Amazonía, dependen de la mandioca brava como fuente principal de calorías. Ellos la consumen principalmente bajo la forma de harina. Cultivan un total de casi 50 especies de plantas. Estas son usadas como alimento, sazón, remedios, fibras, herramientas y armas. Además de lo mencionado, ellos cazan y recolectan frutos en los bosques densos y pescan en pequeños canales en su hábitat para obtener la mayor parte de lo que falta en su alimentación.
Los animales de caza más importantes en su dieta son el venado galheiro (Odocoileus virginianus), el catitu (Tayassu Pecari), la queixada (Tayassu pecari), el paca (Cuniculus paca), la cutia (Dasyprocta azarae), el mono guariba (Alouatta belzebul ululata), dos especies de jabuti (Geochelone carbonaria), el jacaré (Caiman latirostris) y varias especies de cracídeos, mutuns y tinamídeos (todos ellos diferentes tipos de aves). No todo lo que es comestible en el hábitat es aprovechado como alimento. Algunos ítems comestibles sólo son consumidos en algunas oportunidades y por algunas personas. El complejo de tabúes alimenticios se centraliza en los ritos asociados a la fertilidad femenina, especialmente en el resguardo y en el ritual de la pubertad. Para quien se encuentra en estos estados, la única carne de animal terrestre permitida es la del jabutí de pie amarillo.
Las especies de peces incluyen el surubim (Pseudoplatystoma corruscans), el pacu (Piaractus brachypomus), la piraña (Serrasalmus nattereri), la traíra (Hoplias malabaricus) y el jeju (hoplerythrinus unitaeniatus). Los frutos silvestres colectados para la alimentación más importantes incluyen el bacuri (Platonia insignis), el cupuaçu (Theobroma grandiflorum), el piquiá (Caryocar villosum), el acaí (Euterpe oleracea), el bacaba (Oenocarpus distichus) y el abiu cutite (Pouteria macrophylla).
La división sexual del trabajo no es rígida, aunque las mujeres se dedican mucho más tiempo que los hombres a la preparación del alimento, especialmente en lo que respecta al procesamiento de la mandioca brava. Los hombres pasan mucho más tiempo cazando que las mujeres. En general, los hombres tejen las cestas, inclusive los tipitis (prensa de mandioca) mientras que las mujeres fabrican las ollas, incluyendo las grandes vasijas (kamuši~) usadas para servir el caxiri (bebida alcohólica) de mandioca en las ceremonias de nominación de los niños.
Arte y cultura material
El arte plumario de los Ka’apor es su trabajo de mayor renombre y tema de libros enteros que le fueron dedicados. Las plumas utilizadas provienen de numerosos pájaros, inclusive tangarás (Tangara fastuosa), que son muy difíciles de cazar debido a su pequeño tamaño y por preferir habitar las copas de los árboles. Los artesanos de mayor edad elaboran tocados, aros, collares, pulseras, brazaletes y adornos labiales de plumas. Ellos son exhibidos con toda pompa sólo en las ceremonias de nominación de los niños, como testimonio de la conciencia que ellos tienen de si mismos como pueblo.
El arte Ka’apor se puede apreciar también en los dibujos geométricos característicos que las mujeres pintan en los rostros de las personas con zumo de urucú así como en las cabezas que presentan tintura a base de cáscara de un árbol denominado makuku (Licania spp.). El trabajo artístico de los Ka’apor, cuando no es elaborado con un fin en si mismo, palidece dentro de su cultura material.
La cultura material incluye la arquitectura de la casa y el paisaje, las herramientas, las armas, los utensilios, las redes y el vestuario. La cerámica está siendo substituida a gran escala por los artefactos de cobre y de aluminio importados, aunque el arte no se encuentra perdido del todo. La casa se construye a partir de un plano de una sola planta con forma rectangular y un tejado inclinado. La misma acomoda, normalmente, a una familia nuclear o, como máximo, a una familia extensa. Las columnas son, básicamente, de acariquara (Geissospermum sericeum), madera que resiste la putrefacción; los barrotes y las vigas, se fabrican con casi veinte especies de maderas nobles. Los habitantes duermen en redes de algodón atadas a las columnas y a las vigas, cortadas y erguidas por los hombres adultos. Normalmente, una hoguera se mantiene encendida en la casa para cocinar y calentar las noches frías durante el período de la estación seca. Las mujeres recolectan casi toda la leña, cuidan el fuego y realizan la mayor parte del trabajo en la cocina.
El espacio inmediato que rodea la casa es el pequeño huerto, generalmente mantenido libre de hierbas dañinas. Cada agrupamiento residencial tiene, generalmente, su propia casa de procesamiento de mandioca, en donde el horno para la harina (en otros tiempos de arcilla, y en la actualidad de cobre) se ubica en lo alto de un soporte de adobe. En ese lugar, la mayoría de las mujeres remueve la masa de la mandioca sobre el calor hasta que se transforma en harina (u’i), principal sustento calórico de la dieta, normalmente ablandada y bebida con agua en pequeñas calabazas como chibé (u’i-tikwar). También el pequeño huerto, los hombres realizan la mayor parte de la carpintería, de la cestería así como modelan los accesorios de acero, mientras que las mujeres se encargan, principalmente, de trenzar, coser y tejer.
Religión
Algunos Ka’apor dicen que sus auténticos chamanes murieron en una inundación cósmica, pero el chamanismo es una realidad en algunas aldeas aunque pareciese haber sido una práctica adquirida de los Tembé. Los chamanes Ka’apor de la actualidad invocan a los “antepasados” (yande ramu~i~) y a una serie de divinidades como Ïrïwar (término glosado como Madre d’agua o Mae d’Agua) que, se cree, ayudan a los chamanes a predecir el futuro, a restaurar los suplementos de la caza agotados así como a diagnosticar y curar enfermedades.
Parece evidente que existe alguna influencia afro-brasileña en el chamanismo Ka’apor. Una de las divinidades cuyo apaciguamiento se procura es Kurupïr (curupira), un enano malévolo de pies deformados y piel negra, algunas veces denominado “el negrito” (“o pretinho”). Los rituales de cánticos, danzas, fumar tabaco y trance chamánico acompañan esas invocaciones. Los aprendices ayudan con los cánticos y, alguna veces, también entran en trance.
El chamanismo involucra una performance pública, presenciada por los habitantes de la aldea de todas las edades. Los chamanes Ka’apor aseguran haber sido llamados espiritualmente para esta ocupación al haber sido arrojados (ombor) en un rápido por la Mae d’Agua, hecho de difícil constatación empírica pero que tal vez involucre posibles alteraciones en el estado de conciencia inducido por el ayuno y el consumo de tabaco en su forma sólida.
El fantasma de la muerte se manifiesta a través de apariciones de espectros del pasado, denominados angã, quienes provocan un miedo mórbido e incurable. Las violaciones a los “tabúes” (también indicadas a través del termino polisémico “payé”) pueden someter a un sujeto a penalidades de origen sobrenatural. Son muchos los rituales de purificación que involucran la utilización de sangre humana (awa ruwï) y sangrados. Los hombres que hayan asesinado a alguien, incluyendo a los karaí, tradicionalmente mortifican sus cuerpos con un diente de coatí y se los obliga a realizar dietas específicas, de la misma forma que durante los resguardos rituales.
Cuando se produce la menarca (primera menstruación), la joven es confinada en un espacio cerrado por alrededor de doce días. Luego de salir de la clausura, sus responsables le raspan la cabeza, le aplican un cordón de hormigas tapiís vivas (Pachycondyla commutata) a la altura de la cintura y de los pechos, le escarifican las piernas con un diente coatí siempre provocándole el sangrado. Entre los Waiãpi, la recién menstruada (yaï-ramõ) atraviesa una prueba similar. Lo que sugiere constituir una práctica considerablemente antigua, datándola –tal vez- en el momento mismo del nacimiento de la familia lingüística Tupí-Guaraní.
La idea de que la “sangre menstrual” (yaï) contamina a la sociedad es reforzada a través de los tabúes alimentarios (las mujeres menstruadas sólo pueden comer, entre los animales terrestres, la carne de jabutí), por las restricciones a ciertas actividades (la mujer menstruada no puede trabajar en el campo de cultivo, cocinar o darle de comer a terceros ni bañarse en el río de la comunidad), y por la existencia de un número desproporcionado de remedios caseros para evitar “un flujo menstrual excesivo” (yaï-hu). Durante el resguardo Ka’apor (nino-rahã), tanto a la madre como a su marido se les restringe cierto tipo de alimentos, similares al momento de la menarca, por algunos meses o inclusive por más tiempo en la convicción de que su ingesta puede perjudicar al recién nacido.
La ceremonia más positiva en su cultura es la de nominación de los niños. Se trata, esencialmente, de una afirmación de la fertilidad Kaápor así como la reafirmación de los lazos exogámicos entre los agrupamientos residenciales que propician la supervivencia y el crecimiento de la población. Si sobrevive al nacimiento y al período de restricción alimentaria así como al aislamiento de sus padres –conocido como resguardo- el niño se vuelva un candidato a recibir un nombre. Normalmente esto se ejecuta cuando el párvulo ya es capaz de manejarse y de gatear por su cuenta, aunque puede llegar a ocurrir hasta después del año o inclusive más de su nacimiento. Esta ceremonia no es individual, como si lo es el ritual de pubertad femenina, sino, muy por el contrario, vehementemente colectiva. Varios niños dentro de la franja etaria del primer año de vida o más reciben nombres al mismo tiempo. Como cada niño debe presentar padrinos (ipai-anhang) así como los padres deben estar presentes, la ceremonia involucra la mayor fiesta grupal de esta sociedad.
Uno de los padres del niño será el “dueño” (-yar) del evento, y el o ella deben preparar el caxiri (bebida alcohólica) tradicional de mandioca fermentada, cajú o banana. Todos los adultos y los niños mayores deben beberlo por la noche. Al amanecer del día siguiente, todos cuelgan sus redes en la casa mayor de la aldea, en donde los hombres se recuestan y fuman largos cigarros. En el huerto situado el la parte anterior de la casa, las madres de los niños que serán nominados se sientan en esteras de bacaba (tipo de palmera, Oenocarpus bacaba) y sostienen a sus hijos en tipóias (artefactos para sostener al niño pequeño) de algodón. Todos los adultos así como muchos jóvenes se arreglan colocándose sus accesorios de plumas y el esplendoroso arreglo de plumas rojas, amarillas, verdes y negras colabora en darle luz hasta inclusive a las oscuras nubes que puedan aparecer en el horizonte cuando amanece.
Enseguida, el padrino de uno de los niños comienza a gritar el nombre elegido; este será repetido numerosas veces con la asistencia tanto de hombres como de mujeres. De inmediato, el padre o la madre del niño anuncian su segundo nombre, aquel que por ellos fue elegido, y este también será repetido una gran cantidad de veces por la audiencia al unísono. Entonces, el niño será erguido por el padrino, quien soplará un pito elaborado con hueso de gavilán atado a un racimo de plumas rojas, azules y negras. Bailará dando pasos hacia el frente y hacia atrás con el niño en sus brazos, quien seguramente estará llorando, anunciándole al mundo el nombre de un nuevo individuo Ka’apor.
Y lo mismo se repetirá con todos los niños y sus padrinos, hasta que los nuevos nombres se hayan grabado en la memoria colectiva. El padrino es, frecuentemente, un afín o un hermano del sexo opuesto de uno de los padres, de tal forma que es concebible la idea de ahijado (o ahijada) pueda, en un futuro, desposar a la hija (o al hijo) del padrino. Resumiendo, la sociedad Ka’apor se proyecta hacia el futuro por la solemne nominación de los sujetos. No obstante, la permanencia de este ritual de renovación por mucho más tiempo como una parte integral de su cultura dependerá del resultado de la lucha del pueblo Ka’apor por tierra y justicia.
Notas sobre las fuentes
Los libros publicados sobre los Ka’apor describen la situación general de la sociedad y de la cultura vista desde la perspectiva de sus primeros etnógrafos hacia los finales de la década de 1950 (Francis Huxley, Affable Savages, y Darcy Ribeiro, “Diários Índios”); sobre los efectos de las enfermedades epidémicas y de la disminución de la población en el grupo durante los primeros años del siglo XX (Darcy Ribeiro, “Uirá Sai à Procura de Deus”); sobre el vocabulario de la lengua Ka’apor por dominios semánticos, traducido al portugués (James Kakumasu, “Dicionário por Tópicos, Urubu-Ka’apor-Português”); sobre el arte plumario y las actividades relacionadas (Darcy y Berta Ribeiro, “Arte Plumária dos Índios Kaapor”, y Peter Gerber (ed.), “Ka’apor: Menschen des Waldes und ihre Federkunst); finalmente, sobre la ecología humana y etnobotánica del grupo a lo largo del tiempo (William Balée, Footprints of the Forest).
Algunos investigadores han publicado significativos estudios de genética humana acerca de la población Ka’apor en sendos artículos y capítulos de libros (Aguiar y Neves); caza y rituales de caza Ka’apor (Balée); la historia del contacto durante el siglo XX y sus devastadores efectos en la población por las enfermedades introducidas durante aquel período (Lopes; Ribeiro; Rice); la fauna primate en el hábitat Ka’apor (Queiroz); una descripción de la gramática Ka’apor (Kakumasu); una serie de artículos acerca de la etnobotánica Ka’apor y la relación de este pueblo con su medioambiente (Balée); así como los problemas de tierras y jurídicos enfrentados por el pueblo Ka’apor hacia fines del siglo XX (Balée). Las disertaciones y tesis de interés sobre los Ka’apor incluyen un estudio general etnográfico y etnohistórico (Balée) así como una excelente contribución para el estudio de la lengua Ka’apor (Corrêa da Silva).
Durante su investigación de campo, Darcy Ribeiro asesoró etnográficamente la realización de un film documental acerca de la vida cotidiana de una familia Ka’apor, realizado por Heinz Forthmann, producción que, recientemente, fue reproducida en video, con comentarios en la voz del propio etnólogo. A su vez, e inspirado en el relato de la historia de Uirá realizado por Darcy Ribeiro, Gustavo Dahl realizó un largometraje.
Fuentes de información
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- BALÉE, William L. Biodiversidade e os índios amazônicos. In: VIVEIROS DE CASTRO, Eduardo; CUNHA, Manuela Carneiro da (Orgs.). Amazônia : etnologia e história indígena. São Paulo : USP-NHII/FAPESP, 1993. p. 385-93. (Estudos)
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- RIBEIRO, Darcy. Atividade científica da secção de estudos do Serviço de Proteção aos Índios. Sociologia, s.l. : s.ed., n. 8, p. 363-85, 1951.
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- --------. Uirá vai ao encontro de Maíra. Carta, Brasília : Gab. Sen. Darcy Ribeiro, n. 9, p. 255-67, 1993. (Publicado originalmente em Anhembi, São Paulo : s.ed., v. 26, n. 76, 1957 e republicado em Uirá sai à procura de Deus, p. 13-29, obra citada acima).
- RIBEIRO, Darcy; RIBEIRO, Berta G. Arte plumária dos índios Kaapor. Rio de Janeiro : ed. dos Autores, 1957. (Existe outra edição do mesmo ano, com texto condensado e tratamento especial das policromias, feita para os Laboratórios Silva Araújo-Roussel S.A.).
- RICE, F. John Duval. A pacificação e identificação das afinidades lingüísticas da tribo Urubu dos estados do Pará e Maranhão. Journal de Société des Américanistes, Paris : Société des Américanistes, v. 22, p. 311-6, 1930.
- SILVA, Beatriz Carretta Correa da. Urubu Ka’apor : da gramática a história - a trajetória de um povo. Brasília : UnB, 1997. (Dissertação de Mestrado)
- TEIXEIRA, Raimundo Wilson R. Mitos, psicanálise e o simbolismo na cultura Kaapor (Urubu). Campinas : Unicamp, 1994. (Dissertação de Mestrado)
- Os índios Urubu : um dia na vida de uma tribo da floresta tropical. Dir.: Heinz Forthmann. Filme preto e branco. 35 mm., 36 min., 1950. Prod.: SPI. (Negativo original perdido, cópia sem som na Cinemateca Brasileira, em São Paulo, e cópia incmpleta na cinemateca do Museu de Arte Moderna do Rio de Janeiro). Reproduzido como vídeo com o título Darcy : índios Kaapor, Prod.: Audio-Visual do Hospital Sarah Kubitschek.
- Uirá : um índio em busca de Deus. Dir.: Gustavo Dahl. Filme cor, 35 mm., 1973. Prod.: Alterfilmes; Embrafilme. (Longa metragem inspirado em artigo de Darcy Ribeiro de 1957).